Playa y montaña a orillas de Urdaibai

Partimos del núcleo de Mundaka, frente a la iglesia de Andra Mari, reedificada en el siglo XVI y en cuyo lateral se encuentra el panel del sendero. Por la calle Florentino Larrinaga enlazamos con el camino de Goitiz, por el que subimos hasta la pasarela que cruza la carretera de Bermeo.

Con el núcleo urbano ya a nuestras espaldas, continuamos hacia Goitiz, donde podemos ver algunos de los más bellos caseríos de Mundaka con sus huertos, pastos, setos y pequeños bosquetes. En el camino de subida también podemos desviarnos (izd) para visitar la ermita de Lamiaran.

Superado Goitiz, una amplia pista que sube desde Bermeo (por los GRs 38 y 123, pasando por Demiku) se junta con nuestro itinerario para continuar hacia el Katillotxu. Tras pasar junto al depósito de aguas, donde existe una pequeña fuente, una cuesta de pendiente sostenida nos acerca hasta la misma cima.

En el tramo final, y en la misma cumbre, los pinos apenas dejan ya más que entrever las hasta no hace mucho excelentes panorámicas que estas alturas ofrecen de Urdaibai: la playa de Laida, el peñón de Ogoño, la cima de Atxarre y el frondoso encinar cantábrico que cubre sus laderas.

Tras disfrutar de los secretos que esconden los dólmenes de la cima, ilustrados con todo lujo de detalles en dos didácticos paneles, el sendero recorre el cordal bordeando los prados para acercarnos luego por un sendero a través de un eucaliptal hasta un cruce de caminos próximo al dolmen de Pakotene. Desde aquí, por la izquierda, descendemos ya hacia el valle.

En la bajada pasamos junto a la casa torre de Munitiz (s. XVI) antes de llegar al bonito pueblo costero de Sukarrieta. Entre sus calles, el sendero continúa hacia Portuondo, pasando junto a la ensenada, el camping y el mirador, para posteriormente recorrer su último tramo antes de alcanzar Mundaka, uno de los más bellos pueblos de Bizkaia, que no dejará de sorprendernos.

Rodeamos la pequeña playa de Laidatxu y entramos en el casco urbano. A la altura del chalet Amaya Enea, descendemos hasta el mirador de Txorrokopunta, antes de retornar (izd) a la iglesia de Andra Mari.

Hace cien años, en los albores del montañismo vasco, ascender el Gorbeia, coronado ya por su icónica Cruz, era una hazaña. Tanto que las excursiones se denominaban expediciones. Eran tiempos en los que los mendizales llegaban a Areatza en el famoso tranvía de Arratia y la carretera hasta Pagomakurre era una quimera. El trazado de este sendero PR-9 recupera el recorrido que aquellos primeros montañeros vizcaínos hacían para ascender a la cima. Eso sí, aquellos senderos y caminos casi vírgenes son ahora pistas anchas y diáfanas que convierten la aventura de entonces en poco más que un paseo matinal.

En la plaza de Areatza, presidida por la iglesia de San Bartolomé, se encuentra el panel del sendero y señala el inicio de la ascensión. Dando la espalda al templo, a la izquierda seguimos un camino asfaltado que comienza con una fuerte subida. El pueblo queda enseguida a nuestra espalda y continuamos ganando altura hasta el barrio Launtzain. La pista de cemento da paso a una de tierra y piedra que, tras un gran giro, bordea el monte Birguren y nos sitúa en el collado sur de esta cima.

Continuamos por el camino que sube de frente, señalado en el poste de señales que preside este cruce de pistas. Siempre en ascenso, algún claro del pinar permite excelentes vistas que llegan hasta el Anboto, una panorámica que más arriba, ya en terreno despejado, será permanente. Una inesperada fuente a la izquierda del camino permite refrescarnos.

Más arriba, un par de atajos evitan dos grandes curvas antes de desembocar en la explanada de Karkabitxueta. Seguimos la pista hacia la derecha, pasamos junto al mirador de Karkabitxueta y sus vistas de Arratia y llegamos a un cruce de caminos con otro poste de señales. Indica que Pagomakurre queda a un kilómetro por la pista de la izquierda, que recorremos en el tramo más incómodo de la ascensión al atravesar un humedal y una zona de tala bastante sucia antes de alcanzar Pagomakurre.

El sendero es lineal y termina aquí. De vuelta a Areatza, y para evitar repetir todo el camino, daremos un rodeo por Larreder, el área recreativa que hay un kilómetro antes de Pagomakurre y donde descubriremos varios vestigios etnográficos. Descendemos por el cemento hasta su explanada. En la loma de la derecha hay un túmulo. Seguimos la carretera y en la primera curva a la izquierda cogemos una pista de grijo donde a derecha e izquierda descubriremos una calera y una nevera.

Cerca del cruce donde confluimos con la ruta de subida podemos conocer también un trampal. Desde aquí, solo queda ya desandar la ruta hasta Areatza.

Conoceremos en este cómodo paseo los principales barrios de Busturia y llegaremos hasta Sukarrieta. En el recorrido por estas tierras de txakoli vamos a encontrar interesantes enclaves como la Torre Madariaga, las colonias y la playa de Sukarrieta, la isla de Txatxarramendi o el arenal de San Kristobal, al pie de las marismas de la Reserva de Urdaiabai.

