Un fotograma de 'Misa a medianoche'.

Mike Flanagan se gusta demasiado en 'Misa de medianoche'

Miniserie ·

El responsable de títulos como 'El juego de Gerald' o 'La mansión de Hill House' alumbra una atractiva historia que pierde fuerza debido a algunos díalogos interminables y un ritmo, a menudo, soporífero

Iker Cortés

Madrid

Lunes, 4 de octubre 2021

Los seguidores de las películas y las series de género tenían ganas de ver 'Misa de medianoche', la nueva ficción televisiva creada, escrita y dirigida por Mike Flanagan. El realizador de Salem, Massachussets, se ha labrado una notable carrera en el medio audiovisual con películas ... como 'El juego de Gerald' o 'Doctor Sueño', secuela de 'El resplandor', y series tan acertadas como 'La maldición de Hill House'. En todos esos títulos, ha demostrado que domina los resortes que atrapan al espectador y lo mantienen en vilo, sin estridencias, sin abusar de las trampas que acostumbran a tender este tipo de producciones.

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'Misa de medianoche' comienza con una imagen impactante: una joven tendida en el asfalto a la que un par de médicos tratan de reanimar, mientras Riley, el causante del accidente -conducía ebrio-, se lamenta por lo ocurrido. La joven fallece y Riley acabará pasando una temporada en la cárcel. Tras cuatro años entre rejas, el joven regresa en régimen de libertad condicional a su localidad natal, junto a sus padres y su hermano. Crokett Island, un personaje más en la ficción, es una pequeña isla, de casas avejentadas, que da cobijo a poco más de cien personas. Los lugareños se dedican fundamentalmente a la pesca y resisten como pueden el paso del tiempo.

La llegada de Riley da pie a la presentación de los distintos personajes que pululan por la serie. Sus padres, Ed y Annie, son, como muchos de sus vecinos, profundamente religiosos, si bien es verdad que la iglesia cada vez está más vacía. Se ocupa de mantenerla en perfectas condiciones Beverly Kane, una joven muy devota y de aspecto algo estremecedor. El hermano de Riley, Warren, es uno de los monaguillos, y ha hecho piña con dos chavales del pueblo, Ooker y Ali, este último musulman y el hijo del sheriff, Sharif. Warren, además, está perdidamente enamorado de Leeza, una joven en silla de ruedas.

Será precisamente el domingo cuando Riley acuda con sus padres a misa. Al principio, es la comidilla del pueblo, pero la llegada de un nuevo sacerdote lo cambia todo. Al parecer monseñor Pruitt ha enfermado y la orden ha enviado a un nuevo cura a la localidad. Paul Hill, un hombre encantador y con un puntito enigmático, pronto se meterá al pueblo en el bolsillo. Sin embargo, tras su llegada, el pueblo empezará a vivir una serie de fenómenos extraños.

Un fotograma de 'Misa a medianoche'.

Flanagan se recrea. Con un ritmo lento, casi contemplativo, va poco a poco describiendo la vida en la localidad y las relaciones entre los personajes, sus miserias, sus temores, sus prejuicios y, en el caso de Riley, todo aquello que aún le atormenta. La puesta en escena es brillante. El pueblo es un personaje más y uno casi siente esa sensación de aislamiento -solo dos ferris al día conectan la isla con el continente-, de formar parte de un lugar dejado de la mano de Dios, en una comunidad donde unos y otros deben ayudarse. Se ve en los primeros compases del capítulo, cuando tratan de organizarse frente a la proximidad de una tormenta que se adivina funesta.

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Es bajo la lluvia donde Riley observa una figura que pondrá en entredicho a Paul. Está convencido de que ha visto a monseñor Pruitt caminando junto a la playa. A partir de ahí, Flanagan diseña un relato en el que lo misterioso, lo terrorífico -no mucho- y lo milagroso se dan la mano, con disquisiciones sobre la vida, la muerte, la culpa, la pena y, por supuesto, la religión. El desarrollo es interesante pero puede que esta vez Flanagan se haya gustado demasiado. 'Misa de medianoche' se pierde a menudo en unos diálogos interminables y en unos ritmos que podrían causar sopor hasta a los más incondicionales del director. Siguen ahí los planos secuencia marca de la casa, pero en esta ocasión sin la gracia y ese toque casi mágico que aportaba en 'La mansión de Hill House'. Estructurado en ocho capítulos de más de sesenta minutos, a 'Misa de medianoche' le hubiera venido muy bien algo más de contención en el metraje. No habría afectado al desarrollo lento y pausado -como la vida en una localidad así- que Flanagan quiere transmitir, pero hubiese ganado en agilidad y hubiese atrapado más al espectador. Una lástima porque la ambientación es, una vez más, magnífica.

'Misa a medianoche' está disponible en Netflix.

Vídeo. El tráiler de 'Misa a medianoche'.
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