Sitges 2020: horror y fantasía en tiempos de pandemia
Festival de Sitges ·
El festival especializado ha logrado celebrar una edición inusual, celebrando una vez más las virtudes del cine de género, repasando lo mejor de una temporada discretaFestival de Sitges ·
El festival especializado ha logrado celebrar una edición inusual, celebrando una vez más las virtudes del cine de género, repasando lo mejor de una temporada discretaUn estudio académico formulado por tres universidades diferentes, con equipos formados por investigadores de la Universidad de Chicago, de Pensilvania y de Dinamarca, cotejaron resultados que volcaron en conjunto en 'Pandemic Practice: Horror Fans and Morbidly Curious Individuals Are More'. La investigación, realizada con motivo ... de los meses de confinamiento de la población, sugería que los aficionados al cine de terror están mejor preparados para el encierro y la situación provocada por la pandemia del coronavirus. La clave es que cuentan con cualidades psicológicas que les permite analizar mejor circunstancias traumáticas provocadas por, entre otras razones excéntricas, un supuesto apocalipsis.
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Cumpliendo con las medidas sanitarias oportunas, de seguridad y control de aforo, la 53ª edición de Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya cumplió con su cometido, ofreciendo más de un centenar de películas a un público entregado que se preocupa por la cultura frente a la pandemia y alimenta sus inquietudes contra viento y marea. La pasión por el cine de género es evidente. Sus espectadores son seguidores fieles y en este año extraño han podido cumplir con la imprescindible cita anual propuesta por el evento catalán, presencialmente y en la comodidad de sus hogares. Algunos títulos pudieron verse también online, una oferta interesante que probablemente ha venido para quedarse. El formato híbrido se adapta a los tiempos que corren. El cambio en el consumo audiovisual obliga a reinventarse a los eventos cinematográficos de toda la vida, cuya necesidad es indiscutible para nutrir al sector, generar debate y dar visibilidad a propuestas diferentes. La audiencia asistente a las proyecciones programadas en el Auditorio, centro neurálgico del festival, y en las míticas salas Prado y Retiro, disfrutó en vivo y en directo de un ambiente irrepetible que no se vive igual desde el sofá de casa en streaming. La sensación colectiva que se respira en los pases de Sitges es similar a la que trasmite un concierto musical. El ritual es fascinante, extensible a otros encuentros similares como la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Los aplausos y gritos de júbilo en el patio de butacas cada vez que se proyecta, jornada tras jornada, la cabecera protagonizada por King Kong, subrayan el peculiar carisma del acontecimiento jaranero.
Acorde a este espíritu festivo, cinéfilo y cinéfago, es fácil entender la razón por la cual el clamor de fan de este año, al comienzo de cada sesión, fuera «¡Toro!», el peculiar saludo de los atolondrados protagonistas de 'Mandíbulas', uno de los primeros filmes que despertaron la ovación del público congregado. Sus actores estelares, Grégoire Ludig y David Marsais, se llevaron ex aequo el premio a la mejor interpretación masculina. La última apuesta de Quentin Dupieux, responsable de delirios formales sumamente recomendables como 'Rubber' o ' Réalité', otrora Mr. Oizo, el DJ del peluche, es una delicia hilarante que cautiva al espectador mediante la descripción de las tropelías ilógicas de un puñado de personajes entrañables. El elemento fantástico es una mosca gigante que irrumpe en escena por sorpresa y pone la realidad patas arriba. Dos tontos muy tontos. El palmarés quedó repartido en una edición muy especial, por razones extracinematográficas, siendo 'Possessor' la gran triunfadora del magno acontecimiento. Lo último de Brandon Cronenberg, el hijo del legendario director de 'La mosca' y 'Scanners', confirma el talento de un cineasta en proyección cuya mirada inquietante, sin duda heredada, ya dio de que hablar con 'Antiviral', una ópera prima que apuntaba maneras, también vista en Sitges. Esgrimiendo algunas escenas de una dolorosa violencia explícita, el pequeño Cronenberg realiza un retrato espeluznante de nuestro lado oscuro. Hipnótico y turbador.
