Casarse sobre un libro de historia geológica
San Telmo de Zumaia (Gipuzkoa) ·
San Telmo de Zumaia (Gipuzkoa) ·
A San Telmo van algunas parejas a casarse y también a hacerse unos selfis con horizonte marino, otras solo a mirar paisajes y las más a descubrir el mágico lugar donde se casaron Amaia y Rafa tras su peculiar romance en la película Ocho Apellidos ... Vascos. Todos, además, asoman al abismo desde el balcón del pórtico de la ermita; todos contemplan, desde allá o desde la pradera vecina el espectacular acantilado que acarician las olas.
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La mayoría de las veces, salvo que haya boda o se vaya en visita guiada, el templo del santo marinero está cerrado y no se puede ver en su altarcillo rococó al patrón de los mareantes. Pero sí se podrá el próximo lunes, porque es el primero después del lunes de Pascua y entonces se celebra el día de San Telmo.
Será por la mañana cuando el santo subirá, en procesión y con su barquito entre las manos, desde la parroquial de Zumaia hasta la ermita. Porque allí tiene que presidir una misa y después inclinarse una y otra vez, bendiciendo los acantilados y los mares. Antes otra procesión llevará por el pueblo la comunión a las personas enfermas o impedidas; circulará entre las calles, pausada y ceremoniosa, con el Santísimo Sacramento bajo palio antecedido por la cruz parroquial y los monaguillos.
La procesión del santo es más festiva, partiendo, más tarde y tras el repique de campanas, desde la misma parroquial, la notable iglesia gótica de San Pedro, que más parece un castillo apretada entre las casas del casco antiguo. Encabeza la comitiva el pendón del santo y las banderas del Santísimo y de la Cofradía de Mareantes de Zumaia, viene detrás la estatuilla del santo, a hombros de marineros vestidos de azul mahón, cuatro jóvenes los flanquean con grandes remos mirando al cielo, les siguen los sacerdotes con la reliquia de San Telmo y acompaña la banda de música y una fila de parroquianos. La procesión sube hasta la ermita donde se celebra misa antes de llevar al santo girando en todo su derredor y bendiciendo los mares con una reverencia.
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Desde el siglo XVI está ahí la ermita, desafiando los acantilados, vigilando el mar y los horizontes. Entonces los marinos que levantaron el templo no sabían que las rocas eran un libro de historia geológica. Allí mismo, avanza sobre el azul del mar una proa de areniscas rojas y amarillas que tiene atrapados en sus capas de sedimentos milenarios algunos episodios singulares del clima planetario. La llegada de un meteorito gigante que ocasionó la extinción de los dinosaurios hace 60 millones de años y el último calentamiento global de la Tierra sucedido unos diez millones de años más tarde dejaron sus huellas grabadas en las rocas verticales de Itzurun.
Cuando se sedimentaron aquellos lodos el lecho marino era horizontal. El tiempo y los movimientos de la corteza terrestre lo han puesto vertical y así nos entrega ahora su belleza histórica, apilando capas de memoria que se nos antojan como las de un hojaldre de colorines que nunca podremos comer, solo mirar. Por eso bajar la escalinata hasta las rocas musgosas de Itzurun y sentir allí las caricias del viento es tan emocionante.
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