Rincón mágico. Cromlech Oianleku, en las Peñas de Aia. AdobeStock
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Cobre y plata bajo el suelo

Peñas de Aia (Oiartzun, Irún) ·

Viernes, 31 de mayo 2024, 07:42

Dicen que en Aiako Harria tiene la diosa Mari una de sus moradas invernales. Solo en la época del frío, porque en verano se traslada ... a los roquedos y ensenadas del Jaizkibel, cerca del mar. No es de extrañar que sea cierto porque cualquiera que pudiera viajar por estas atalayas sin fatiga en el camino desearía pasar allí buena parte de su vida. Pero es casi seguro que fueron la plata y el hierro que escondían estas peñas en su subsuelo lo que trajo a los romanos a fundar ciudad y puerto en Oiasso, en la ensenada de Irún, y asentar en Santa Elena una de sus moradas.

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La montaña tricéfala, que nosotros llamamos Peñas de Aia y los franceses llaman 'Trois couronnes', fue representada, probablemente por primera vez, como la vista que desde el océano obtienen los marinos y su silueta quedó dibujada en un derrotero medieval publicado en Poitiers con el perfil característico que orienta desde antaño a las gentes del mar. Txurrumurru, Irumugarrieta y Erroilbide son las tres joyas de esta corona; en la más septentrional y más chiquita de ellas tres localidades se abrazan: Oiartzun, Irun y Lesaka.

Aiako Harria es el único macizo granítico de Gipuzkoa, batolítico dicen los geólogos. Es curioso porque su roca, oscura y negruzca, está formada por una masa de conglomerados de origen magmático. Sí, se formaron en una erupción interna hace 300 millones de años; vamos, que hubo algún día un volcán bajo la corteza terrestre. Y cuando aquello sucedió, las altas temperaturas de la caldera subterránea, como si fuera una gigantesca olla a presión, dieron lugar a formaciones minerales particulares: hierro, cobre, zinc, plata y otros metales.

Y allí vinieron después los romanos, en los siglos I y II, a buscarlos. ¿Fueron los romanos de Aiako Harria los primeros mineros profesionales de nuestra geografía? Probablemente. Y buenos mineros, porque desarrollaron técnicas como la torrefacción de la roca. Excavaban galerías siguiendo los filones del mineral y con potentes fuegos hacían estallar las paredes para arrancarles los metales preciosos. ¿Qué hacían con ellos? Se los llevaron, casi seguro, embarcados en el puerto de Oiasso.

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Desde las cumbres de Aiako Harria el mar queda a un paso y se ve bonito y apetecible, con el trasero asentado en la pradera de Muganix, la antecima más fácil y accesible de estas montañas que forman otra montaña. Si desde allá arriba se nos ocurre pensar que debajo quedan todavía túneles y galerías por los que los mineros reptaron alumbrados por pequeñas lucernas de aceite no es raro que nos invadan los escalofríos.

No fueron los únicos los romanos. Las minas de Arditurri, en las entrañas de Aiako Harria, se explotaron hasta los años 80 del siglo pasado cuando la Real Compañía Asturiana cerró su extracción de fluorita. Si bajando ahora desde las alturas nos atrevemos a ponernos un casco y penetrar en las minas del coto de Arditurri probablemente se apaciguará aquel escalofrío. El espíritu se reconforta descubriendo lo que hemos tenido bajo los pies y mirando en el espejo de lagunas subterráneas cómo la montaña filtra en irisaciones de verde esmeralda sus entrañas de cobre.

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