Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Vaya por delante -y disculpen que empiece de esta manera tan abrupta- que quienes no hayan visto completas 'A dos metros bajo tierra' y 'Halt and catch fire' deberían abstenerse de leer este artículo (hay espoilers por todas partes) y emplearse en tareas ... mejores (como ver las citadas series, por ejemplo). Tampoco es este un texto recomendado para personas que no sean absolutamente devotas de ambos títulos. Esto va para entregados. Una vez hechas las advertencias, fundido a negro y comenzamos.
En el primer capítulo de la cuarta temporada de 'A dos metros bajo tierra' Nate trata de mitigar su culpa por la muerte de Lisa, su mujer y madre de su hija Maya, llevando a cabo un entierro en plena naturaleza tal y como ella hubiese querido y su familia había tratado de impedir. Traslada el cuerpo en su furgoneta, cava el hoyo con sus propias manos y en mitad de la noche se ocupa él mismo de dejarlo bajo tierra. Es una secuencia durísima en la que apenas escuchamos sus sollozos y lo acompañamos mientras amanece. Somos cómplices de su dolor y de su angustia y entendemos perfectamente cuando, una vez acaba todo, comienza a gritar desconsolado. Son gritos ensordecedores, cargados de ira, de rabia y de culpa. Sobre todo de esto último, porque aunque el protagonista no ha tenido que ver directamente con el fatídico desenlace de su esposa, se siente muy responsable. Reconoce que no fue honesto con ella y teme haber propiciado esa final. Es, posiblemente, el primer cadáver real que pesa sobre la conciencia de Nate pero no es ni mucho menos el primer cadáver figurado que guarda. Ha dejado atrás unos cuantos. El mayor de los Fisher se comporta, en muchas ocasiones, como un niño con cuerpo de hombre, incapaz de asumir sus propias decisiones, preocupado siempre por él mismo, temeroso ante el hecho de madurar y aceptar su vida tal cual es. Y eso a veces repercute en otras personas cercanas. Un poco de todo eso hay tras esos alaridos, además de la idea latente de lo difícil que resulta gestionar la culpa.
Vayamos a 'Halt and catch fire', a su tercera temporada, al episodio 8 en el que el programador Ryan Ray decide solucionar el lío en el que anda metido, a propósito del código de MacMillan que ha liberado, lanzándose al vacío desde el apartamento de Joe. Este se va a enterar más tarde de lo que ha sucedido en su propia casa, a través de la policía, y queda completamente paralizado. Sabe que no lo ha empujado, ni mucho menos, pero en el fondo es consciente de que parte de esa trágica acción ha venido motivada por sus palabras, por su manera de actuar, por la influencia que había ejercido sobre él. Durante toda la serie hemos visto a Joe huir hacia adelante sin mirar atrás cuando dejaba a alguien malherido o trastocado. Es egoísta, busca ser libre a toda costa, se protege con un escudo que en ocasiones golpea fuerte a los que intentan ayudarle y apoyarle. Pero él se niega a asumir esto, o al menos a recapacitar sobre ello: hasta que la muerte de Ryan actúa como un sopapo contra él y le obliga a reflexionar. Después de una fase de noqueo, lo va a hacer junto a Gordon, su socio, cuando este le pide que siga hacia adelante. Y más tarde lo contemplaremos fuera de lugar frente al Golden Gate de San Francisco. La serie nos lo ha mostrado antes a menudo desafiante ante esa ciudad de oportunidades, pero esta vez parece que es ella la que va a acabar engulliéndolo.
Curiosamente, aunque los dos momentos descritos son cruciales para los protagonistas de ambas series, más tarde vamos a ver a los dos recuperarse y volver a cometer errores y algunos, de nuevo, salpicarán a los que están a su alrededor, a los que tratan de aproximarse a ellos, porque no es sencillo quererlos. Y ninguna de estas series habla de la redención por más que sus integrantes la persigan.
