Antuzanos-gayangos, ¿tres lagunas o más?
Merindad de Montija (Burgos) ·
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Lo reconocía mi recién sobrevenido amigo Felipe, conversador desde la soledad de un paraje encantador en la burgalesa Merindad de Montija: «Vengo aquí todos los días y me quedo un rato mirando, escuchando, contemplando; y no me canso, cada mañana el paisaje tiene algo distinto ... que me atrapa».
Nos encontramos, cómo no, los dos buscando algo parecido: entusiasmo por lo natural y la vida. Casualidad, era el día recién amanecido y allí quedamos los dos sentados, conversando y mirando levantarse las brumas sobre las lagunas desde el mirador abalconado muy cerca de la comarcal C-629, antigua Bilbao-Reinosa que antes había sido Camino Real.
Como acercarse a las lagunas, aunque fácil siguiendo el sendero balizado Camino Lagos desde Gayangos, no deja verlas detrás de las barreras de carrizos lo mejor es subirse a un alto para contemplarlas.
Claro, digo lagunas y no se lo he anotado aún. Estamos mirando al conjunto lagunar de Antuzanos-Gayangos, de origen tectónico, fruto de un viejo hundimiento de la corteza terrestre que mantiene sobre una capa impermeable las aguas que en ellas reflejan el color del cielo. Claro, no falta una versión religiosa que nos dice que las lagunas esconden un pueblo en el que un vecino había pronunciado una maldición a la virgen y que así quedó castigado para siempre bajo las aguas.
Así, mirando, no puede resistirme a preguntar a Felipe -que parecía saber bastante del lugar- cuántas lagunas hay en realidad. Porque vistas desde el cielo se reconocen dos conjuntos, uno precioso con al menos cinco manchas de agua separadas por carrizos, otro más al sur con tres manchas acuáticas de distinto tamaño.
Increíble, pero no supo decirme. «Según el año y las lluvias hay algunos pozos que parecen desaparecer y reaparecen más tarde. Unos dicen que hay dos, otros que cinco, otros que siete, pero todos beben de la misma agua», concluyó.
Busqué y encontré lo que había escrito tiempo atrás, en el año 1888, el catedrático Teodoro Sainz y Rueda en un artículo de Las Dominicales del libre pensamiento: «El que yo habito, que es el de Montija, fue el seno de un vasto lago formado por los ríos Trueba y Cerneja que brotan en la alta sierra de Pas... Entre las varias curiosidades que tiene este pueblo y que me han movido a escribir estas líneas están cinco pozos o lagos de los que uno mide 400 áreas aproximadamente, y tiene unos 5 metros de profundidad».
Cinco eran los que conocía Don Teodoro, en ellos se criaban anguilas, sangujas y barbos de dimensiones extraordinarias, y también nos citaba los «baños de Gayangos» que aprovechaban las aguas sulfurosas del valle, «acaso las mejores entre las mejores de España», según decía.
No hay ya balneario, tampoco la barca de recreo para los bañistas, pero desde el mirador es una gozada sentarse a ver pasar el tiempo cualquiera de esas mañanas de brumas; de cielos encapotados o azules, lo mismo da, para intentar adivinar en el tapiz de verdes que ondulan suavemente entre Gayangos y Bárcena de Pienza si son dos, cinco o quizás ocho las lagunas del sistema acuático natural más importante de Burgos. Si quienquiera que lea estas líneas tiene la solución definitiva a nuestro enigma lagunar, háganoslo saber.
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