Ernesto Sevilla, dirigiendo una secuencia, con Arturo Valls de espaldas.

Ernesto Sevilla: «Competir contra un recuerdo es lo peor que te puede pasar»

Entrevista ·

Debuta en el largometraje con 'Camera café, la película', adaptación a la gran pantalla de la tira cómica que amenizó las noches de Telecinco

Iker Cortés

Madrid

Jueves, 24 de marzo 2022

Desde 2002 lleva Ernesto Sevilla (Albacete, 43 años) preocupado por los encuadres y los tiros de cámara. Fue entonces cuando empezó a realizar algunos de los sketches de 'La hora chanante'. Luego llegarían 'Museo Coconut', 'Retorno a Lílifor', cortometrajes como 'Viven?' o la descacharrante 'Capítulo ... 0'. El de Albacete se lanza ahora a dirigir su ópera prima, 'Camera café, la película', una adaptación a la gran pantalla de la tira cómica que entre 2005 y 2009 amenizó el 'access prime time' de Telecinco, y que llega este viernes a la cartelera con el reparto original.

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–¿Cómo fue acercarse a estos personajes tan queridos? ¿Le daba miedo decepcionar a los seguidores?

–Sí, sí. Cuando me ofrecieron el proyecto empecé a pensar que competimos contra un recuerdo y creo que eso es lo peor que te puede pasar porque todo el mundo recuerda 'Camera café' como un pedazo de serie, que lo fue, pero de forma un poco desvirtuada porque piensan que es más costumbrista de lo que era. La serie era muy loca, surrealista y absurda. La gente ve ahora la película y dice que es muy chanante y en realidad todos los elementos que aparecen en ella los saqué de la serie, lo que pasa es que en la ficción no se veían, eran líneas de díalogo frente a la máquina de café. Así que sí, sentí presión nervios y un poco de vértigo, pero también vi que el proyecto ofrecía un montón de posibilidades con las que hacer muchas pelis, y es lo que he hecho.

–Se permite experimentar muchísimo con la cámara. ¿Le tuvieron que frenar?

–(Ríe). Sí, porque yo la hubiese hecho más loca si me llegan a dejar, pero Arturo Valls estaba ahí como el guardián del tono y la esencia y yo me fiaba mucho de él.

–Vuelve a escribir junto a Miguel Esteban y Joaquín Reyes, con los que ya ha colaborado en infinidad de proyectos.

–Son muchísimos años trabajando juntos, creo que van a hacer veinte. Hay muchísima complicidad y nos queremos un montón. Tenemos mucho respeto los unos por los otros. Pero es que encima, en el último proyecto, que fue 'Capítulo 0', cogimos un músculo escribiendo acojonante. Nos salían los guiones muy rápidos y casi no teníamos ni que hablar entre nosotros. Encontrar algo así es como que te toque la lotería.

–Es fácil verle en Instagram colgando fotos de películas que se dispone a ver en casa. Esa afición por el cine, ¿ha crecido según iba metiendo la cabeza en la dirección o ya estaba ahí?

–La he tenido siempre, desde niño. He sido un gran cinéfilo desde que tengo uso de razón, vaya.

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–¿Cuándo empezó a ver que era hacia la dirección donde quería encaminar sus pasos?

–Desde siempre, lo que pasa es que hasta hace poco no me puse en serio.

–Bueno, dirigió 'Museo Coconut'.

–Sí y en 'La hora chanante' ya realizaba muchos sketches. Tuve la suerte de que a ninguno de mis compañeros les interesaba aquello de dónde poner la cámara y vi una posibilidad de aprender trabajando. Estuve siempre matando el gusanillo de director con nuestros proyectos y cuando terminó 'Retorno a Lílifor' me vi ya con una edad que dije «hostia, tío, como no te lo tomes en serio se te pasa el arroz y no diriges nada». Me puse hacer mis cortos, intentaba coger curros donde me dejaban dirigir, como los tráilers falsos de 'El hormiguero', que me permitieron después hacer 'Capítulo 0'. A partir de ahí, la gente ya vio que podía dirigir.

–Y como espectador, ¿ve ahora el cine de manera diferente? Es decir, ¿disecciona más cada detalle?

–No, soy un gran espectador, sigo siendo inocente en ese sentido. Me sigo metiendo en las pelis. Un día normal, veo cinco películas por lo menos, y no soy muy exigente. Disfruto mucho e intento que me guste lo que veo; voy a favor. Tengo muchos amigos cinéfilos y acabo siendo el que las defiende todas.

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–Es su primer largometraje, ¿qué debilidades se ha visto?

–La verdad es que he notado mucho que sea una película, un largometraje, sobre todo en la presión. Haciendo 'Capítulo 0' yo no tenía ningún tipo de preocupación. Se va a poner en Movistar, si lo ve la gente, bien y si no, pues también. Esto es una peli, hay más pasta en juego, la gente quiere que funcione, aspiran a que lo vea la gente. Esto es una cosa que me puso nervioso muchas noches y alguna mañana fui al set casi sin haber dormido nada de los nervios. Si alguna vez vuelvo a hacer cine, que espero que sí, intentaré ir más tranquilo con eso.

