La ciudad más pequeña de España
Frías (Burgos) ·
Llegó a tener 6.000 vecinos pero hoy sólo quedan 267 y un castillo de postal que hace equilibrios sobre la escarpaduraSecciones
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Frías (Burgos) ·
Llegó a tener 6.000 vecinos pero hoy sólo quedan 267 y un castillo de postal que hace equilibrios sobre la escarpaduraEs como un decorado que alguien se hubiera dejado olvidado en medio de la llanura, una aparición anacrónica donde el ChatGPT, el metaverso y hasta las señales de tráfico obran el mismo efecto que el chirrido de una tiza en la pizarra. Entre esos muros ... de mampostería y esquinas levantadas con sillares, uno espera encontrarse a un caballero bajándose la visera del yelmo antes de romper a galopar, los cascos de su montura arrancando chispas del suelo adoquinado. El testimonio de un mundo de leyenda que se forjó a los pies de los montes Obarenes y que sobrevive sin pena ni gloria, epítome de esa España vaciada a la que sólo se vuelven los ojos en Semana Santa o con motivo de algún puente; donde el alboroto siempre es momentáneo y los silencios, largos.
Frías es la ciudad más pequeña de España. De los 6.000 habitantes que llegó a tener en su momento de mayor esplendor, apenas resisten 267 según los últimos datos del INE. Niños, algunos, pero pocos. Desde el puente fortificado que sobrevuela el Ebro y por donde en épocas pasadas discurría una calzada que aseguraba el comercio entre la Meseta y el Cantábrico, se observa el perfil de este enclave roqueño levantado por el rey Alfonso VIII hace doce siglos y a cuyos vecinos no tardó en colmar de privilegios cuando vivir en la Frontera significaba, literalmente, jugarse la vida.
El pueblo -un fijo en la lista de los más bonitos de España- articula su perfil amurallado en torno a las calles del Mercado y de Abundio Fernández, siguiendo la derrota de la ladera donde se encaraman las casas colgadas sobre el abismo, de solanas de toba y madera, de soportales exquisitos. Aprovechando hasta el último milímetro de esa muela inexpugnable sobre la que se levanta el entramado medieval. El castillo es el elemento más emblemático, rodeado por un foso y al que se accede por un puente levadizo, con un aljibe en el centro del patio, un reloj que ha marcado el paso del tiempo desde el siglo XVI, y una Torre del Homenaje que se yergue arrogante sobre la escarpadura como agujereando el cielo azul que se derrama sobre el Valle de Tobalina.
De la muralla se conservan tres puertas: la de Medina, la del Postigo, utilizada para realizar escapadas al obrigo de la oscuridad y que por eso pasa casi desapercibida, y la de la Cadena, unida esta última al paseo de ronda y que era la entrada principal. En el cogollo del pueblo se suceden la tienda de artesanía, alojamientos rurales y los bares y terrazas, entre cazuelas de morcilla, de morros y callos, de tortillas que adornan las barras como escarapelas, de frascas de vino tinto. No es mala opción después de recorrer calles siempre en cuesta, saltando de la iglesia de San Vitores a los conventos de San Francisco o Santa María de Vadillo.
Distancia: Desde Bilbao 113 kilómetros por la AP-68, 76 si el viaje se efectúa desde Vitoria (por la A-1)
Al término de la calle del Mercado hay una iglesia, San Vicente Mártir, de muros macizos y troneras que le dan un aspecto fortificado, que atesora cuatro magníficos retablos, pero cuya portada es tan mediocre que merece una explicación. Me la dio un paisano que mataba las horas en la plaza que se abre al templo, la de los Toriles. En 1906 una tormenta descargó sobre Frías con tal intensidad que los rayos se llevaron por delante la torre, una de las naves laterales y el rosetón gótico del templo, dejándolo bastante maltrecho. También la portada románica, que terminó comprando el Museo de los Claustros de Nueva York a cambio de sufragar la restauración. Su directiva no se conformó con ello: arrambló con capiteles, ménsulas, columnas y piedras talladas, que fueron adquiridas a precio de baratillo. Baste decir que hicieron un flaco favor al pueblo de Frías. Así que ahora si uno quiere ver la portada tiene que ir al norte de Manhattan, a un promontorio entre los ríos Hudson y Harlem desde donde se ve el estadio de los Yankees. Muy, pero que muy lejos del Ebro.
Cerca de Frías está Tobera, hermoso pueblo donde el río Molinar crea una sucesión de cascadas que desde la antigüedad han movido molinos y batanes. También la ermita de Nuestra Señora de la Hoz, excavada en la roca y que fue refugio de peregrinos, y el puente romano.
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