Donde dos hermanas se quedaron de piedra
Codés (Navarra) ·
Codés (Navarra) ·
Pongámonos entre la Berrueza o Berrotza navarra y las tierras alavesas de Kanpetzu, vayamos al pie de la sierra de Codés, por el sur, hacia donde se extiende la merindad de Estella. Si miramos desde lo alto el horizonte es infinito, ondulado de campos de ... mieses, algunas viñas, algunos olivares, también bosquecillos de chaparros. Más abajo los pueblos se arraciman sobre colinas, le habrían puesto si no otro nombre a Aguilar de Codés, y aprietan sus callejuelas para abrigarse del frío y ventilarse en verano, lo mismo este Aguilar que sus vecinos Azuelo y Torralba del Río.
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En lo alto se despeñan desde las cimas de la sierra, desde Joar, desde Laplana, desde Costalera y la Peña de los Moros, singulares espinazos de rocas que parecen buscar el cielo elevando hacia él agujas de apariencia inescalable. Una de estas espinas es roja, aparenta el dorsal de un gigante dinosaurio, y de su razón de ser habla una vieja leyenda.
Eran dos hermanas huérfanas a las que su madrastra sometía a esclavitud en aquellas tierras navarras. Cansadas y en desdicha por tanto maltrato, decidieron aprovechar un descuido de la vieja para romper su desgracia y corrieron a esconderse en el bosque para escapar de ella. Entrada la noche, y viendo que las niñas no volvían, la madrastra pronunció una terrible maldición: ¡ojalá se vuelvan piedras!». El maleficio se cumplió: nunca nadie vio de nuevo a las dos hermanas, aunque a la mañana siguiente de su desaparición junto al camino de Codés habían aparecido dos enormes rocas, una grande, otra más pequeña: las Dos Hermanas.
Créanse o no la leyenda, pero vayan a pasear las sendas que desde el Santuario de Codés se acercan a sus pies y lo verán. Entre los encinares de un cerrado bosque mediterráneo, aromático y vivo, aparecen a la vuelta de un recodo, rojas cuando cae el crepúsculo vespertino, como si las hubiesen regado con vino, las dos peñas. Impresiona su belleza pero hay algo que llama la atención: el macizo de Joar es de calizas cretácicas y las hermanas son de conglomerados, sorprendente geología de caprichos en el mismo escenario. Pero casi es mejor la fantasía de las leyendas que leer a los geólogos cuando escriben que la figura de las hermanas es un «afloramiento de conglomerados oligocénico-miocénicos que culmina a 839 metros en Mondaliendres» y que las calizas son de un «afloramiento realzado por falla, de las calcarenitas y calizas del Cretácico Superior». Sin duda es mucho más creativo fabricar fantasías.
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En las calizas, bajo la Peña Blanca, se abren agujeros naturales: la Ventana del Diablo y el Paso de las Brujas, se encrespan agujas afiladas en la peña de los Cencerros y deslizan pedreras que tapizan encinas centenarias. En los conglomerados han creado morada, sabiéndose inexpugnables, los buitres leonados.
Que todo esto lo cuide y vigile un santuario también parece natural. Aquí lo hacen dos: el de Nuestra Señora de Codés, que llaman de las tres provincias porque se venera en Navarra, en Álava y en La Rioja por igual, y el de San Jorge de Azuelo, uno de los siete monasterios de Navarra, adornado de un precioso románico desde el siglo XII.
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