Disneyland lo inventó un navarro
Palacio real de Olite (Navarra) ·
El imponente castillo de Olite ofrece hasta fin de año visitas teatralizadas de la mano de los reyes Carlos III y Leonor de TrastámaraSecciones
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Palacio real de Olite (Navarra) ·
El imponente castillo de Olite ofrece hasta fin de año visitas teatralizadas de la mano de los reyes Carlos III y Leonor de TrastámaraNadie duda de que Walt Disney tuvo una imaginación desbordante. El norteamericano hizo de los dibujos animados un arte y también una industria que pervive décadas después de su fallecimiento. Ahí están Disney world y Eurodisney, lugares de peregrinación para millones de familias con hijos - ... y también para quienes no los tienen- cuando de lo que se trata es de revivir esa ilusión infantil que muchos van perdiendo según añaden velas a la tarta de cumpleaños.
Pero si no se dispone de presupuesto o vacaciones suficientes para emprender el viaje para las sedes de Disney en París y Florida, hay una opción bastante más asequible y que tiene como destino la llamada zona media de Navarra. Olite es una ciudad que parece anclada en el tiempo, más en concreto en la Edad Media cuando era una de las plazas importantes del viejo reino de Navarra y sus gobernantes estaban hermanados por sangre con la realeza francesa.
Visitas teatralizadas hasta final de año precio 8.90 euros. Entrada normal 4,5 euros y guiada 7,5. Ver disponibilidad y fechas en palaciorealolite.com.
Su castillo -cuyo denominación exacta es Palacio Real- parece sacado de los cuentos que dibujó Walt Disney, aunque su construcción date de cinco siglos antes que el nacimiento del artista norteamericano. Porque esta majestuosa edificación fue culminada por el rey navarro Carlos III como lugar de morada y ostentación junto a su esposa Leonor de Trastámara. Dicen que al monarca no le gustaba guerrear y que por eso volcó toda su riqueza en levantar un castillo al estilo gótico francés de los que poblaban el centro de Europa y que está coronado por un sinfín de torres, que hace que la visita sea como recorrer un laberinto en el que uno no acaba de perderse y que invita a seguir la marcha escudriñando recovecos y la cuidada arquitectura de toda la construcción. Evidentemente conviene llevar la batería del móvil cargada al cien por cien y con suficiente espacio en la memoria para acumular fotografías en un escenario de película.
La edificación fue fruto de sucesivas ampliaciones, lo que hace precisamente que la visita sea un poco caótica sin un orden exacto de entrada y salida, aunque las indicaciones traten de dirigirte por el buen camino. Realmente el castillo se divide en tres partes: el Palacio viejo (actual parador nacional), las ruinas de la capilla de San Jorge y el Palacio nuevo, que es la zona más extensa y la única visitable. La ruta permite detenerse en las galerías del rey y la reina, sus estancias personales y los patios de La Morera -con un ejemplar de más de 300 años- y de la Pajarera.
Distancia 200 kilómetros desde Bilbao y 140 desde Vitoria.
Desde este mismo sábado se organizan visitas teatralizadas para familias o solo para adultos -conviene consultar en su página web el calendario-. En ellas Carlos III y Leonor de Trastámara explicarán al visitante cómo era la vida en Palacio y recordarán cómo el castillo fue la envidia de Europa hasta 1512, cuando Navarra pasó a ser parte de la corona de Castilla y Aragón. Y cómo en su interior llegó a haber jardines colgantes, algunos de casi 20 metros de altura, zonas ajardinadas, huertos y un parque zoológico que incluía un león, un camello, loros, perros de caza, halcones y hasta búfalos africanos.
La ciudad de Olite también merece un buen paseo por su casco histórico peatonalizado, adentrarse por sus murallas, tomar un tentempié en alguno de los bares de la zona porticada y, ahora que se adentra el otoño, oler a calefacción de leña. Y Navarra siempre es un magnífico lugar para sentarse a la mesa y degustar sus productos del campo, a un precio realmente asequible. Eso sí, si se viaja con niños pequeños prepárese. Es difícil no volver a casa sin un escudo, o una espada de madera, o un casco o una corona. Es un impulso infantil al que pocos, por no decir ninguno, puede resistirse.
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