La sierra que los franceses no supieron valorar durante la Guerra de la Independencia se puede recorrer en bici en solo una mañana. De sur a norte o viceversa, por carretera o por caminos para explorarla en profundidad, el potencial de los Montes Obarenes es ... infinito. Hasta el punto que se fantaseó con la posibilidad de construir en ellos una especie de Port Aventura. La realidad es que entre su máximo rango de protección medioambiental y la despoblación de la zona ha quedado un paraíso para cicloturistas sin apenas tráfico y senderos cuidados.
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Distancia 61 kilómetros.
Altitud máxima 1.051 metros.
Desnivel 1.500 metros positivos.
El Busto 12 kilómetros al 4%
La ruta más espectacular es la circular con salida y llegada en Pancorbo y paso por Frías. Los angostos desfiladeros son los protagonistas del paisaje, lo que trae consigo un terreno quebrado pero paradisíaco para el inicio (abril) o el final de temporada (octubre). A toda la frondosidad del entorno se la conoce como 'la Nueva York de los bosques', garantía de seducción. Fuera del cobijo de los árboles, el repecho final para coronar Frías, la 'ciudad' más pequeña del país, será el sacrificio más confortable del curso. Entre sus calles adoquinadas, las casas colgadas y el castillo es inevitable sentarse a disfrutar de las vistas que decora el Ebro. A algunos les conviene mentalizarse de que lo más duro está por llegar. Otros prefieren obviarlo para disfrutar de una de las primeras localidades que formaron parte de la red de 'Los Pueblos más Bonitos de España'.
Desde lo alto del mismo se intuye el desfiladero del río Molinar, que dibuja innumerables cascadas imperdibles por estas fechas. Las rampas son moderadas, ideales para discurrir por dónde finalizar la ruta. La opción más cómoda es continuar la carretera arriba y ascender el Portillo de Busto (12 km al 4%), un puerto con hasta cinco vertientes. Los más avezados pueden girar a la izquierda en La Aldea y encarar primero el Alto de Los Enemigos y después el Fuerte de Santa Engracia. En la cima que podía albergar hasta 3.500 soldados, es turno de inmortalizar la gesta. Las curvas de herradura del descenso final llevan la mente a los Pirineos, hacia donde recularon los galos tras la batalla de Vitoria.
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