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El Adour, un río con tres puertas al mar

El cauce más largo del Pirineo discurre a manos del ingenio humano

Santiago Yániz

Martes, 11 de abril 2023

El Adour o Atturri es un río curioso. Después de haber nacido pirenaico, al costado del mítico Tourmalet, se echa a saltar en cascadas, se crece paso a paso con el alimento de hasta 23 afluentes, la mayoría llegados desde los paisajes vascos del norte, ... y luego aplaca su bravura, discurriendo plácidamente hasta echarse al mar 308 kilómetros más allá.

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El río más largo del Pirineo tiene nombre de origen ligur, resultado de combinarse ur y dur, las formas vasca y celta de decir agua. Así que no nos extraña que se llame simplemente «agua» cuando le acompañamos en su inmenso caudal portuario a las puertas de Baiona.

Esa es la desembocadura de hoy, pero en su larga vida el Atturri tuvo otras dos. Hace algo más de mil años tenía su estuario un puñado de kilómetros más al norte, en Capbreton, y por allí sirvió la entrada hacia la Galia a los bravos invasores vikingos. Un río útil entonces.

¡Ay! En 1310 llovió mucho, torrencialmente. Y las tierras arenosas, todas las dunas de la costa, se removieron tanto que cerraron el paso por donde venía el río. Bayona se inundó y el cauce bravo pirenaico se buscó otro camino más al norte echándose al mar donde había una pequeña bahía que se transformó entonces en el Port Saint Albret, durante mucho tiempo el principal puerto del sur de Francia.

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Pero a Port d'Albret se le terminó aquel regalo. Porque en 1578 el rey mandó al río a desembocar en Baiona. Carlos IX quería verlo pasar por la ciudad y pidió a su ingeniero Louis de Foix que realizara un «détournement»; y cumplió la orden a base de arduos trabajos colocando presas y empalizadas hasta desviar el cauce hacia el sur, entre Angelu (Anglet) y Bokale (Boucau).

Sucedía que el movimiento enfrentado de mar y río producía el almacenamiento de un gran banco de arena ante la desembocadura creando la Barra de Baiona (como la de Portugalete) en la que sistemáticamente embarrancaban los barcos.

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Fue Louis XIV quien buscando una solución hizo encerrar al Atturri entre dos diques y solo tras la Segunda Guerra Mundial se hicieron lo bastante largos para penetrar en el mar e impedir el reflujo de arenas que todavía hoy aún requieren de dragados. ¡Ah! El viejo Port d'Albret mantuvo un tiempo su camino navegable al mar pero se convirtió después en el único lago marino de Francia para ser en adelante Vieux-Boucau, lugar codiciado ahora por los turistas.

En la Barra del Atturri se superponen los diques, las dunas, el oleaje, los faros y las sirenas que avisan del peligro en los días de niebla. Y sólo si hay calma frecuentan el muelle los pescadores a la espera de lampreas o lubinas. Los atardeceres junto a la desembocadura del Atturri impresionan por su belleza pero mucho más si sospechamos que lo mismo le da al río por volver por sus fueros y marcharse de nuevo al norte. Quizá en esta incertidumbre del paisaje está su mejor poesía.

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