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No buscamos que el efecto Medusa se materialice en ti, solo la sorpresa en el rostro, el goce de la observación de rocas. Lo de la gorgona con pelambrera alborotada de serpientes que dejaba a quien la miraba de piedra es solo una forma de hablar, una frase hecha que se refiere a personas paralizadas por efecto de una fuerte emoción. Aquel monstruo mitológico habitaba cerca del reino de los muertos, en cambio, las personas a las que van dirigidas estas líneas deben estar muy vivas para visitar canteras, observar menhires, coronar cumbres y recorrer cuevas. Medusa perdió la vida cuando Perseo utilizó un escudo de bronce como espejo y ella acabó reflejada, con el mismo resultado que el sometido a sus víctimas... piedra eres y en piedra te convertirás. Por cierto que Perseo usó la cabeza como arma hasta cedérsela a la diosa Atenea para que la pusiera en su escudo.
Lo de que Freud decía de Medusa que era «el talismán supremo que proporciona la imagen de la castración asociada en la mente del niño con el descubrimiento de la sexualidad materna y su negación» es tan solo una curiosidad que aportamos a este minirepaso sobre mitos. Nos viene bien porque Sigmund era muy aficionado a caminar, lo hacía cada jornada tras el almuerzo, durante tres kilómetros, aunque él elegía el mismo recorrido, como buen hombre de costumbres.
A nosotros nos gusta variar, repetirse tiene gracia un tiempo, después ya empacha. Y recorrer más distancia, aunque la primera propuesta en este caso no cubre ni la longitud adorada por el padre del psicoanálisis. Cuatro son en total las opciones, para que tú elijas la dimensión del reto. No habrá encuentro con Medusa... el objetivo rocoso no eres tú, sino las piedras.
Bizkaia
¿Sabías que hay rocas a lo largo y ancho del planeta que forman parte del Patrimonio Internacional? Pues que te quede claro. Un ejemplo famoso que conoces, seguro, el mármol de Carrara. Suman en total cincuenta y, lo más importante, una de esas pocas elegidas se encuentra en Bizkaia. Se trata de la caliza Rojo Ereño o Rojo Bilbao. La Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS) ha decidido incluirla en este listado top de piedras desde el pasado mes de julio por su uso en arquitectura o escultura desde el siglo I. Explotada en canteras como las de Ereño y de Gautegiz-Arteaga, se trata de una caliza arrecifal recristalizada de intenso color rojo con abundantes restos de corales y moluscos. Surgió como resultado de la sedimentación sobre el fondo de los mares que cubrían el territorio durante el periodo cretácico inferior, traducido, hace entre 145 y 65 millones de años. Del particular tono carmesí tiene la culpa el óxido de hierro.
Hace 2.000 años, los romanos ya se dedicaban a explotar los yacimientos para usar la piedra como elemento decorativo, aplacado para los edificios de buen porte o en otros menesteres. Dos aras funerarias de los siglos I y II que se encuentran en el vizcaíno de Forua fueron talladas con ella; viajó también al yacimiento de Arcaia y a la ciudad romana de Veleia (Iruña de Oca), ambos en Álava. Pasados los siglos, durante las edades Media y Moderna los denominados 'sacadores' la extraían aprovechando conocimientos mecánicos; sumaban esta labor a la de labriegos, para juntar algo más de dinero. ¿Cómo? Hasta el siglo XVIII mediante cuñas y mazas, picos y barras. Dedicarse a algo especializa, por eso la zona contó con excelentes canteros que eran reclamados fuera de nuestra fronteras.
Después todo se modernizó, aunque el material iba escaseando. Y por el territorio quedó la roca, convertida en pila bautismal en iglesias de Ereño, Lekeitio o Zenarruza; en fuentes como la del Arenal bilbaíno y la de Iturribide, también en Bilbao; en edificios como el palacio Castillo de Arteaga, el teatro Arriaga o la Sociedad Bilbaína de la capital; en innumerables molduras, líneas de impostas, capiteles y sillares esquineros de nuestro entorno. Incluso aseguran que llegó hasta El Vaticano.
Para conocerla in situ solo debes ir en busca de la cantera de Atzarraga, Patrimonio Histórico de Bizkaia, por cierto, en el barrio de Andrabide de Gautegiz-Arteaga. Para contemplar los cortes en las piedras, observar las huellas de la extracción que en los últimos siglos se hacía de forma mecanizada aplicando aserrado con hilo helicoidal que cortaba el filón horizontalmente. Pasear entre sus paredes enrojecidas. Disfrutar del colorido entorno.
