Del búnker de Ketura al bosque de Siskina
Zigoitia (Álava) ·
Zigoitia (Álava) ·
Ketura es casi una dehesa, ahora es un pastizal que no está vacío. En la mancha verde de hierba, recostada casi en el pie de un bosque que mira a Gorbeia, sobresalen dos petachos de hormigón, descontextualizados, aparentemente inútiles en ese lugar. Pero no están ... en vano porque sirven de monumento y memoria, sirven para recordar que allí al lado se vivió una de las más cruentas batallas de la guerra de 1936, mal llamada Guerra Civil.
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Ahí está el bunker de Ketura, un nido de ametralladora construido en marzo de 1937. La fecha exacta de su fraguado se conoce porque los investigadores históricos hallaron, grabada en el hormigón cuando aún estaba fresco, una treintena de grafitis dibujados por los milicianos del 'Batallón Madrid', el 5º de la UGT del Ejército vasco. En las inscripciones se reflejan expresiones como «Viva el ejército rojo» pero también los nombres y apellidos de los soldados y el de una misteriosa «Katalina» que nadie consigue ubicar ni reconocer.
Estamos en el corazón de uno de los más terribles escenarios de aquella maldita guerra; los milicianos vascos intentando en vano durante días y días tomar Legutio en noviembre de 1936 para avanzar hacia Vitoria. Atacados por los fascistas desde la torre parroquial con ametralladoras, también desde las murallas, nunca pudieron los milicianos vascos hacerse con la posición. Ketura sirve ahora de paseo con memoria a un paso de la aldea de Etxagüen, a dos patadas de Legutio.
Más arriba está el bosque, el hayedo trasmochado y pintoresco de Siskina. Los árboles son allí impresionantes: enormes troncos vetustos, enramadas laberínticas y de brazos gigantescos. El otoño los pinta espectaculares. Dicen que uno de estos ejemplares, al norte de la chabola del 'Pipas', podría ser uno de los más grandes de Gorbeia.
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No sabemos quién arregló la chabola pero después de caminar por la vieja vereda de Zigoitia a Otxandio es un placer sentarse en su mesita a escuchar el silencio de Siskina. La cumbre está justo encima y nos enseña panoramas grandes y hermosos con el Anboto y las montañas de Durangaldea como en una exposición.
Pero no hubo silencio siempre en Siskina. Muy cerca de la chabolita hay una depresión natural, una enorme dolina inaccesible en la que se esconde el acceso a una cueva. De sus profundidades debieron salir no pocos insultos y lamentos de quienes pasaron días allí castigados. Los gudaris que habían hecho alguna fechoría y se les consideraba facciosos o desertores, eran llevados a aquella cueva, arrestados en un batallón disciplinario. Un grabado en la pared lo ratifica: «Bon disciplinario». Bajar a la dolina de Siskina, resbalando por sus laderas, puede parecer fácil, quedarse abajo en la humedad penetrante del bosque no puede ser recomendable; y salir sin ayuda quizás sea imposible.
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