Cita previa y osos al acecho en el bosque más protegido
Muniellos (Asturias) ·
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Muniellos (Asturias) ·
Este frondoso robledal en Las Fuentes del Narcea restringe el acceso del público para preservar sus tesorosA veces, uno de los alicientes de la visita a un paraje natural es el camino de aproximación, la llegada en sí. Es el caso del bosque de Muniellos, un frondoso robledal de la Asturias más recóndita, sobre todo si se accede en coche desde ... el sur, por León. En un amanecer de primavera, el trayecto aviva la fuerte atracción que ejercen los espacios libres en la imaginación de los más dados a la búsqueda de pedazos de naturaleza aún 'sin tocar', como relata Jon Krakauer en su libro 'Hacia rutas salvajes'. La carretera bordea el embalse de los Barrios de Luna, atraviesa la comarca de Babia y sortea montañas y valles hasta adentrarse en el Parque Natural de Las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. El punto de destino y referencia es el centro de interpretación de Las Tablizas, pero ojo. Es un cruce de caminos confusamente señalizado y equivocarse es una faena con una buena kilometrada encima. A la derecha marca centro de interpretación, a secas. A la izquierda, reserva integral de Muniellos. Lo correcto es tomar esta última dirección porque la otra conduce a un andurrial en altura diferente. Por lo tanto, giro a la izquierda y remontando un caudaloso arroyo se llega al punto de entrada, donde es preciso identificarse.
El bosque de Muniellos tiene la categoría de Reserva Natural Integral, y controla con celo el acceso al público. Los interesados deben concertar su cita previamente en el portal del Gobierno del Principado de Asturias -lo más fácil es a través de la página web muniellos.es-. En principio, se concede un único permiso por persona al año y el número de visitantes por cada jornada se limita a veinte como máximo. Son restricciones que pretenden preservar los tesoros que conviven en este entorno, que son muchos.
Autorización Previa a la visita.
Tramitación muniellos.es
Limitación Veinte personas al día como máximo.
El primero, el roble albar, la especie forestal dominante, aunque también hay buenos ejemplares de acebos y hayas. Desde hace siglos, Muniellos ha sido pasto de la explotación maderera, especialmente para la construcción de barcos -sus troncos participaron en la Armada Invencible de 1588-. Esquilmados los bosques de la costa, parajes del interior como éste fueron víctimas de las talas hasta que en 1973 cesó su explotación. La máxima protección y su intrincada ubicación han facilitado una importante regeneración y con ella la proliferación de animales de gran valor, entre los que destaca un auténtico póquer de ases: el oso pardo, el urogallo, el lobo y el desmán ibérico, un pequeño mamífero acuático similar a un topillo que necesita ríos de aguas puras.
Muniellos sólo autoriza dos rutas: una de 14 kilómetros de ida y vuelta por el mismo sendero; y otra circular de veinte más 'rompepiernas'. La primera, siempre en sombra, tiene un arranque cómodo, al lado del arroyo de montaña. Pero enseguida se endurece con una fuerte pendiente atravesada por torrenteras de camino a Las Lagunas, un conjunto de pequeños lagos de origen glaciar al abrigo del Pico Las Lleras (1.680 m.). Sólo hay una pega, los gestores del parque avisan de que el poste en la parte alta que marca la dirección hacia Las Lagunas ahora no es muy fiable. Lo ha tumbado un oso al arrascarse con él. A riesgo de errar en el camino, es mejor disfrutar en este punto de los sonidos de la naturaleza, lejos de cualquier atisbo de civilización. Unos prismáticos permiten escudriñar los roquedos, brezales y collados en busca de la silueta majestuosa del gran plantígrado. Al acecho, imaginándose en la piel del fotógrafo francés Vincent Munier en el precioso documental rodado en el Tibet 'El leopardo de las nieves', con música de Nick Cave y Warren Ellis.
La vida salvaje es impredecible, pero hoy no es el día del oso, cuyas poblaciones en esta parte occidental de Asturias han aumentado de forma notable hasta los 300 ejemplares. Recientemente, uno bajó hasta la entrada de la reserva, interesado en la miel de los panales. Tras cinco horas de ruta y ya de vuelta a casa por las carreteras de la vertiente cantábrica, el recuerdo del robledal choca con demasiados mares de eucaliptos.
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