Un fotograma de 'El lago del ganso salvaje'.

Radiografía de una China devoradora

'El lago del ganso salvaje' es un tenso thriller que retrata un país convulso y que cuenta con secas escenas de acción que se alejan del convencionalismo

Jueves, 23 de enero 2020

El cine oriental sabe sacar chispas del thriller, un género que permite entretener al espectador, sumergirle en el suspense de una trama oscura, mientras bucea en nuestros más bajos instintos. Pasear por el lado sombrío del comportamiento humano mientras se desvela la investigación de un ... crimen es la especialidad del cine de Corea del Sur, con títulos como 'I Saw the Devil', 'Chaser' o 'Memories of Murder', pero en China tampoco se quedan cortos. 'El lago del ganso salvaje', aplaudida en festivales como Cannes, menos complaciente que el fenómeno 'Parásitos', escrita y dirigida por Diao Yinan, autor de la igualmente excepcional 'Black Coal' (ganadora el Oso de Oro en Berlín en 2014), realiza un retrato visceral de su país de origen, aparte de plantear un enredo violento, en el cual lo que menos importa es la intriga.

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Partiendo de las rencillas entre varias bandas organizadas de ladrones de motos, el espectador es testigo de los vaivenes de un mafioso herido que no parece tener escapatoria ante sucesión de circunstancias incriminatorias. La huida hacia adelante, lo que ocurre a su alrededor, cómo reacciona ante otros personajes que se cruzan en su camino, son el punto fuerte de una historia tensa que cuenta con algunas secuencias brillantes.

El uso del espacio en off, los silencios y el movimiento dentro del plano, aprovechando las paredes y los objetos para enfatizar la razón del relato, colocan 'El lago del ganso salvaje' en la cartelera como el mejor estreno del fin de semana. Las escenas de acción se alejan del convencionalismo, encuentran en la sequedad su razón de ser, es cine de anti-acción, más real por ello, más inquietante y cruento. Nada que ver con Hollywood. Los golpes duelen, las cuchilladas estremecen y somos partícipes del caos que puede significar estar en medio de un tiroteo, aunque no es lo más importante de un filme que aprovecha al máximo el lenguaje del medio, sin artificios ni efectos visuales que valgan.

Los gestos del fugitivo protagonista son más que suficientes para entender su deseo de redimirse antes de ser asesinado, su trágico destino y su soledad existencial. Su necesidad de pedir perdón, de purgar sus pecados, en medio de una lucha de intereses, donde mandan la traición y los delirios de grandeza, supone un viaje redentor lleno de recovecos. Cine negro en toda regla, radiografía de una China áspera y devoradora, de sus calles más retorcidas, un paisaje urbano que permite una narrativa rotunda, inmersiva, que reafirma el talento de un director tan cauto como ingenioso. Somos animales, sobre todo cuando cae la noche.

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