Un trayecto accidental de civilizaciones y culturas
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Winterbottom anticipa la hostilidad que se estaba generando en Europa en contra de los refugiados en 'In this World'Joyas impopulares ·
Winterbottom anticipa la hostilidad que se estaba generando en Europa en contra de los refugiados en 'In this World'Es un cineasta de viajes, de miradas globales y ambiciosos retratos, de intimismo representativo de una forma de estar y ser en el mundo. Ciudades, criaturas indomables, epopeyas urbanas, radiografías de un tiempo convulso, búsquedas, amores inválidos y relatos desmayados que se postulan como una ... construcción invisible de una época habitan en sus películas. El director de 'I want you' y 'Wonderland' ha abordado casi todos los géneros –desde el western moderno a la fábula urbana, del musical a la ciencia ficción, del documental a la comedia y el drama– pero siempre con aristas y matices absolutamente personales donde el individuo, con sus carencias y temores, sus deseos y perspectivas, es el eje humanista de su cine.
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La ilustración romántica, la memoria, el olvido, el amor verdadero, la pasión, el amor imposible, el suspense oscuro minimalista, los personajes obsesivos, los repartos curiosos y el lenguaje depurado conforman los rasgos de estilo de Michael Winterbottom. En 'In this world', su ambiciosa propuesta se traduce en un intenso trayecto accidental de civilizaciones, geografías y culturas. Sin estridencias, esta babel planetaria revela cercanía y está dotada de una piel especial que transmite autenticidad y empatía. El autor de una divertida crónica musical del Manchester de entre 1975 y 1992, en pleno auge del movimiento punk, se decantó aquí por una miscelánea de géneros y tonos en una narración lineal entre países que se reviste de road movie. Una historia de historias sobre los movimientos migratorios hacia Europa que desprende ese aire de verdad, nunca de ligereza, con una caligrafía directa y formal, en una obra valiente, exenta de ese sensacionalismo exhibicionista y dramático, tan en boga desde la pasada década.
Oso de Oro en la Berlinale, la cinta de Winterbottom utiliza como columna vertebral a dos jóvenes refugiados afganos que intentan llegar a Londres. En cierto modo el cineasta anticipa y perfila tanto la hostilidad incipiente que se estaba generando en Europa en contra de los refugiados como la crisis continental reciente. Una apuesta por el cine innovador y comprometido, provocador y original, que este espíritu libre firma con intensidad y pasión, sin abandonar nunca esa mirada humilde o ese tono artesanal. La miseria es el eslabón entre los mundos y, antes, un viaje ignoto permite recorrer los entresijos de la supervivencia y de la necesidad de hallar un lugar en el mundo. Relaciones, conflictos y búsqueda de la felicidad atraviesan la médula espinal de una obra conducida por los dos jóvenes protagonistas, genuinos refugiados afganos.
La plasmación en imágenes de su periplo supone la humanización de la estadística. Sin caer en el docudrama y evitando el amarillismo de denuncia, el filme acumuló cientos de horas continuadas del viaje, rodadas con cámaras de vídeo digitales. Eso concede una textura y visión especial al filme, a modo de observatorio, que agita ficción y realidad. Ese inquieto e incómodo realismo de la película es el que dota a la narración de una extraña invitación a descubrir un paisaje humano aparentemente contado pero que el director británico revela y certifica como nuevo. En este sentido hay algo de odisea grande y pequeña, de explosión de gestos necesarios en un mundo globalizado, de superación y resistencia. Un trayecto de miles de kilómetros, de Afganistán a Irán, de Pakistán a Turquía y Francia, sin hipérboles gratuitas ni subrayados.
La cámara en mano de Winterbottom esa verdadera voz de este filme sin apenas diálogos, que no necesita discursos ni insistencias reiterativas. Es la dureza de la fragilidad. De ese juego interno entre realidad y ficción que resulta significativa la anécdota de rodaje: la reacción de la madre de uno de los jóvenes que sabiendo que estaba haciendo la película reprendía a los directores por permitir que un niño sufriera al estar 48 horas metido sin agua en un contenedor de carga. El equipo se quedó aliviado con esta reacción. "Tuvimos que explicarle que realmente estábamos en un aparcamiento y que estuvimos rodando tan solo una hora". El filme se aleja de lo didáctico y deja que las imágenes golpeen con su evidencia. Lo dijo Winterbottom como declaración de principios: "Leía historias como esas en los periódicos y pensaba en el esfuerzo tan increíble que la gente hacía para llegar a este país, y me preguntaba porque reaccionábamos tan hostilmente cuando llegaban aquí. Quizás si la gente pensara mas en las experiencias de esas personas como refugiados, simpatizarían mas con su situación". Su filme es el retrato de un futuro imperfecto: la hostilidad culpable de todos, el sentimentalismo apartado en la cuneta y el compromiso como ventana transparente de una crónica de un tiempo vergonzoso.
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