
El Capricho de Gaudí cumple 140 años
Comillas (Cantabria) ·
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Comillas (Cantabria) ·
Edificio precursor del modernismo, la primera casa acabada por el arquitecto catalán sirve de excusa para recorrer una villa con encantoLucía Alcolea
Jueves, 20 de marzo 2025, 16:55
Hay un silencio respetuoso en El Capricho de Gaudí, como si los visitantes -pocos en esta época del año- anduviesen a tientas. Como si el ... edificio se percibiese y no solo se mirase. De hecho, más que eso, al entrar uno tiene la sensación de que le observan y es cierto que apuntan al huésped al menos seis mil girasoles, los que cubren las paredes azulejadas del monumento y reflejan la luz, cada uno de una forma diferente. El Capricho de Gaudí ubicado en Comillas cumple 140 años este 2025. Casi siglo y medio desde que el joven arquitecto catalán, aún en ciernes, modelase esta obra maestra. Y si hay alguien que ha crecido a la par que el edificio es Carlos Mirapeix, su director, que cumple, por decirlo así, quince años, ya que fue un 24 de julio de 2010 cuando él y cuatro más rescataron El Capricho como monumento visitable, tras una desafortunada etapa anterior como restaurante.
Tenían «una mesa, una sombrilla y una riñonera», el apoyo de los propietarios y nada que perder. Establecieron una tarifa de 5 euros por visitante. La gente les decía que nadie iba a pagar por ver la villa Quijano -la obra de arte fue concebida para ser la vivienda de Máximo Díaz de Quijano, uno de tantos indianos que había regresado a su localidad natal después de hacer fortuna en las Américas-. El primer día lo visitaron 600 personas. Así «conseguimos sacar la cabeza del agua». Ahora ya van por la cintura, por lo menos.
Desde Bilbao hay 143 kilómetros a Comillas, y 205 desde Vitoria.
El Capricho celebra su aniversario como un monumento «más maduro». «Nos hemos profesionalizado y hemos llegado hasta aquí con una identidad propia, no somos la casa de Gaudí más importante, pero tenemos una visión de la cultura diferente, nada elitista, que se basa en un trato más humano y más directo con el visitante». Total, que el monumento es el mismo, la imponente construcción ornamentada, que es una melodía, un bosque, un instrumento, que es incluso matemáticamente perfecta, «se conserva igual que hace 140 años». Esto es posible porque solo cierra durante cinco jornadas al año.
Mirapeix reclama para la obra iniciática de Antonio Gaudí -fue su primera casa acabada- mayor trascendencia. Dejar de ser ese «monumento menor» situado en un lugar remoto. «El Capricho simboliza el preludio de la modernidad en Europa y se considera la primera expresión de Gaudí, que lo diseñó con apenas 31 años, por eso en el edificio se pueden leer las claves que van a definir la arquitectura del artista en el futuro». Es decir, que para poseer un conocimiento panorámico del conjunto de la obra de Gaudí, que alcanza su cénit en edificios como la Casa Batlló, La Pedrera y la Sagrada Familia -todas ellas en Barcelona-, «hay que conocer la base», los cimientos. Y esos están en Comillas. En las barandillas con forma de clave de sol y en la luz que se posa, parsimoniosa, en el alféizar de las ventanas. Además, no importa si uno lo visita, pongamos, cuarenta veces. En cada ocasión conocerá una faceta diferente.
El Capricho de Gaudí no siempre ha sido un monumento visitable. Tras la intervención que experimentó en los años 90 del pasado siglo, que incluyó la restauración del invernadero y de las paredes -el resto es todo original-, la sala principal fue empleada como restaurante. «La cocina estaba en una zona excavada debajo del invernadero, lo que por suerte no afectó a la estructura del edificio». El establecimiento nunca funcionó especialmente bien y la actividad no permitía una adecuada conservación de El Capricho. En 2008 cerró debido a la crisis económica y a partir de ahí se abrió a las visitas.
La visita a este municipio cántabro da para muchas más cosas. Se puede visitar también el Palacio de Sobrellano, construido en 1888 por encargo del primer marqués de Comillas como residencia de verano. Impresiona por su estilo neogótico y sus grandes dimensiones, que recuerdan a los palacios venecianos. Y no es tampoco mal plan pasear por su casco antiguo y pararse en alguna de las terrazas a degustar las viandas locales.
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