Ganadora del premio a la mejor película y director, 'Possessor', actualización del concepto de la Nueva Carne, tuvo varias compañeras de interés en el palmarés, como la cinta francesa 'La nuée', dirigida por Just Philippot, galardonada con el premio especial del jurado. Su capacidad para aunar el drama con elementos fantásticos funciona con claridad, desvelando una mirada autoral reforzada con el trabajo exultante de Suliane Brahim, premio a la mejor interpretación femenina. La actriz gala cautivó a la platea, enfrentándose a una plaga de langostas que ella misma alimenta. Los insectos estuvieron muy presentes en la gran pantalla de Sitges, aunque no siempre como una amenaza. En la curiosa 'Mosquito State', premio a los mejores efectos especiales, se convierten en aliados del personaje protagonista, cuya mutación personal deriva en una sensitiva metáfora existencial. Algunos títulos interesantes se quedaron fuera de la quiniela final de los triunfadores de la Sección Oficial, como la reivindicable 'Come True', de Anthony Scott Burns, cuyo desenlace empaña una sugerente reflexión sobre la realidad y la ensoñación en un mundo pesadillesco. También hubo grandes decepciones, como 'Archenemy', la esperada nueva obra de Adam Egypt Mortimer tras la aplaudida 'Daniel Isn't Real', puro aburrimiento, o 'Archive', que existiendo 'Ex Machina', de Alex Garland, poco puede hacer con su manoseada premisa y un final estilo 'Black Mirror' que certifica que la popular serie no siempre influye para bien. Desinfló sus expectativas 'Península', de Yeon Sang-ho, única presencia asiática en el apartado principal del festival. La continuación de la sensacional 'Train to Busan', inspirada por la genial '1997: Rescate en Nueva york' de John Carpenter, es un divertimento que hace aguas por todas partes, a pesar de aportar algunas secuencias trepidantes.
Uno de los descubrimientos de Sitges 2020 es la película húngara 'Comrade Drakulich', premio al mejor guión. Márk Bodzsár dirige un relato vampírico con un tono muy especial en el contexto de la Guerra Fría. El toque gamberro lo dio 'Becky', con la dosis de hemoglobina adecuada, y fueron varios los slashers que pasaron por la sala oscura, entre ellos el infumable 'Initiation' -incomprensible que un producto tan manido y falto de ideas entre a competición- y 'Cosmogonie', cuyo psicópata despierta demasiado tarde y ofrece un festival de giros inesperados cuando el filme se agota. Comienza muy bien 'Kandisha', de Julien Maury y Alexandre Bustillo, los realizadores de la escalofriante 'À l'intérieur', para perderse en un mar de tópicos. Menos mal que 'The Owners', obra de Julius Berg, animó a la platea dándole la vuelta al concepto de home invasion. El filme sudafricano 'Fried Barry', de Ryan Kruger, uno de los pocos cineastas foráneos presentes en el festival por razones obvias, supuso un colocón de imágenes, pura psicodelia underground con un actor principal entregado que interpreta a un yonki poseído por un extraterrestre. Insoportable se reveló el western 'Savage State', de tempo insufrible, como 'The Book of Vision', o cómo creerse Terrence Malick, quedándose en la suoerficie.
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La propuesta francesa 'Teddy', con ecos de 'El pequeño Quinquin' y 'Bruno Dumont', es una de las rarezas que entra dentro de las recomendaciones en paralelo del festival catalán, películas que despiertan filias y fobias, de las que se habla en los corrillos entre los aficionados porque no dejan indiferente. Un chico lobo galo en su pueblo natal, en la Francia profunda, es la trama de una singular oda a la licantropía. La cinta rusa 'Sputnik', de cuidada estética y brillante CGI, no destacó a pesar de su excelente acabado formal debido a su falta de originalidad, la enésima revisitación de 'Alien' con alguna idea atractiva poco explorada. 'The Silencing' no convenció, un thriller del montón, mientras 'Wendy', nueva versión del cuento del Peter Pan, cautivó al personal con su sensible inspiración y mensaje ecologista. El galimatías propuesto por 'The Education of Fredrick Fitzell' atragantó a parte del público con su descripción caótica del multiverso. 'Le dernier voyage de Paul W. R.' entró mejor, con un look futurista vintage digno de mención.
