Todos los raros están convocados al concierto que el gran telépata de Sant Vicenç dels Horts –que no de Dublín– oficiará este viernes (21.00 horas) en la vitoriana sala Jimmy Jazz. Los superventas Love of Lesbian presentan por estos pagos ‘El poeta Halley’, su ... ultimísimo, finísimo y rarísimo trabajo que han convertido en improbable éxito comercial. Otra vez. Y, claro, en estos días tan extraños, en un momento en que el enmarañado nudo catalán lo asfixia todo, había que preguntarle a Santi Balmes, oficioso líder de la banda, por el tema. Por el monotema. «Yo no estoy en un bando ni en otro, pero la equidistancia es muy difícil de mantener cuando ves las cosas que están pasando», resuelve. Se moja.
– Uno de los temas de su último trabajo pasa de largo los nueve minutos y medio . ¿A los Love of Lesbian ya les dejan hacer lo que les da la real gana?
– Estamos en ese punto en el que hemos intentado romper los esquemas, también de la duración propia de una canción pop. La sensación que teníamos es que había tantas cosas que explicar que era necesario ampliar la duración de los temas.
– La decisión puede parecer comercialmente suicida.
– Y eso que llegamos al número uno, llevamos 84 en listas de ventas, sin caer ningún mes. Al final, tendemos a despreciar y a homogeneizar demasiado el público cuando, en realidad, estos apriorismos resultan contraproducentes para la creación y creo que el público y sus inquietudes están cada vez más estratificados.
«Prefiero que me digan que somos unos culos inquietos a que nos acusen de habernos estancado»
– ‘El poeta Halley’ no es un disco fácil.
– No lo es. Creo que gana a cada escucha y es lo que buscábamos. No queríamos que fuera la típica colección de hits que, escuchados un par de veces, ya no hay más que aportar. Pretendíamos que tuviera varias capas que a cada lectura de las letras se pudieran descubrir nuevos significados, queríamos proponer un juego, casi de investigador policiaco, a través de metáforas poéticas.
– Pero su público estaba acostumbrado a un estilo mucho más definido. Y ya sabe, si algo funciona...
– Ya, pero tenemos pereza a repetir fórmulas y también una cierta adicción a esa sensación en la que te sientes en peligro. Para nosotros cambiar es una especie de deporte de riesgo mental, que es lo que nos motiva para continuar. No estamos en esa época todavía de aposentarnos en una manera de hacer las cosas, como esos artistas que tienen muchísimos discos en el mercado y solo se sienten a gusto en un cierto modo de trabajar.
– Es curioso, porque a algunas bandas les ocurre que, cuando cambian de registro, sus fans acaban por darles la espalda. Pero los suyos siguen ahí.
– Es que, hagas lo que hagas, optes por la fórmula que optes, la gente percibe si hay honestidad. Y eso sí que es un ‘must’. Es una ley inquebrantable para nosotros. Si la gente nota que hay una honestidad brutal en lo que haces, puedes gustar más o menos, pero nadie te podrá decir que te has vendido. Prefiero que me digan que somos unos culos inquietos a que nos hemos estancado.
«Una banda no busca ser indie o mainstream, lo que quiere es convertirse en una entidad»
– ¿Pueden dar un bolo sin que se deje caer ‘John Boy’ (uno de sus temas más coreados)?
– ‘John Boy’ sólo no fue titular en un partido. Y, además, es que es una canción que nos gusta muchísimo tocar. Hay que considerar esos discos que marcan un antes y un después en una banda como un activo, no hay que ser tan arrogante ni tan pedante como para decir «estoy harto de ‘1999’», estamos muy orgullosos de ese disco, le debemos lo que somos ahora y sigo escuchándolo y creo que nos salió químicamente redondo.
– Como les ocurrió a bandas como Lori Meyers o Vetusta Morla, el éxito les desterró del paraíso alternativo. ¿Le molesta que les tachen de comerciales?
– ¡Es que hay tanta doble moral en ese sentido! Me gustaría que la gente supiera la cantidad de cosas que hemos llegado a rechazar.
– ¿Por ejemplo?
– ¡Buah! Propuestas de todo tipo, asociaciones con marcas que no nos gustaban, conciertos privados... Pero, al final, ser considerados una cosa u otra no nos importa tanto. Lo que una banda quiere no es ser reconocida ni como indie ni como mainstream, es convertirse en una entidad.
«No nos quería ni Dios»
– Este verano se han metido entre pecho y espalda 14 festivales. Están hasta en la sopa.
– Es que para los promotores, como banda que aglutina a muchísima gente, eres una garantía, pero estamos en los festivales porque la gente vibra. ¿Que si hay falta de imaginación en los carteles? A mí eso no me atañe, pero en los primeros discos en castellano no hicimos ni un puto festival, no nos quería ni Dios. Y mira que lo intentábamos. Ahora da la sensación de que Love of Lesbian siempre ha estado en todos los festivales y no es así. Nos costó muchísimo que nos contrataran.
«El desgaste emocional que tenemos es muy bestia. Si ahora sacáramos un disco sería muy punk»
– ¿No tienen miedo a generar cierto empacho?
– Es un debate que existe en la banda y encontrar el equilibrio es muy complicado. Pero la nuestra es de las pocas profesiones en las que tienes que justificar que estás trabajando y los festivales y los bolos son eso, días de trabajo. Cuando apenas se venden discos, si no hacemos directos, ¿qué vamos a hacer?
– Serrat participa en el bellísimo cierre de ‘El poeta Halley’. ¿Qué se le removió cuando algunos independentistas le llamaron fascista?
– No me lo podía creer, la verdad. Mira, yo soy partidario del referéndum, a poder ser si hubiera sido pactado. Pero jamás se me hubiera pasado por la cabeza que a una persona que ha hecho lo que ha hecho por la cultura en este país, en una época como el franquismo, se le pudiera decir algo así, me pareció increíble.
– Entonces, ¿no hay riesgo de que los LOL trasladen su sede social fuera de Cataluña?
– Je, je. Mira, jamás había tenido la sensación de estar en un hervidero. Continuamente te llegan noticias de que esto va a petar y que va a petar mal. Aquí desayunamos, comemos y nos vamos a dormir con esto hasta tal punto que los temas personales se han aparcado. La situación es tan bestia que tengo la sensación de que el resto, lo laboral, lo emotivo... se ha congelado, que la vida está en un ‘stand by’.
– Tiene que ser complicado abstraerse del monotema.
– El ruido es tan bestia, tanto de una parte como de otra, que o te aíslas o puedes perecer de odio. El desgaste emocional que estamos teniendo en Cataluña es acojonante.
– ¿El ‘procés’ ha llegado a empapar a su música?
– Si ahora estuviéramos preparando un disco, sería algo muy punk, bastante lleno de odio al sistema que se ha creado. Yo tengo una sensación muy claustrofóbica y también esquizofrénica. A veces, veo un debate entre políticos y estoy de acuerdo con todos. Pero, a mí, lo que me sorprende muchísimo es que no ha habido ningún intento de seducción: creo que no se va a ningún lado aplicando sólo la ley o diciendo ‘mira lo que pone en tu DNI’. Yo no estoy en un bando ni en otro, pero la equidistancia es muy difícil de mantener cuando ves las cosas que están pasando.
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