«Se acerca el invierno». Cuatro palabras bastan para que una multitud se regocije con lo que está por venir. Y es que el reciente estreno de la octava y última temporada de 'Juego de tronos' se ha convertido en uno de ... esos hitos para los seriéfilos de todo el globo. Sea cual sea el destino final del trono de hierro, el éxito está asegurado. ¿Pero qué la hace tan especial?
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Prácticamente desde el nacimiento de la televisión, las series han ido de la mano de la pequeña pantalla. Pero ha sido en los últimos años, cuando este tipo de ficciones y su expectación se han convertido en materia de estudio sociológico. ¿Por qué se produce este fenómeno? ¿Qué tienen las series para enganchar al público? ¿Se puede convertir en una adicción patológica? ¿Qué series han fidelizado a mayor número de seguidores?
Los expertos advierten de que se está generando una burbuja de las series en la que, además de la dudosa calidad de muchas producciones, se ha detectado que la inabarcable oferta de títulos provoca problemas de ansiedad y estrés en los seguidores más fieles del género. Y de hecho, ya se han hecho públicos casos de personas que no pueden despegar la mirada de la pantalla ni queriendo, como el de un indio que ha sido diagnosticado con una adicción a Netflix.
Sin embargo, la psicóloga Claudia López Madrigal, del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, reclama prudencia a la hora de hablar de adicción a las series: «Hay que ser cuidadosos porque el término de 'adicción a las series' está bastante mal usado; por ejemplo, el nuevo fenómeno del binge-watching o ver series en maratón no es necesariamente una conducta adictiva». «'Chutarse' varios episodios de una sentada no implica adicción; para que se considere adicción tiene que existir malestar significativo, durante un periodo más o menos largo y que se mantenga aun sabiendo el daño que le hace a quien lo sufre; que haya intentado dejarlo y haya fracasado y que haya afectación en las actividades laborales, sociales, familiares, etc.». En cualquier caso, López Madrigal admite que las adicciones a sustancias (alcohol, drogas estupefacientes...) y las de comportamiento comparten el mismo mecanismo cerebral: «El circuito neurológico es el mismo; tenemos un mecanismo de recompensa en el que la dopamina juega un papel muy importante como neurotransmisor, es decir si yo deseo algo y lo obtengo, consigo una porción extra de dopamina. Cuando ese circuito se ve alterado o se descontrola, hablamos de una adicción».
Sobre los posibles efectos negativos del enganche a las series de televisión, la psicóloga mantiene que, aunque hay aún pocos estudios al respecto, los existentes asocian a estas conductas «mayores sentimientos de soledad y la necesidad de pertenecer a un grupo o una realidad distinta a la que tiene, así como también con sentimientos de índole depresiva». López Madrigal cita un estudio de la Universidad de Oregon, que descubrió que los individuos que consumían las series de forma compulsiva se sentían menos solos, más acompañados, como una manera de escapar de su realidad.
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Pero hay una 'receta' que, según un reportaje publicado por la revista Time, prácticamente asegura una buena porción de éxito para que el público sea más propenso a engancharse a las series. Así, la publicación menciona el cambio rápido de planos y escenas: la velocidad en el cambio de la imagen evita que el espectador retire la mirada por miedo a perderse algún detalle clave para la trama. 'Juego de tronos' cumple de sobra con este requisito: la vertiginosa velocidad de planos y escenas es célebre entre los seguidores de la saga.
También es importante el control del director sobre el montaje de cada capítulo: está demostrado que cuanto más cuidado esté cada detalle por parte del creador, más atención genera en el público. Además de incluir escenas de sexo y violencia en los episodios, dos ingredientes ganadores por los que la serie del trono de hierro apuesta hasta mezclados, el artículo señala el más conocido de los recursos para conseguir adeptos: el 'cliffhanger' o borde del precipicio, que consiste en concluir un episodio sin haber culminado el clímax narrativo, es decir, dejando sin desvelar la incógnita sobre la trama. Algunos capítulos de la serie de David Benioff y D. B. Weiss han dejado momentos memorables, que muchos fans no pueden eliminar de sus retinas ni aun queriendo (véase la boda roja, el regicidio de Joffrey o el parricidio de Tywin Lannister).
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La técnica del 'cliffhanger' es de sobra conocida y ha servido de lanzadera para otros enganches de fidelidad de los usuarios. Por ejemplo, el 'autoplay' de Netflix que invita a visionar el siguiente episodio de una serie sin que el usuario tenga que hacer nada; tan solo seguir con la pantalla encendida.
Este tipo de ganchos, según Javier García Manglano, doctor en Sociología e investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, «son mucho más fáciles de aceptar que de rechazar», y eso es una de las claves del éxito de Netflix y similares. A ello se suma la ingente información que estas plataformas manejan sobre nuestros gustos. Gracias a la suscripción, recopilan nuestras costumbres de consumo audiovisual y las potencian con sugerencias personalizadas. Así, prácticamente «saben antes que tú lo que te gusta y lo que no, lo que quieres ver y lo que no».
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La receta propuesta por Time y que reitera García Manglano la siguen a pies juntillas las series más seguidas y con más 'enganchados'. Por ejemplo, 'Perdidos', uno de los primeros hitos de las series con seguimiento masivo. Hasta un punto tal de psicosis colectiva que el capítulo final de la serie sigue despertando controversia entre sus fans, en su afán por dar una explicación plausible al desenlace de la historia. Era la primera vez que los capítulos se estrenaban casi a la vez y con escasas horas de diferencia en todo el mundo. Curiosamente, justo el mismo año en que la serie acababa, comenzaba 'Juego de tronos', que recogía.
También la repercusión mediática y social contribuye a que las series se vuelvan virales. Es lo que ocurrió con 'Breaking Bad', cuya historia sobre un profesor de química enfermo de cáncer que se dedica a fabricar metanfetamina para dejar un legado con recursos a su familia enamoró a medio mundo. Y las estupendas críticas movieron a que muchos siguieran las desventuras de Don Draper y compañía en 'Mad Men', al igual que el novedoso formato que proponía 'The wire' o las historias costumbristas de la mafia ítaloamericana que reflejaba 'Los Soprano'. No se pueden olvidar tampoco las rompedores cifras que alcanzó en su día 'Friends' que, aunque concluyó hace quince años, sigue recabando buenos datos de audiencia en sus reiteradas reposiciones.
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En el caso de 'Juego de tronos', HBO ha vuelto a dar la campanada. Auspiciada primero por las tramas de su creador literario, George R. R. Martin, y luego volando libre, es sin duda la serie de la década. Sus rodajes han encumbrado localizaciones al top de destinos turísticos y sus hipnotizantes argumentos han monopolizado conversaciones durante meses. Hasta el punto de que si no la sigues o no estás al día, te quedas fuera.
Ahora toca saborear poco a poco la octava temporada, como los buenos vinos. Será de nuevo un hito en el creciente universo de las series. Y guste o no, dará juego. Hasta que llegue de nuevo el invierno. Pero ese será otro invierno. Uno distinto.
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