El valiente debut de 'La hija oscura'

Gyllenhaal, cuya carrera como intérprete ya demuestra su valía –ahí están películas como 'Secretary' o 'Donnie Darko'-, se atreve con una historia complicada como cineasta completa, empleando una narrativa que se aleja de la linealidad. Continuos flashbacks y hábiles juegos en el montaje ayudan a entender un personaje a ratos antipático, a quien Colman insufla vida y amargura desplegando sus indudables dotes dramáticas. Los roles secundarios, independientemente del metraje que compartan en escena, están perfilados con buen tino. El cine como modo de expresión y la dirección de actores interesan sobremanera a una directora en ciernes que explora la sexualidad de la mujer y las múltiples aristas de la idea de maternidad. Una mujer solitaria se aísla en una localidad costera. Consumida por algún trauma que desconocemos como público hasta avanzada la trama, que cada cual puede moldear según sienta como espectador, se cruza en sus vacaciones con una familia peculiar en la playa que le obsesiona hasta límites insospechados. La confusión existencial atraviesa una propuesta que despliega incógnitas que no siempre responde. El rol sensual de Dakota es la juventud fogosa en un entorno hostil mientras Olivia se ve reflejada en ella, recordando la madre joven que fue y las decisiones controvertidas que tomó entonces.

'La hija oscura', profunda y embriagadora, está nominada en los Oscar a mejor guión adaptado, firmado por Gyllenhaal, y a mejor actriz de reparto –fantástica Jesse Buckley, vista en 'Wild Rose'-. Se antoja incomprensible que la película no haya entrado en otras candidaturas de envergadura, junto a títulos bastante menos interesantes que se estrenan estos días. Quizás su necesidad de apelar a la mente del espectador le ha restado posibilidades. El buen cine es lo que tiene.