Partimos de Axpe, el núcleo principal de Busturia, en el que sobresale, junto al Ayuntamiento, la imponente iglesia de Andra Mari. En su parte posterior se encuentra el panel del PR con toda la información del sendero. El primer objetivo es Sukarrieta, a donde llegamos tras bajar por el empedrado del viejo Camino Real que unía Gernika con Bermeo.

Ubicado en un enclave privilegiado, Sukarrieta ofrece unas inmejorables vistas del estuario. Destacan la isla de Txatxarramendi (cruzamos bajo el puente que la une a tierra firme) y las playas de Toña y San Antonio. A esta última llegaremos tras caminar paralelos a las vías del tren y pasar junto a las históricas colonias, en funcionamiento desde 1925.

Dejamos atrás Sukarrieta y remontamos por caminos vecinales hacia la campiña atlántica en la zona de Urkitza, desde donde podemos disfrutar de unas bonitas vistas de la marisma. Descendemos a Axpe para ganar altura de nuevo hasta la Torre Madariaga. Esta edificación fortificada perteneció a uno de los principales linajes de la comarca. Se alza sobre un privilegiado promontorio y en la actualidad acoge Ekoetxea Urdaibai y la sede del Patronato de la Reserva de la Biosfera.

Desde Torre Madariaga descendemos entre chalets y casonas de gran porte hasta el barrio de San Kristobal, donde merece la pena abandonar el sendero un rato para acercarse al arenal y su observatorio de aves, desde el que tendremos una panorámica privilegiada de las marismas y sus habitantes.

De vuelta a San Kristobal, cruzamos el barrio y la carretera y llegamos a Altamira. Ante su iglesia, advocada a San Miguel, giramos (dch.) para seguir un camino vecinal hacia San Bartolomé y su ermita. Por el camino veremos los curiosos pilares de piedra que se utilizaban para sustentar los emparrados. De hecho, desde el eremitorio merece la pena desviarse (izd.) hasta las bodegas Amunategi, donde se han recuperado para su original función.

De vuelta a la ermita, enfilamos ya hacia Axpe a los pies de Atxapunta, la cima cubierta por el encinar que se alza a nuestra izquierda. Supone además, el único tramo no asfaltado del recorrido (en los últimos metros) antes de encontrarnos, de nuevo, ante la iglesia de Andra Mari.

A veces nos empeñamos en recorrer kilómetros y kilómetros en busca de parajes exóticos o vírgenes cuando los tenemos casi a la puerta de casa. Por ejemplo, si pensamos en bosques de ribera y mixtos bien conservados, un rico encinar cantábrico, una variada fauna y un extenso y ancestral patrimonio cultural, todo ello en un barranco que se hunde 600 metros bajo las cumbres que lo rodean, la imaginación nos traslada inmediatamente a perdidos valles pirenaicos.

Pero no hay que irse tan lejos. Ese paraje idílico está aquí mismo, a la vuelta de la esquina, en Sodupe. Y es el barranco del arroyo Grazal, un pequeño tesoro natural de Las Encartaciones repleto de encanto.

La marcha comienza en el aparcamiento del barrio de Igertu, a la entrada de Sodupe según se llega de Bilbao y donde un panel del PR nos ilustra sobre recorrido. Seguimos la calle y justo antes de la última edificación enfilamos (izd.) una pista asfaltada. Ya caminamos junto al arroyo, enclaustrado entre cemento en estos primeros metros. Pronto dejamos atrás las casas y la naturaleza gana terreno con un bosque de ribera en el que destacan robles y castaños. La ruta discurre paralela al cauce, acompañados siempre por el agradable tintineo del agua.

Pasamos junto a un depósito de aguas y llegamos a lo que en su día fue una pequeña cantera, rehabilitada como área de recreo. Un poco más arriba encontramos el desvío a la cueva de los Champiñones, utilizada como sepulcro en la prehistoria y para cultivar hongos en la época moderna. El camino se estrecha a la vez que la vegetación se hace más frondosa. Tras cruzar sobre un puente de hierro, el camino da paso a una senda, justo antes de llegar a la cueva de la Puerta de Hierro (0h45'), curiosa oquedad por la que discurre el arroyo Eretza antes de desembocar en el Grazal y en la que podemos adentrarnos unos metros (con las lógicas precauciones) si llevamos frontales.

La senda remonta el tramo más angosto del barranco hasta por cruzar a la otra margen del arroyo por un puente y remontar hasta el barrio Lexartza y su ermita de San Bartolomé. Iniciamos el retorno a Sodupe por la pista, con cuidado de no pasarnos un desvío (izd.) que remonta por un camino boscoso. Según descendemos, los árboles se van abriendo para acabar transitando por terrenos despejados que permiten excelentes vistas al macizo del Ganekogorta, al otro lado del valle.

Disfrutando del paisaje llegamos al barrio Goikuria, desde el que retornamos ya a Sodupe, no sin antes visitar la parroquia de San Pedro de Goikuria y el recuperado lavadero de Iturrega.