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Gorka Otxoa hace cuentas y resulta que lleva treinta años haciendo reír al respetable. A los 16 años ya aparecía en 'Gure familia eta beste ... piztia batzuk', una serie de ETB. Con la mayoría de edad entró en el reparto de 'Goenkale' y estudió Psicología, carrera que terminó sabiendo que lo suyo era ser actor.
'Vaya semanita', 'Cuéntame', 'Pagafantas', 'Doctor Mateo', 'Águila roja', 'Velvet', 'Fe de etarras'... El donostiarra, que vive una popularidad desconocida gracias a la serie de Netflix 'Machos alfa', estrena hoy en salas 'Un funeral de locos', remake de la comedia británica 'Un funeral de muerte' (2007) a cargo del veterano Manuel Gómez Pereira. Otxoa brilla en un reparto lleno de estrellas en la piel de un pobre hombre que se ha tomado una pastilla alucinógena por error y se pasa todo el metraje delirando.
–¿En qué piensa uno cuando está desnudo subido a un tejado con todo el equipo mirándole?
–En nada. Hombre, me agobié ante la idea de estar la mitad de la peli en pelota picada. Ha sido la primera dieta que he hecho en mi vida: adelgacé 8 kilos en un mes. De momento, no hay efecto rebote. El equipo fue profesional y no hubo coñas. Rodábamos en Chillida Leku, y un día los visitantes me miraban con toda la curiosidad del mundo.
–Está muy divertido en la piel de un colgado. Corría el peligro de pasarse de rosca.
–Era un reto. El gran peligro era hacer la tontería. Mi gran referencia fue el actor de la película británica (Alan Tudyk), aunque esta es una adaptación a nuestra idiosincrasia. Lo que más recordaba del original era justo este personaje fuera de control. Yo no he intentado copiarle, estuve jugando con mi colocón y el director me lo iba comprando todo. Para mí, la comedia funciona cuanto más real resulta.
–La película tiene un reparto espectacular. ¿Aprende cuando trabaja con actores así?
–También aprendo con el que está empezando, que tiene la frescura y otra manera de hacer. En nuestra carrera no dejamos de aprender. Pero este 'dream team' de monstruos de la comedia es brutal. En esta maravillosa profesión nuestra procuro observar y empaparme de detalles.
–¿Qué balance hace de 30 años de profesión?
–Madre mía. Mi titular claro es que soy muy afortunado. Esta es una de las profesiones con más paro, somos muy pocos los que podemos vivir de ello tranquilamente sin ser mileuristas. He hecho proyectos chulos y a otros he podido decir que no. No he parado de trabajar, he tenido la suerte de no tener que hacer otras cosas.
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–¿Se perdió un psicólogo brillante?
–Nunca lo sabremos. Y espero que nunca lo sepamos. Si me quedo sin trabajo tendré que recurrir a ese plan B. Lo habría intentado hacer de la mejor manera posible.
–¿Aquel 'txaraina' de 'Vaya semanita' pensaba que iba a ser uno de los actores más ocupados del cine español?
–No sé. Yo soy del aquí y el ahora, de vivir el presente y no comerme la cabeza ni con el pasado ni con el futuro. No me pongo metas ni me agobio. Terminé Psicología pero no seguí formándome, quería ser actor para siempre.
–Lleva tres temporadas deconstruyendo la masculinidad en 'Machos Alfa'. ¿Ha llegado a alguna conclusión?
–Hombre, la masculinidad tóxica y el machismo los llevamos casi en la memoria genética. Llevamos miles de años ejerciéndolos. Afortunadamente ahora toca cambiar. Gorka Otxoa también está surfeando esa ola del cambio, con nuestras dudas, miedos y contradicciones. Todavía queda mucho recorrido.
–¿Ha notado mucho subidón de popularidad con la serie de Netflix?
–Hacía tiempo que no protagonizaba algo que ve tanta gente. Cuando nos ven a los actores se les ilumina la cara. Me escriben espectadores de todo el mundo. Yo soy muy viajero, y me he encontrado con más fans en Budapest que en Donosti. «¡Alpha Males! ¡Alpha Males!». Estuve en Brasil, bajamos del avión y los currelas de la agencia de alquiler de coches se hicieron una foto conmigo. Y en Japón, lo mismo. Luego dicen que la comedia no viaja. La serie no es un panfleto, gente que no ha escuchado nunca el término micromachismo ahora sabe lo que es.
–En su cuenta de Twitter no hay muchas risas.Denuncia sobre todo la situación en Gaza.
–Hay noches que me acuesto mal por Gaza. Estamos viviendo un genocidio terrible en riguroso directo y los grandes países están mirando a otro lado, incluso rearmándose, ayudando a Israel, sin hacer los boicots que le hicieron a Rusia. No hay cartelitos en los partidos de fútbol. Están devastando un trozo de tierra enano que les dejaron después de décadas. Les llevan a un sitio, les dicen que es un lugar seguro y les bombardean. No lo digo yo, sino la ONU; no es una posición política, sino humana. La masacre a niños, mujeres, médicos, periodistas... No hemos vivido algo así desde el nazismo. Están repitiendo lo mismo que sufrieron ellos. Y el Gobierno español más progresista de la historia no planta cara.
–¿Hacer reír es un superpoder?
–Yo diría que es una capacidad muy bonita. A veces me dicen que se les ha muerto un familiar y te dan las gracias por tu peli o tu serie. Eso me llena, la risa tiene una parte terapéutica o social, nos hace olvidarnos de nuestras mierdas.
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