Desde Gernika, sigue la carretera BI-2238 en dirección a Lekeitio. Antes de llegar a Ereño, gira a la derecha, hacia Andrabide, y elige el primer camino también a la derecha. Tienes la ruta en wikiloc, caminarás solo medio kilómetro. De paso, puedes acercarte hasta el Centro de Interpretación del Espacio Behatokia, situado en las canteras del monte Geranda de Ereño. Allí, los artistas Rober Garar y Alberto Palomera muestran su 'Sintonía arrecifal', una Galería-Observatorio de Arte y Naturaleza con obras escultóricas y gráficas, arte contemporáneo en un espacio de gran carga simbólica para la localidad, inspiradas por las criaturas que habitaron el arrecife que acabaría convirtiéndose en mármol rojo.
Álava
Lleva allí más de cinco mil años, guardián eterno del Parque de Valderejo. Firme, visible desde todo el cordal de la Sierra de Lerón. Sobre calizas del cretácico superior. Encontraron este monumento prehistórico partido en dos pedazos, uno clavado 70 centímetros en la tierra, en el año 1982. Fue restaurado en 2007 por arqueólogos. Pesa unos 1.300 kilos y mide 3,65 metros, más la zona interior.
Dicen que antaño los usaron como referencia territorial y también para que pastores y ganaderos lograran orientarse. Descansa dentro de un valle rodeado de empinadas laderas con cabeza de roca, el de Parque Natural de Valderejo. Famoso por las sendas que lo conectan, especialmente seguida la del desfiladero del río Purón. Planeado desde el cielo por su habitante más singular, el buitre leonado, cuya colonia allí es la más numerosa de Euskadi. Para informarte sobre sus rutas y salir seguro a enfrentarlas, en Lalastra aguarda la Casa del Parque. Y el Museo Etnográfico, donde empaparse de la historia y costumbres del entorno de acogida. Cerca, por si te sabe a poco lo vivido, podrás observar más piedras convertidas en restos de una calzada romana, monumentos megalíticos como el monolito del Monte Lerón y ermitas de diferentes épocas.
Para conocer el Menhir El Gustal es posible emprender una ruta circular de 8,7 kilómetros con desnivel positivo y negativo de 399 metros y dificultad estimada como fácil. La puedes buscar en Wikiloc, por si tienes miedo a perderte, con el nombre de 'Valderejo desde el puerto de La Horca; Lerón, menhir El Gustal, Recuenco'. Reconocerás prados, brezos y enebros rastreros; torcas y algunas hayas; rocas rasgadas por efecto de la gelivación, o lo que es lo mismo, por efecto del agua que se ha introducido en las grietas de la roca y y se ha congelado, aumentando su volumen y fraccionando parcialmente la roca o rompiéndola entera. Seguro que ahora ha quedado más claro.
Tras caminar hasta la cabecera del valle, perimetrando las riscas, acabarás descubriendo preciosas vistas hacia la depresión modelada por el río Purón, vistas gracias a las que congraciarse con el mundo y sentirse parte de la naturaleza, una simple mota dentro de sus dominios. El menhir mira hacia los bosques, sueña con permanecer en ese lugar plácido, mientras recibe nuevas visitas de los caminantes que se acercan a descubrirlo.
Gipuzkoa
Si no la has visto nunca, busca una fotografía y entenderás por qué hemos elegido esta montaña como una de las excursiones rocosas perfectas de cara a este reportaje que va de quedarse de piedra, no literalmente una misma, sino metafóricamente, admirada por la contemplación de alguna roca de especial belleza o importancia. Su traducción, 'roca blanca' dice mucho del lugar distinguido como la cima más elevada de Gipuzkoa, con 1.551 metros de altura. ¿Ubicación? En el cresterío de la Sierra de Aizkorri, famosa y preciosa. Para coronarla nos ponemos en marcha desde el parking del Santuario de Arantzazu. Objetivo: cubrir los aproximados 17 kilómetros que quedan por delante, ida y vuelta, eso sí.