Tienen mucho en común Nate Fisher y Joe MacMillan, personajes masculinos principales de 'A dos metros bajo tierra' (obra de Alan Ball que se emitió de 2001 a 2005 en HBO) y 'Halt and catch fire' (de Christopher Cantwell y Christopher C. Rogers, de 2014 a 2017 en AMC, y recuperada ahora en España por la plataforma Filmin). El primero, hijo pródigo que regresa al domicilio familiar tras la muerte del padre para ayudar con el negocio que le hizo huir hace años. El segundo, antiguo empleado de IBM, emprendedor agresivo, que planea construir el primer PC portátil. Los dos son atractivos, resultan seductores a su alrededor y ejercen con naturalidad de líderes. Pero además -aunque pudiera parecer contradictorio- los dos son vulnerables, esconden numerosos conflictos y pelean por no sucumbir en supuestos valores de la masculinidad que no les representan.
Si algo nos atrapó de la historia en torno a la funeraria Fisher fue la complejidad de sus figuras principales, una familia cuyos miembros tratan de buscar sus verdaderas identidades sepultadas por las convenciones, por las presiones de la sociedad, por la falta de confianza en ellos mismos. Lo mismo ocurre con el relato tecnológico de los años 80, donde nos encontramos con cuatro soñadores que siempre se estampan con la realidad cuando confían en cumplir sus sueños y cuando creen que, esta vez sí, van a conquistar la felicidad. Como si eso fuera posible, ilusos. Si los de 'A dos metros bajo tierra' eran unos reprimidos a los que les costaba horrores mostrarse tal cual eran, los de 'Halt and catch fire' son un grupo de perdedores que deben recomponer sus pedazos cada vez que intentan emprender una aventura. Es muy complejo escribir unos personajes con tantas aristas, tan poliédricos, con esa cantidad de matices, y que obliguen al espectador a montarse con ellos en una especie de montaña rusa que uno nunca sabe cuántas vueltas va a dar. Por eso, hay momentos en el viaje en los que se siente lástima por ellos y otros en los que causan repulsión, situaciones en las que se comprende su modo de actuar y otras en las que decepcionan totalmente. A veces los odias, a veces los adoras. A veces te identificas con ellos sin problemas y otras… te identificas pero te avergüenza reconocerlo. Nos ha pasado, a los que hemos sido espectadores entusiasmados de las dos producciones, con Nate, Joe, Brenda, Cameron, David, Donna, Claire o Gordon. Nos acostumbramos a manejar los sentimientos encontrados que nos despertaban ante diferentes circunstancias, una prueba de lo poco planos que eran.
Hemos establecido antes comparaciones entre Joe y Nate, hagamos ahora lo mismo con Cameron y Brenda, que se prestan a ello. La primera, programadora a la que recurren en la empresa Cardiff Electric cuando emprenden su proyecto y que establece un fuerte vínculo personal con sus compañeros, en especial con Joe. La segunda, compañera sentimental de Nate Fisher en una relación planteada durante cinco temporadas como un tira y afloja constante. Al final de la segunda tanda de capítulos esta última tiene una conversación con su novio, después de que él haya descubierto sus infidelidades, y deja aflorar sus contradicciones. Se explica así: «Soy yo la que está jodida, muy jodida. Te quiero mucho pero tenía miedo a sentir algo de verdad, algo real», confiesa. Lo mismo le ocurre a Cameron, cuando ha de justificar a Tom, su marido, su engaño con Joe. «No tuvo nada que ver con él, yo estaba triste y necesitaba volcar esa tristeza en algo y resultó que él estaba allí», se excusa. Cameron y Brenda llevan toda la vida cargando con el peso de ser consideradas fuertes e independientes. Y es que lo son. Pero eso no las exime de inseguridades y temores, que gestionan con torpeza y que en ocasiones les puede hacer parecer distantes y frías, lo que las condena a la soledad. Una hipotética conversación entre ambas les haría mucho bien, porque a las dos les cuesta convivir con ellas mismas y no les resulta fácil encontrar cómplices que no les juzguen. Nosotros, como espectadores, atravesamos fases dispares. Lo mismo nos entregamos a ellas que no las soportamos, pero cuando las vemos mal es imposible que no se nos parta el alma (como diría Boss). Solo debemos recordar el momento en que Brenda, embarazada, descubre la infidelidad de Nate cuando a él le ha dado un ataque que lo lleva al hospital. O cuando todos aprueban la salida a Bolsa de Mutiny en contra de Cameron. Imposible no compadecernos de esta última tras una votación que le golpea el estómago, porque le duele la traición.
