El patrón de 'Black Mirror' se vuelve predecible
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La serie concebida por Charlie Brooker amplía su arco argumental en la cuarta temporada con el objetivo de provocar a nuevo públicos'San Junipero' (3x04) nos enamoró. 'Hang the DJ (4x04), también. Y mientras decidimos entre adherirnos al club de fans de 'Kellly y Yorki' o al de 'Amy y Frank', pinchamos el disco de The Smiths como si de esta forma ... congelásemos en nuestra retina el buen feeling que nos ha dejado el final del cuarto capítulo de lo nuevo de 'Black Mirror'. ¿La última? Probablemente no a pesar de que el episodio que cierra la temporada, 'Black Museum' simula un auto-homenaje repleto de guiños tecnológicos a la propia antología.
Todo empezó con el ya lejano 'El himno nacional' en diciembre de 2011. Entonces el canal británico, Channel 4, lanzaba el paranoico relato sobre los devastadores efectos tecnológicos, en este caso, en la era hiperconectada socialmente. Crítica y humillación política a partes iguales, la serie de Charlie Brooker, consiguió dar -paradógicamente- con la tecla y empujar al debate público los efectos secundarios de los 'espejos negros', nuestras pantallas: Los incómodos, los paranoicos, los retorcidos pero también... los planceteros. Y por placer entiéndase cómo una aplicación teje nuestras historias de amor (de nuevo, 'Hang the DJ').
Las nuevas historias amplían su espectro de público potencial. Y así, para empezar, Jesse Plemons ('Breaking Bad', 'Friday Night Lights') al frente de su propia nave Star Trek. El capítulo, titulado USS Callister (4x01) no solo es divertido y cruel a partes iguales sino que plantea ESA gran duda: ¿esto es un final feliz o no?
'Arkangel' (4x02), falla precisamente en ello. El capítulo más mediático impulsado por la presencia de Jodie Foster tras las cámaras, no remata la historia de la desesperada madre que controla la vida a través de un dispositivo. Una interesante historia sobre el abuso de los 'controles parentales' que hurtan (o no) de una parte de la infancia protagonizada por Rosemarie Dewitt ('La boda de Rachel', 'Poltergeist').
'Black Mirror' se ha puesto el listón que querido con el riesgo de confirmar la hipótesis de 'a mayor intento por sorprender, mayor riesgo de no conseguirlo'. La repercusión en los espectadores, ávidos de constantes nuevas vueltas de tuerca, ha caído en picado. Parece que el hecho de que se implante un dispositivo en la gente para extraer recuerdos y entrar en una espiral que llevará a la confesión de un crimen, nos parecen migajas tecnológicas.
Todo eso y más (rebuscado por momento) es 'Crocodile' (4x03) cuyo nivel de instracendencia solo se ha visto superado por 'Metalhead' (4x05). O quizá ni siquiera eso porque este último ha conseguido para su haber algo al alcance de muy pocos: la etiqueta de 'el peor' (de la historia). Y solo por eso se ha ganado un puesto en los rankings. La culpa, en este caso, no es de la fotografía -excelente- ni de la actriz -Maxine Peak solventa notablemente la papeleta- sino una historia que promete -un mundo postapocalíptico gobernado por 'minibichos' tecnológicos- y que no es llevada a ningún puerto, o al peor de todos ellos.
La provocación que busca la inevitable respuesta tecnológica. Porque acabado los capítulos es hora de puntuarlos, tuitearlo, contarlo, storie-arlo... al fin y al cabo, esto va de eso, ¿no?
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