Elige la ruta que asciende a la izquierda, una indicación en pintura marca 'Urbia-Aizkorri'. Veinte minutos después aproximadamente habrás llegado a una fuente de piedra que guarda la forma de la Virgen. Ve hacia la vaguada de Otraitz, mientras te acercas al bosque. Más o menos una hora más tarde llegarás al collado de Elorra. Hay dos senderos, el tuyo es el que baja hacia las campas de Urbia donde esperan un refugio y una ermita. Sigue dirección noreste y, pocos metros más tarde, elige la izquierda hasta la regata de Urbia. Cuando falte un cuarto de hora para acceder a la Majada de Arbelar, cruza la regata y gira al este hasta las 'txabolas' de Arbelar. Has de atravesarlas para seguir dirección al monte Aitzkorri por la cuesta arriba a tu derecha. Llevarás dos horas andando cuando pases junto a una veleta. De frente, a mano izquierda, contemplarás el monte Aketegi y su vértice geodésico, a su izquierda distinguirás también tu destino.
Un embudo de hierba define la subida hacia la izquierda, abandonando la senda. Hasta zona rocosa donde girar a la derecha y ascender hasta media ladera. En la cumbre del monte Aketegi (1.549 m.) espera el vértice geodésico y una cruz. Sigue por la cresta hasta el techo de Gipuzkoa, ¡por fin Aitxuri! Puedes dar la vuelta completa sobre ti mismo... te pongas donde te pongas habrá algo para ver allá a lo lejos: Álava, el vizcaíno Parque de Urkiola, el Cantábrico. Observa el detalle de la placa de San Bernardo y el tamboril con tres txistus que hace de buzón. Descansa, toma el bocadillo, disfruta del paraje ganado con esfuerzo antes de enfrentar por fin la bajada.
Habrás conquistado paso a paso parte del Parque Natural de Aizkorri-Aratz. Repleto, ya lo hemos dicho, de hayedos calcícolas y acidófilos, de marojales. Entre los animales que habitan la zona destacan las poblaciones de rapaces, pícidos, quirópteros, carnívoros forestales, invertebrados saproxílicos, muchos amenazados. No hace falta que te aprendas los nombres raritos, solo saborea el panorama.
La Rioja
Aquí hay rocas, muchas, pero lo mejorcito del asunto es la excavación que se hizo dentro de ellas, los pasillos intrincados que recorren sus entrañas no muy duras, metro tras metro, lo suficientemente resistentes para mantenerse en pie, lo suficientemente blandas para abrirse paso. Bajo el Cerro de San Miguel, en el Valle del Cidacos.
Nacieron durante el Medievo, en un mundo inseguro en el que contar con un refugio podía significar salvar o no la vida. Cuando la gente se tiraba al monte para permanecer en lo alto y protegerse lo más posible. Ver bien, descubrir en el horizonte al enemigo, era una clara ventaja defensiva... y de ataque en caso de que fuera necesario. Esconderse funcionaba muchas veces, siempre que el escondite fuera bueno. Creen los entendidos, además, que resulta bastante posible que acogieran en su interior el Monasterio de San Miguel. Se sabe que en el año 1063 el señor de Arnedo, Sancho Fortuniones, lo legó en su testamento al Monasterio de San Prudencio, en Monte Laturce y, como no hay restos de arquitectura medieval en el cerro (salvo la ermita de San Miguel), también se cree que este templo pudo poblar esas galerías.
La zona sabía mucho de cavidades. Arnedo contó hasta mediados del siglo XX con alrededor de 200 casas-cueva. No era un mal lugar donde vivir, especialmente cuando el dinero tampoco daba para elegir otro mejor. Mantenían la temperatura constante todo el año, alrededor de 15 grados; tal vez no parezcan muchos, pero son agradables durante los cálidos veranos y soportables cuanto el frío del exterior casi solidifica las pestañas. Servían, además, de refugio frente a la lluvia y a la nieve. Y daban cobijo al sueño y un lugar donde cocinar la comida. Cada cual usa para subsistir lo que encuentra en su tierra, y la roca arcillosa estaba allí para quien necesitara utilizarla.
Una visita guiada ofrece la posibilidad de conocer La Cueva de los Cien Pilares, cita muy interesante que trata de explicar los distintos usos de estos túneles como bodega, corral, cuadra, almacén de aperos de labranza o como vivienda. Habla de velas encendidas, de cobijos para palomas, de tiempos de hambres y de horas convulsas. Mientras caminas a través de un mundo subterráneo de tono rojizo imposible de olvidar, repleto de huecos, estancias y pilares. Debes contratarlas en la Oficina de Turismo de Arnedo (teléfono 941380128, email turismo@arnedo.com).
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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