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Llueve mucho en 'Patria', llueve sobre los vivos y los muertos. La lluvia se mezcla con la sangre del Txato (José Ramón Soroiz) en el arranque del primero de sus ocho capítulos, advirtiendo de que esta no es una serie más. Como escenario, el ... puente de Soraluze, aunque tanto en la novela como en la pantalla nunca sepamos el nombre de ese pueblo guipuzcoano encajonado entre montañas y pabellones industriales. El comando etarra prepara las armas y, sí, parecen etarras. O al menos vascos, no como en 'La línea invisible', donde el casting terrorista no era muy acertado. Suenan tres disparos y Bittori, la mujer del Txato (Elena Irureta), corre con la desesperación de quien se lo esperaba. Poco después, años mas tarde, la veremos en el cementerio, limpiando de hojas la tumba de su marido y contándole que ETA ha decidido dejar de matar. Es hora de volver al pueblo para saber. Ella solo quiere saber.
En el territorio de las series, donde las tramas son el mecanismo de enganche, 'Patria' prescinde de enredar la acción para ir encadenando episodios. Es tan buena que no le afectan los spoilers y se atreve a mostrar varias veces el asesinato del Txato desde distintos puntos de vista, alimentando la psicología de los personajes en cada nuevo capítulo. La serie de Aitor Gabilondo que el Festival de San Sebastián descubre este viernes estrenará sus dos primeros episodios en HBO el 27 de septiembre y el resto se emitirán semanalmente. Es una película de ocho horas que se toma su tiempo, con tramos sin diálogos, y que logra capturar el estilo seco y cortante de la prosa de Aramburu cuando los protagonistas hablan. Esa cosa tan vasca de resultar seco, brutal y sincero a la vez: «He visto luz en casa de esos»; «En vez de enterrarlo, parece que lo estamos escondiendo»; y una línea de diálogo que resume esta serie benéfica para todo un pueblo: «Si estás sufriendo, ¿cómo vas a olvidar?».
Un observador extranjero que no supiera nada de lo que ha ocurrido en Euskadi en los últimos cincuenta años se preguntaría al ver 'Patria' por qué nadie sale a ayudar a esa mujer a la que acaban de matar a su marido. La serie trata de responder a esa cuestión. Si Bittori habla con su esposo muerto, Miren (Ane Gabarain, de Oscar) lo hace con San Ignacio en la iglesia, esa donde un curita abertzale reza por los etarras y le reprocha a Bittori que haya vuelto. Frente a la ignominia, dignidad. Y el reto de colocar unos geranios rojos en la ventana entre tanta grisura y sirimiri para advertir a sus vecinos que ha vuelto y no piensa irse. Esas dos madres coraje son el corazón de 'Patria', hasta el punto de que Gabilondo habla de «un western con señoras». Dos amigas que toman churros en la Parte Vieja donostiarra hasta que la violencia las separa. La amargada Miren, ruda, arisca, casada con el pusilánime Joxian (Mikel Laskurain) y condenada a cuidar de su hija Arantxa, a la que un ictus ha dejado en silla de ruedas (Loreto Mauleón, sobrecogedora). A Bittori le fueron mejor las cosas porque El Txato se arriesgó a montar una empresa boyante. Hasta que empezaron a pedirle el impuesto revolucionario y lo mataron. «Es lo que tienen las guerras», zanja Miren.
Aitor Gabilondo, responsable de series como 'El Príncipe' y 'Allí abajo', ha vivido de primera mano todo lo que cuenta 'Patria': el Bulevar en llamas, el qué dirán, los silencios cómplices. Ha sorteado las pelotas de goma y las barricadas cuando entregaba los pedidos de la carnicería familiar en el mercado de la Bretxa. Fue a la ikastola, tuvo compañeros que acabaron en ETA y familiares y amigos amenazados por la banda. Gabilondo llevaba años dándole vueltas a la idea de hacer una serie sobre tantos años de dolor y silencio entre nosotros. Y la lectura de la novela de Fernando Aramburu, antes incluso de que se publicara, fue catártica. «Por fin alguien ponía voz a los que no hemos sacado nada de todo esto y hemos tenido un montón de sentimientos difíciles de digerir», cuenta en el libro de la serie que ha editado HBO. «Leer ese libro escrito con tanta valentía fue liberador. No es que por fin alguien hablara, porque muchos lo han hecho y algunos han hablado tanto que hasta los han matado. Lo que digo es que Aramburu ponía voz a unos sentimientos a un nivel distinto».
A Gabilondo le gustó que los personajes tuvieran contradicciones y que el espectador se viera interpelado por ellas. ¿Seríamos como Gorka (Eneko Sagardoy), el hijo homosexual de Joxian y Miren, al que la cultura salva y le lleva a huir y comenzar una nueva vida en Bilbao)? ¿O nos hubiéramos dejado arrastrar por el ambiente asfixiante de la herriko taberna como su hermano Joxe Mari (Jon Olivares), un despojo humano después de años en la cárcel? Más allá de polémicas con un cartel, 'Patria', no oculta que el sufrimiento en el País Vasco no entendía de bandos. Hay registros policiales que destrozan un hogar, controles amenazantes de la Guardia Civil, viajes de horas en autobús a la otra punta de España para visitar al hijo preso y torturas en comisaría.
De otra manera no rezumaría tanta verdad y emoción. Sería una lástima que el espectador se dejara arrastrar por prejuicios y polémicas vacuas en las redes sociales, perdiéndose personajes tan de carne y hueso como Arantxa, que desde su discapacidad recuerda aquellas noches al ritmo de Kortatu, cuando trajo a casa a un novio maqueto que no hablaba euskera, sabiendo en el fondo que lo iba a dejar. En una de las escenas más conmovedoras de 'Patria', Bittori empuja la silla de ruedas de Arantxa por la plaza del pueblo desafiante y valiente. Arantxa, que no puede hablar tras el ictus, es precisamente la que más grita por el diálogo. Si Fernando Aramburu no hubiera escrito este viaje hasta un abrazo, Aitor Gabilondo no habría hecho la serie, tal como reconoce el productor: «Quizá tengan razón los que hablen de un 'happy end' falso, quizá sea imposible, pero a mí me da igual».
OSKAR BELATEGUI
'Patria' respeta la estructura fragmentada del libro, que entremezcla el presente (2011, cuando ETA abandona la violencia) con diferentes épocas del pasado. Se avanza emocionalmente y no cronológicamente. Dos eran los grandes retos superados con nota. El primero consistía en recrear una época cercana en el tiempo y de la que todos nos acordamos. El diseñador de producción Juan Pedro de Gaspar, ganador de tres Goyas, nos devuelve a un ambiente muy parecido al que había en Hernani en los años 90. La segunda dificultad era que los mismos actores resultaran creíbles a diferentes edades. La maquilladora Karmele Soler, Goya por 'La piel que habito', y el peluquero Sergio Pérez Berbel, que ha trabajado en los dos últimos largometrajes de Almodóvar, obran el milagro de que no chirríe ni una arruga.
La diseñadora de vestuario Clara Bilbao, que también tiene tres Premios de la Academia, completa el lujoso equipo creativo detrás de las cámaras. La música corre a cargo del compositor getxotarra Fernando Velázquez, que huye de cualquier atisbo de épica en una partitura que, al igual que los personajes, apuesta por ese espíritu tan vasco de las emociones contenidas.
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