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Llega a las salas uno de los fenómenos adolescentes del momento. La fiebre que despierta 'Tokyo Revengers', primero un manga escrito e ilustrado por Ken Wakui, después una serie de anime y ahora una película en imagen real, es digna de estudio. Está por ver ... si realmente todos sus seguidores pasarán por la taquilla para ver el salto a la gran pantalla, como con '50 sombras de Grey' -el lanzamiento tampoco tiene una distribución desmedida por estos pagos-, pero la pasión por la cultura popular oriental entre la juventud, y los más pequeños, es algo evidente.
Lejos de estancarse, la devoción por el cómic japonés ha aumentado exponencialmente entre las nuevas generaciones -las ventas han subido un 60 %-, unida al culto a la animación y las producciones audiovisuales que vienen de Oriente -ahí está la locura desatada por la serie coreana 'El juego del calamar'-. El lanzamiento de la obra gráfica de partida del filme que nos ocupa provocó colas interminables en las librerías, antes de que las puertas de algunos establecimientos se abriesen, el día antes de su salida al mercado. Una imagen que parecía propiedad única del negocio de los videojuegos en la actualidad, como antaño ocurría cuando las novedades discográficas de contados artistas musicales de culto extremo veían la luz.
La versión live action de 'Tokyo Revengers' cuenta con un plantel de jóvenes actores asiáticos con tirón como reclamo añadido y la dirección del prolífico Tsutomu Hanabusa, cuya labor se limita a ilustrar con oficio una historia que fusiona el ambiente colegial típico de las películas niponas con bandas adolescentes que se pelean con los puños desnudos, como en la saga 'Crows' - iniciada con buen tino por Takashi Miike-, con viajes en el tiempo y bucles temporales, un recurso ingenioso que también encandila a los cineastas japoneses ('Más allá de los dos minutos infinitos', de recomendable visionado, es un ejemplo reciente).
Además, hay escenas de bullying, faltaría más, y un romance de manual que engancha a la audiencia menuda, con algunos destellos de cine yakuza pasado por el tamiz adecuado. Salvando las distancias creativas, por citar una referencia cercana de cuchufleta, es como 'Élite' en formato soft, sin drogas ni sexo pero hostias como panes, volantazos en el guion y sorpresas insospechadas, lo que da lugar, evidentemente, a un mayor interés dramático. Personajes entrañables y un derroche de figuración al servicio de una aventura con tintes fantásticos.
Un veinteañero de aspecto aniñado descubre, viendo las noticias en la televisión mientras malcome productos precocinados en su diminuta vivienda destartalada, cómo su novia del instituto ha perdido la vida en manos de un clan de villanos conocido como Tokyo Manji Gang, cuya estética se acopla a los tics del género. El joven protagonista lleva una vida infame, sumido en la rutina, pero un accidente inesperado, ¿o no?, le empuja a dar un salto al pasado, una década hacia atrás, regresando a la época de su vida escolar. Tan sobrenatural oportunidad le puede permitir cambiar su existencia y salvar a su amada. La simpleza como virtud.
Cierto humor atolondrado empapa el tono de 'Tokyo Revengers', chistes verdes incluidos. Resulta simpático por su aparente inocencia en un marcó violento e inquietante. En realidad, a pesar de tanto mamporro, hay romanticismo a borbotones. Probablemente la presencia del amor como motor del mundo es una de las respuestas a la capacidad de enganchar del relato a la joven audiencia, tirando a infantil (que quizás todavía debería emplear su tiempo en otros menesteres). Quizás las salas se llenen de púberes que no tienen ni principio de acné, niños y niñas que se evaden de sus problemas escolares, o familiares, dejándose llevar por un mix de referencias bien orquestado que probablemente entienden como original debido a su bendita edad.
El filme abre fuego con una escena rica en sangre y agresividad. Pasear por el lado salvaje en la ficción es algo inherente al ser humano, desde que tiene uso de razón, y no hay nada mejor que creerse adulto siendo un crío haciendo cosas de mayores. Por ejemplo, degustar esta bicoca sin el permiso de tus ancestros siendo un menor avispado, probablemente adelantado a su tiempo y a sus compañeros de clase asumiendo su recalcitrante identidad de otaku.
La búsqueda de paraísos artificiales, de estímulos culturales o la propia identidad en la adolescencia, huyendo de una realidad que cada vez interesa menos a las nuevas generaciones, alimenta tendencias que crecen imparables entre la juventud actual. El fenómeno otaku, la pasión por la cultura popular oriental en todas sus facetas, no parece tener fin. No tiene techo, más bien todo lo contrario, porque, lejos de perder fuerza, este movimiento está viviendo actualmente otro tirón indudable en Occidente, en parte gracias al auge de las plataformas de entretenimiento online. La amplia oferta de este material en los menús bajo demanda, ya sean webcomics, series o películas, amplía el target de fans fatales. La era digital ha supuesto el espaldarazo definitivo para la difusión de la rica imaginería asiática.
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