Despierta más filias que fobias, y no es para menos. La serie teenager del momento es una virguería formal que huye de convencionalismos y se arriesga cruzando géneros. Su segunda temporada ha confirmado que nada es casualidad
Hay más cine en 'Euphoria' que en muchas películas que se pasean por festivales. Quien no lo vea es porque no quiere ni necesita. Porque no le interesan, para nada, los temas que trata y no se identifica necesariamente con los problemas de sus protagonistas. ... No le atrae la historia y lo que ocurre en pantalla, independientemente de su esencia y la forma de contarla. Los conflictos generacionales no son plato para todos los gustos, sobre todo cuando crecemos y vamos cambiando de década, inevitablemente, mientras brotan las canas. Prejuicios aparte, hay que reconocer el valor e interés de una propuesta que no puede despacharse con un simple «me aburro» o «no me engancha». No es para todo público existente, pero está haciendo historia en el formato serializado -hoy en día queda raro decir «de la televisión»-. Su segunda temporada, recién finalizada, ha confirmado el talento de su máximo responsable, Sam Levinson, quien ya sorprendió a quien se dejó con la película 'Nación salvaje', pura diversión con trasfondo de crítica social que se miraba en la estupenda 'Spring Breakers', de Harmony Korine -al loro con la influencia del otrora enfant terrible del cine indie-, exprimiendo los problemas del primer mundo y las redes sociales con sarcasmo y un ritmo poco habitual. El hijo de Barry, el de 'Rain Man', 'Good Morning, Vietnam' y 'El secreto de la pirámide', sabe lo que hace, visual y narrativamente. Escribe, dirige y produce todos lo episodios, haciendo palidecer a quien se endosa la etiqueta de 'showrunner' como si tal cosa (sin haber filmado realmente nada en su vida, el cargo luce en perfiles de Instagram de creadores de contenidos encantados de conocerse).
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Nada está puesto al azar en 'Euphoria'. De entrada, ese continuo «se masca la tragedia» que vertebra la serie se antoja sublime y fundamental. Puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Se palpa en el ambiente. La tensión sexual se corta a cuchillo. El dramatismo, el misterio, la violencia simbólica, la fascinación por las drogas, las contradicciones y anhelos... Todo está ahí, rodado con una elegancia y un estética acorde a los tiempos actuales, la era Instagram, con la presencia justa de las nuevas tecnologías, siempre bien integradas. Levinson rueda en cine y cuenta con presupuestos holgados, lo que quiere decir tiempo y dinero. Afortunadamente, los medios se ven, al contrario que en otras producciones costosas que no saben aprovechar sus privilegios (sí, también por estos pagos).
Sexo, drogas e instagram
La segunda temporada de 'Euphoria', disponible en HBO, plataforma de oferta de ocio en streaming que estrena menos proyectos que su competencia directa pero cuida más su resultado, comienza con un episodio donde se dan la mano el cine de Scorsese, las comedias juveniles y, por momentos, el cine de terror. El juego con el tono, digamos cinematográfico aunque se vea en casa, es uno de los puntos fuertes de un drama construido a partir de las relaciones entre personajes que afrontan como pueden sus traumas. Se cruzan porciones de vida, a veces explota la violencia, nada es sencillo porque al ser humano le gusta complicarse la existencia y, como se comenta en uno de los oportunos diálogos del desenlace de la última sesión, a veces «nos gusta herir a los demás». Cualquier comportamiento es posible con tal de sentirnos mejor sin pensar en los daños colaterales.
El inicio de la segunda temporada es una clase de lenguaje audiovisual, de cómo cruzar géneros como el mejor cine coreano y llevar al espectador por donde se quiere, controlando el espectáculo. Una simple escena de enredo en un cuarto de baño en una fiesta repleta de adolescentes se puede convertir en el colmo del horror mientras, paralelamente -un recurso habitual en la serie-, estalla un relato visceral e inquietante sobre narcotraficantes de poca monta. Debido al golpe del coronavirus, la producción tuvo un parón que puso de lo nervios a sus fans fatales. Para aliviar la espera, se rodaron dos entregas especiales, estrenadas en navidad de 2020, que ofrecían más información de dos de sus personajes más queridos, Rue y Jules. Estas piezas, casi minimalistas, filmadas con un equipo escaso debido a la coyuntura pandémica, se apoyan mayormente en los diálogos, revelando la capacidad de quien está detrás de la cámara y frente a la hoja en blanco para transmitir emociones. En el episodio dedicado al rol interpretado por Zendaya, durante casi una hora dos personas hablan e intercambian reflexiones sobre la insoportable levedad del ser, lo divino y lo humano. Una de ellas es un exdrogadicto, de edad madura, que apadrina a su contertulia, una joven adicta en proceso de reabilitación. Su conversación profundiza sobre las drogas, su placer pasajero y sus terribles consecuencias. El dolor que pueden transmitir a los seres cercanos. La devoradora enfermedad es descrita sin efectismos ni juicios de valor descabellados. Una pieza maestra sobre tan espinoso tema.
A la búsqueda de la identidad
Cocinada a fuego lento en los momentos vitales de transición, donde los personajes se despellejan, entre ellos y a sí mismos, 'Euphoria' pega un notable subidón en cuanto a pretensiones a medida que avanza su notable segunda temporada. Los dos últimos episodios, claramente interconectados, son un valiente cierre donde se mezclan realidad y ficción con la excusa del montaje de una obra de teatro en el instituto. Mimada formalmente, despliega un agradecido metalenguaje con un enérgico look visual, a ratos arriesgado, donde el empleo consciente de la luz remarca las sensaciones. El diseño de arte y la puesta en escena llaman la atención, por no hablar del reparto, con Zendaya a la cabeza, cuya expresividad es apabullante. La mirada y los gestos del elenco al completo, subrayan una desesperada búsqueda de la identidad en una edad complicada, donde las modas, el qué dirán, el bullying y tantos otros factores afectan emocionalmente cuaquier personalidad hasta límites insospechados. Como bien reflejaba 'Buffy, cazavampiros', la época estuadiantil puede ser un auténtico infierno.
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El empleo de la música es fundamental en la serie del momento. La selección de temas tiene un objetivo evidente: enfatizar el significado y las emociones de determinadas escenas. Hay secuencias que pueden entenderse como un videoclip que encaja perfectamente en la estructura narrativa, sin estridencias. En alguna ocasión un personaje interpreta una canción directamente, enriqueciendo el relato. La importancia esencial de la banda sonora es subrayada, por ejemplo, al final del séptimo capítulo de la serie. Como antesala de lo que va a ocurrir en la octava entrega, la conclusión de la sesión, suenan los míticos acordes de 'Holocausto caníbal'. Una bella composición que brilla todavía más en su contexto si se conoce la procedencia -un guiño mayúsculo-. Lo que ocurrirá a continuación será probablemente un apocalipsis emocional, una catarsis donde chocarán el odio y el deseo, la cabeza y el corazón. Antes han sonado Bonny Tyler, Piero Piccioni o Ennio Morricone, todo un tratado de principios. Otros hits que se pueden escuchar a lo largo de este arco argumental: Air, Sade, INXS, Sinead O'Connor, Lana del Rey, Jonathan Richman, The Cult, Selena, Depeche Mode o Ministry. 'Euphoria', una estimable reflexión sobre la adolescencia y nuestra existencia, puede no interesarte, pero goza de grandes méritos.
Las dos temporadas de 'Euphoria', así como los dos especiales están disponibles en HBO.
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