Qué bien hablan ambas producciones de la ansiedad, de la decepción, de los vacíos que nos atrapan a veces sin razones aparentes. Son esas sensaciones cotidianas, difíciles de identificar, y que no es sencillo plasmar en pantalla. Siempre he dicho que 'A dos metros bajo tierra' es la serie que mejor habla de la vida, a pesar de desarrollarse en un espacio plagado de muertos. Esa funeraria es la excusa, porque lo que Ball quería contar era otra historia, mucho más personal e íntima. Lo mismo sucede con 'Halt and catch fire', que tras el relato sobre la irrupción de los ordenadores e internet en nuestra sociedad tenía el propósito de dibujar el devenir de cuatro emprendedores que quisieron comerse el mundo y nunca llegaron ni a darle bocado. Como la mayoría de los que estamos al otro lado de la pantalla, por cierto, más próximos a los perdedores que a los triunfadores, a los indecisos que a los seguros, a los desatinados que a los héroes.
Es muy complicado escribir -bien- una serie de pocos personajes con largo recorrido, sobre todo si se hace sin echar mano a giros de guion inverosímiles, cartas en la manga que nadie espera, o enredos poco coherentes entre sí. De ahí la grandeza de estas dos y lo excepcional de su existencia. 'A dos metros bajo tierra' se estrenó cuando comenzaba una etapa dorada de las series, sobre todo en el tratamiento de algunos temas y en el riesgo formal. Ball aprovechó la oportunidad de HBO para plantear una comedia negra que se fue transformando en un drama oscuro sobre el modo en el que vamos madurando cada uno. El creador nunca después ha conseguido un trabajo tan exquisito y fascinante, lo que prueba su grandeza. Lo intentó con 'Here and now' y le salió algo impostado y sin brío.
'Halt and catch fire' es una digna heredera y no esconde que la ha tomado como referencia en muchos planteamientos. Uno de los más evidentes, por cierto, es la muerte de uno de sus principales protagonistas en el antepenúltimo capítulo de la serie, ambos por un trastorno cerebral y ambos dejando desolados al resto de protagonistas que a partir de este cruel acontecimiento toman decisiones importantes. Este título de AMC parecía que venía a cubrir el hueco que dejaba 'Mad Men', pero en realidad sus motivaciones eran distintas, aunque el gusto por los detalles o por el cuidado de las tramas era igual de exigente. Tras un comienzo prometedor centrado sobre todo en un ejecutivo sin escrúpulos la serie daba una pirueta y se interesaba a partir de la segunda temporada por sus dos personajes principales femeninos (la programadora y la esposa de uno de los socios), que saltaban a primera posición para acaparar todas las atenciones. Iban ganando posiciones y planteando una relación, plagada de altibajos, que atraía por las peculiaridades de ambas, por su química y por los muros que surgían ante y entre ellas y que debían derribar. Si hubiese que buscar en 'A dos metros bajo tierra' algún equivalente al vínculo surgido entre Cameron y Donna nos fijaríamos en David y Keith (el hermano de Nate y su amante), aunque una sea una relación de amistad y la otra amorosa. Pero sobre ambas existían prejuicios que ellos derriban y obstáculos derivados de los cánones sociales y de la preponderancia de unos modelos en los que no encajan ni tienen intención de hacerlo.
'A dos metros bajo tierra' y 'Halt and catch fire' (podría traducir también el título de esta última pero me cuesta referirme a ella como 'Detenerse y prender fuego', qué sé yo por qué) se fijaron en los márgenes en su planteamiento para narrar , sin embargo, conflictos bastante universales. Porque al final da igual de dónde vengas, de Texas o de Los Ángeles; a qué te dediques, a embalsamar muertos o a programar videojuegos; si provienes de un entorno privilegiado o más marginal; o si te gustan los hombres, las mujeres o ambos. Da igual. Vas a tener que combatir algunos temores y cuestionarte en varias ocasiones qué caminos seguir. De todo eso van estas series imprescindibles.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.