Una cosecha anual discreta señala una excesiva intelectualización del género que mata la emoción y el horror desenfadado. Afortunadamente, también tuvieron presencia películas de miedo en toda regla, como la atmosférica 'The Dark and the Wicked', de Bryan Bertino, un retrato del mal arrebatador que expone algunas secuencias rodadas con estilo absolutamente perturbadoras. Imposible no estremecerse. La húngara 'Post Mortem' acumula escenas horripilantes sin descanso, con un uso descabellado de la banda sonora que empaña una sucesión de sustos sin orden ni concierto con algunos momentos dignos de análisis. La presencia de voces femeninas ha sido notable este año, acorde a lo que se cuece en el medio en general. 'She Dies Tomorrow', de Amy Seimetz, merece especial atención, con una sensibilidad que apunta a una realizadora personal incapaz de transitar por caminos trillados. 'Relic', de Natalie Erika James, fue una de las películas más aplaudidas, con un pulso emocionalmente acertado y algunas escenas demoledoras, mientras 'Sea Fever', pergeñada por Neasa Hardiman, no cuenta nada nuevo, la aparición de un virus letal en alta mar, pero lo hace con oficio y un ritmo más que aceptable, una virtud en desuso.
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El cine nacional tuvo sus momentos, con la proyección de la audaz 'Baby', lo último de Juanma Bajo Ulloa, un filme mudo, sin diálogos, con un plantel de actrices exuberante y algunos momentos sórdidos que denotan la sapiencia del responsable de la inmensa 'La madre muerta'. Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte se llevaron el premio a la mejor banda sonora en un proyecto arriesgado, frente a la torpe adaptación de 'Cosmética para el enemigo', la esperada versión del conocido libro firmada por un Kike Maíllo menos afortunado de lo habitual, más visual que narrativo. 'El efecto óptico', de Juan Cavestany, proyectada en una sesión especial, encandiló a los seguidores del realizador de culto, pero la sorpresa del festival fue la producción catalana 'La vampira de Barcelona', discutible ganadora del Premio del Público (es lo que tiene jugar en casa en tiempos de pandemia con el aforo limitado). La materia prima es tan jugosa, basada en hechos reales, que duele especialmente su traslado tan televisivo a imagen en movimiento, explotando algunos recursos tan interesantes como poco efectivos.
La traca final del festival fue la película sorpresa, premiere nacional de la comedia de terror 'Este cuerpo me sienta de muerte', nuevo filme de Christopher Landon, director de la divertida 'Feliz día de tu muerte'. Esta vez retuerce la idea del clásico intercambio de cuerpos que pone a una adolescente en el físico de un adulto, aquí un demencial asesino en serie que encarna con desparpajo Vince Vaughn. El show comienza con una escena empapada de humor negro y abundantes asesinatos que deja el listón demasiado alto para el resto del resentido metraje. Como decepción absoluta del certamen cabe citar 'The Reckoning', lo último de Neil Marshall, nombre propio esencial en el cine de género que firma una caza de brujas inexplicablemente tediosa. 'Boys from County Hell', por contra, ofrece lo que promete, humor británico y chupasangres. Para los más cinéfilos, lo más apetecible de esta edición de Sitges, como cierre del festival en la jornada dominical, fue la proyección de tres clásicos con copias restauradas en 4K: 'Flash Gordon, 'El imperio contraataca' y 'El hombre elefante'. El vídeo de David Lynch proyectado en la clausura, realizando cual youtuber un unboxing, abriendo la caja enviada a su casa con el premio honorífico, ha quedado en la memoria como una de las estampas para el recuerdo de un festival de Sitges atípico, inolvidable y ojalá irrepetible (en las mismas condiciones).
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