La dinamita no sirvió en la Foz de Zafrané
Los Monegros (Aragón) ·
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Ala Foz de Zafrané van muchos escaladores para trepar sus vías difíciles pero poco les importa mucho más que el grado, los agarres, los anclajes de seguridad o si lloverá o hará sol para ir a una vía u otra de las más de doscientas ... que surcan sus paredes. A la Foz de Zafrané ya no van los obreros de la cantera que arrancó gigantes bloques de caliza que han quedado desnudando geométricamente la corteza grisácea en uno de sus cantiles. Van los buscadores de estrellas, porque el cielo es allí limpio y ninguna luz perturba el firmamento, y algunos caprichosos a descubrir la columna que resistió a la dinamita hace ya un puñado de años.
La evolución geológica ha permitido que las calizas del Cretácico se abran en canal en los casi dos kilómetros de la foz, marcando una enorme raja en el paisaje. A uno y otro lado de ese pasillo natural las murallas verticales invitan a imaginar fantasías con su inventario de colores. Algunas cavidades llaman la atención y allí no son fantasías las pinturas de arqueros, ciervos y cabras que los arqueólogos han calificado como arte rupestre levantino. Dicen que son escenas de berrea y de caza aunque ahora ya no suceden, ningún ciervo corre por la foz.
En medio de la garganta, junto a la espectacular y enorme Cueva Madre, se yergue, como un gigantesco monumento fálico, la pilastra que resistió a la dinamita. Sostenía un viaducto de hierro del tren que entre 1904 y 1966 transportaba el carbón de las minas turolenses desde Utrillas a Zaragoza. El tren se paró cuando no era rentable y llegaron los chatarreros para aprovechar todo el hierro de la línea. En la foz se les ocurrió que dinamitando la columna recogerían en el barranco todo el hierro, fácilmente desplomado. Varias cargas colocadas en los vértices de la base de la columna hicieron explosión; una tras otra, primero en un lado, luego con doble ración de explosivo en el otro lado, pero la columna se mantenía en pie. Ni por esas. Al fin desmontaron el viaducto sacando con grúas los pedazos, toda la chatarra, y allí quedó la pilastra: 42 metros de desafío vertical. Las cuatro esquinas de la base de seis por ocho metros quebradas, el alma intacta; apiladas en perfecto orden las sillerías de los vértices, sillarejo en las paredes, piedras diversas unidas con argamasa en el interior, todas unidas han hecho de ella un hito indestructible.
En mayo de 2019 la pilastra de Zafrané entró en la lista roja del patrimonio cultural en peligro de Hispania Nostra porque temen su derrumbe. Piedras en pie todavía y otras piedras que talladas en la cantera explotada a orillas de aquel viejo tren carbonero siguen sosteniendo no pocos palacios por Aragón. No, no es mala la roca de Zafrané.
La Foz de Zafrané es un lugar peculiar. En un paisaje estepario junto al pueblito monegrino de La Puebla de Albortón, donde la Guerra del 36 pegó sus buenos golpes en las mismas oleadas que sufrió la simbólica Belchite, el horizonte está rajado por un cañón que se camina, como hicieron los neolíticos, facilmente.
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