Excursión a una antigua ciudad romana de Burgos que te sorprenderá

Kolounioku, el nombre que le otorgaron los celtíberos, fue erigida por la tribu de los arévacos. Lo poco que se conoce de aquella época es gracias a Tito Livio. El escritor relató que los clunienses decidieron tomar parte en las Guerras Sertorianas a favor del propio Quinto Sertorio. El político y militar romano era muy popular en Hispania, ya que respetaba a los indígenas, les imponía tributos más bajos y les excluyó de la obligación de alojar a los soldados en sus poblaciones.

Sertorio fue poco a poco obteniendo poder en Hispania, algo que en Roma no hizo mucha gracia. Sea como fuere, y tras una larga persecución, en el año 75 a.C el político se refugió en Clunia. Fue allí donde Pompeyo -cónsul, además de algo así como el perro de caza de los Optimates- asedió el pueblo sin grandes victorias. Ante la falta de resultados apreciables, ambos pactaron la 'pax'.

Tras la muerte de Sertorio -resultado de una conspiración para nada sorprendente-, Pompeyo ocupó Kolounioku. Pero no fue hasta años después cuando Afranio, partidario del anterior, sometió a las tribus. ¡Clunia ya era romana! Lo siguiente que se sabe es que el lugar alcanzó el estatus de municipio durante el reinado de Tiberio. Prueba de ello son las monedas que se acuñaron durante su mandato. Pero además, Plinio constató que Clunia se había convertido en la capital de convento jurídico.

Con Nerón en el poder, la colonia volvió a tener un papel fundamental en la historia del Imperio refugiando a otro político: Servio Sulpicio Galba. La sublevación contra el emperador llevó a Galba a esconderse en Clunia, a levantar allí la Legio VII Gemina -la primera en Hispania- y a sentarse a esperar a ser proclamado emperador, reconocimiento que finalmente obtuvo aunque fuera sólo durante siete meses.

Clunia pervivió hasta finales del siglo VII, pero con la llegada de los visigodos su importancia decayó hasta casi desaparecer del mapa. Pero no está todo perdido. Si se acercan hasta la Colonia Clunia Sulpicia, todavía se puede pasear entre algunas de sus construcciones y admirar un legado que aún hoy causa admiración.

Las ruinas confirman que Clunia fue una ciudad grande, populosa -alcanzó los 30.000 habitantes- y con familias de todas las clases sociales. El edificio más llamativo -y el mejor conservado- es el teatro. Erigido durante el siglo I, aprovecharon la ladera del cerro para construir el graderío que tallaron sobre la roca.

Ya en la zona alta del castro se encuentra el mayor número de construcciones. Los cimientos de la Casa Taracena cuentan que en el momento de esplendor de la ciudad y del Imperio hubo quien ganó lo suficiente como para comprar todas las viviendas de la manzana y unificar el terreno para construir un edificio con dimensiones de palacio. Lo más llamativo de la casa son las termas privadas que tenía y los mosaicos policromados -que aún se conservan- que decoraban las estancias.

El Foro también destaca por su tamaño. El lugar estaba dominado por un templo a Júpiter y dos edificios que separaban el espacio religioso de la plaza. En la parte central se desarrollaba el comercio y a los pies se situaba la 'basílica', donde se resolvían los pleitos civiles. También hay una zona reservada para las termas, pero los baños más llamativos se encuentran en los dos edificios termales de Los Arcos. Destacan por su múltiple recorrido termal que separaba a hombres y mujeres. Ambos son una muestra de la importancia de la ciudad y de la cantidad de visitantes que acudían a ella.