Brutalidad medieval en el pueblo más bonito
Pedraza (Segovia) ·
La vieja prisión de Pedraza recuerda los tormentos que sufrían los presos en un entorno cautivadorSecciones
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Pedraza (Segovia) ·
La vieja prisión de Pedraza recuerda los tormentos que sufrían los presos en un entorno cautivadorA los presos en la Edad Media les trataban muy mal, les sometían a tormentos terribles y hasta les cagaban por encima. Eran tiempos brutales y siniestros. Por eso los vestigios de aquel rincón oscuro de la historia despiertan un interés hostil y algo morboso ... en este siglo XXI tan sofisticado. Sobrecoge en este sentido la prisión de Pedraza. Pero, sobre todo, impactan las historias que cuentan sobre lo que allí ocurría. La visita turística se desarrolla, generalmente, entre un paseo por las calles fantásticamente restauradas del pueblo y la ingesta del cordero asado que los restaurantes del lugar preparan tan rico. La experiencia recuerda un poco a las bañeras de contrastes de los spas.
Pedraza es una pequeña localidad medieval en la provincia de Segovia que cumple con todos los requerimientos de un emplazamiento así: encaramada en un promontorio, se encuentra rodeada por una muralla defensiva con un solo acceso, la Puerta de la Villa, de los siglos XII y XIII, que aún conserva los portones originales de álamo negro. Sobre ella, la barbacana. Primero fue torre vigía y luego prisión. Conserva de este uso, que se prolongó hasta el siglo XIX, el aparataje habitual de la época, como los cepos de pies para inmovilizar a los prisioneros por la noche en la zona de confinamiento preventivo. También hay grilletes de cuello sin cadena pero con un pincho que se clavaba en los muros a una altura variable según la crueldad del carcelero; lo peor era cuando se obligaba al reo a quedarse de puntillas, abocándolo a la asfixia. Las paredes encaladas son como un paisaje estrellado por decenas de orificios.
Hay también dos celdas que no tienen barrotes, sino que son como grandes cajones de madera de tres por tres metros. En cada una llegaba a haber hasta quince presos comunes, generalmente ladrones. Pasaban días a oscuras, con la única luz que a veces se colaba por las rendijas, si es que el carcelero tenía la piedad de dejar abierta alguna de las ventanas del torreón.
Un piso más abajo está el foso, un agujero cuadrado y angosto, sombrío, donde se arrojaba a la gente con delitos de sangre. Tiene una profundidad de unos cuatro metros y a ese abismo se lanzaba, sin escalera ni nada, a los condenados. La idea es que se rompiesen algún hueso en el aterrizaje y así no había que temer fugas ni rebeldías.
Distancia 320 kilómetros desde Bilbao y 282 de Vitoria.
Rehabilitación. Es Conjunto Histórico desde 1951.
El mismo procedimiento se utilizaba en el sótano, un habitáculo más extenso que también carecía de escaleras de acceso. Aquí a la rotura de huesos y a la falta de luz y comida se unía un extra de insalubridad y humillación. El sistema de letrinas de las plantas superiores estaba diseñado para que los excrementos de los demás presos y los carceleros se desplomasen sobre varios puntos de la sala, que carecía a su vez de saneamiento. La gente moría allí y así no había que pagar al verdugo, que tenía que venir desde Segovia. Cuentan que cuando se rehabilitó el edificio, el siglo pasado, hubo que tumbar una pared para retirar la enorme cantidad de excrementos y cadáveres petrificados.
Por lo demás, Pedraza está considerado como uno de los pueblos más bonitos de España y como ejemplo de restauración respetuosa con el pasado. Los restos medievales y el trazado empedrado conviven con palacios y casas nobles blasonadas construidas a partir del siglo XVI. Callejear es una delicia cuando no hay mucha gente. En sus confines está el castillo, que en 1926 fue comprado por el pintor vasco Ignacio Zuloaga para fijar allí su taller y residencia; ahora los herederos lo han puesto en venta por cinco millones de euros.
Como el turismo es lo que ha rescatado a este pueblo de la ruina hay bastantes tiendas de diseño y obradores donde probar las cosas locales, como los soplillos y el ponche segoviano. En los restaurantes reina el cordero lechal al horno. El pueblo entero huele muy bien, a leña quemada.
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