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La serie del momento de Prime Video es 'The Boys'. Su tercera temporada está resultando una auténtica montaña rusa de sensaciones, a veces deliciosamente repugnantes. A pocos capítulos de su desenlace se ha estrenado en paralelo, por todo lo alto, 'La lista final', la ... última apuesta serializada de la plataforma en streaming propiedad de Amazon. El lanzamiento se ha visto arropado con abundante promoción, algo poco habitual en la política del gigante de la venta online.
A diferencia de la adaptación del cómic escrito por Garth Ennis con dibujos de Scott Derrickson, el episodio piloto, de un total de ocho entregas, viene firmado por un cineasta con recorrido, Antoine Fuqua, mientras Chris Pratt encarna al protagonista, un militar envuelto en una conspiración que deriva en un baño de sangre. Un rostro popular y un veterano tras las cámaras al servicio de una historia de intriga que brilla en sus escenas de acción. Carente de humor, con un mensaje discutible ideológicamente, la trama se estira en exceso para desembarcar en un clímax previsible. La venganza es un plato que se sirve frío. En esta ocasión, le han añadido abundante veneno. El reguero de cadáveres que deja el Navy SEAL del ejército estadounidense para aplacar su odio tras el asesinato de su familia es harto imaginable. Su crueldad y rabia desenfrenada le empuja a sacarle las tripas a un sicario con un hacha y colocarle las vísceras de bufanda. Ni Rambo en sus mejores tiempos.
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El rol defendido por Pratt, un actor de éxito -ahí están las cifras de 'Jurassic World: Dominion'- que en la vida real, al parecer, simpatiza con los postulados de Trump, logra conseguir algo poco habitual en la ficción audiovisual: resultar antipático. Empatizar con su gesta como espectador no es difícil, quiere vengar la sanguinolenta muerte de su mujer e hija, pero sus métodos son incómodos, sin sarcasmo. No hay ni una pizca de socarronería como en la famosa saga interpretada por el incombustible Sylvester Stallone. Aquí lo guionistas se toman muy en serio la masacre y el tono es demasiado dramático y solemne. De hecho, el protagonista tiene un arsenal de armas brutal en su casoplón, caza ciervos con su niña pequeña y antepone su objetivo, la sed de justicia a su manera, ante todo lo demás. No le importa implicar a gente cercana en su lucha, poniendo en peligro a amigos y compañeros, aunque alguna secuencia forzada pretenda aliviar este evidente comportamiento extremo, propio de un ser humano dispuesto a todo con tal de salirse con la suya.
A diferencia de John Rambo, James Reece, nombre del militar enojado, no cae bien aunque compartamos como público su dolor. No ayudan unos persistentes flashbacks que subrayan su angustia vital, reforzando el concepto de familia tradicional con una estética empalagosa. Su cerebro le traiciona por momentos tras ser víctima de una explosión durante una emboscada en la cual es el único superviviente. Los recuerdos confusos del ataque y sus colegas fallecidos en combate se mezclan con estampas de su idílica vida familiar.
El inicio de la serie, con la firma de Fuqua, sobresale a nivel presupuestario respecto al resto de entregas, excepto en el tramo final, donde encienden los fuegos artificiales sin evitar la pólvora mojada. El director del primer capítulo, el más redondo narrativamente -el ritmo se resiente espectacularmente con posterioridad- es uno de los cineastas más interesantes del actual cine de acción, con el thriller como género estrella. 'Training Day' no pasó desapercibida en absoluto y en 'The Equalizer (El protector)' lo dio todo. Aquí ilustra un argumento conspiranoico donde Pratt busca representar al americano medio con una emotividad algo impostada. El gran villano de la deprimente trama es una compañía farmacéutica, como mandan los tiempos, y todo aquel que haya osado participar en el complot que ahoga al protagonista fenecen en sus manos, respondiendo a la famosa lista del título, que va tachando, como Arya Stark mentalmente en 'Juego de Tronos', con un espíritu justiciero digno de análisis desde un punto de vista no estrictamente cinematográfico. Entre migraña y migraña, con la cabeza tocada, alimenta con menos gracia que 'Top Gun: Maverick' el ambiente bélico que nos rodea. Pratt no es Stallone, tampoco Clint Eastwood.
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