–¿Y fortalezas?

–Sigo siendo muy rápido dirigiendo, voy muy al grano, no ruedo muchas tomas, lo tengo bastante claro y eso es una ventaja.

Vídeo. El tráiler de 'Camera café, la película'.

–En todos sus proyectos, el humor es el elemento central. ¿se ve tocando otros géneros?

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–Sí, en el futuro, experimentaré con otros tonos. El terror me llama mucho la atención… Quizás una cosa que esté a medio camino entre una película de terror y de humor. Cosas como las de Jordan Peele, el director de 'Déjame salir', me llaman mucho la atención.

–La estética de la cinta también sorprende. A juzgar por los monitores de tubo de la oficina estamos en los 2000, pero hay un toque también setentero.

–Sí. Para empezar las oficinas de ahora son feísimas, no son nada cinematográficas y parecen todas clínicas de dentistas, son como espaciales, no molan nada. A mí me gustan mucho las cosas 'vintage' y para mí todo lo antiguo es mucho más bonito que lo nuevo, eso es así. Además, me gusta cuando las pelis tienen una especie de universo propio. Hice el ejercicio de pensar en el pasillo de la máquina de café, que lleva a la oficina, y si nos hubiéramos encontrado con una oficina moderna, con esos personajes vestidos casi como de cómic, no hubiera funcionado. Creo que era mucho más interesante tirar por otro lado. A los de arte les dije: «Vamos a hacer como si fuera noventera y principios de los 2000, pero no os obsesionéis con la época, vamos a intentar confundir a la gente, que no sepa cuándo se desarrolla, que tenga un universo propio.

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Jesús Quesada, el protagonista al que da vida Arturo Valls, sigue siendo un pícaro, pero ese machismo que rezumaba el personaje se ha reducido mucho. ¿Ha sido una decisión consciente?

–Sí, lo hemos hecho de forma consciente y se han juntado varias cosas. El humor, efectivamente, ha cambiado. Quesada cerraba ventas en puticlubs, una cosa que un agente de ventas, a principios de los 2000, es muy normal que hiciera. Ahora, a mí me daba una pereza horrible hacer otra película española donde el protagonista es un putero machista y bebedor. Preferí coger esas otras facetas del personaje, el aspecto jeta, del tipo que se escaquea.

-Juega mucho con la cámara y de hecho se ha permitido homenajear cintas como 'Casino' o 'El lobo de Wall Street'.

–A mí me gusta mucho hacer ese tipo de cosas, reproducir planos de mis películas favoritas. Para mi, ese día con un plano así, ya es un día divertido. Si tengo el plano de 'Casino', ya estoy contento. Y luego funciona bien como broma. Que en una película como 'Camera café' haya un homenaje a Scorsese o a David Fincher mola y funciona porque no deja de ser parodia.

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–Cuentan con cameos como el de Ibai o el de Karina. ¿De dónde surgen estas locuras?

–Planeamos cameos desde el guion. Decimos, hostia, pues en esta secuencia molaría que apareciese alguien guay, famoso, que deje a la gente loca. Conforme se va acercando la fecha de rodaje, esos nombres van bailando porque algunos no quieren, otros no pueden por agenda, son casi favores que pides a la gente. Hemos tenido mucha suerte con los cameos que han acabado apareciendo porque algunos de ellos han arrancado aplausos, pero ya te digo que son cosas casi accidentales, forman parte de estos milagros maravillosos del cine.

Un entretenido debut

No es poca la responsabilidad a la que se enfrenta Ernesto Sevilla en su debut en el largometraje. Al chanante, artífice de series como la disfrutona 'Museo Coconut' o la brillante 'Capítulo 0', se le ha encargado la adaptación de 'Camera café' a la gran pantalla. La tira cómica, muy querida entre buena parte del público, presentaba a un puñado de personajes, más bien extravagantes, que coincidía en la máquina del café de la oficina. Con un tiro de cámara fijo y en forma de sketches, la directora de marketing, la secretaria, el responsable de ventas o el chófer del presidente de la empresa iban compartiendo toda suerte de historias, a cada cual más loca. El reto de Sevilla consistía en plasmarlas de verdad ante la cámara y ha salido más que airoso.

'Camera café, la película' rompe con la rigidez del formato original, sin perder su esencia. Ayuda, sin duda, que prácticamente todo el reparto de la serie esté presente en una cinta que cede todo el protagonismo a Jesús Quesada, el pícaro al que con tan buen tino da vida Arturo Valls. Jeta y vividor, por Quesada parece no haber pasado el tiempo. Sigue siendo un tipo que se escaquea a la hora de dar el callo y también un perdedor que ha acabado viviendo en una autocaravana -¿homenaje a 'Ash vs. Evil Dead'?- por un asunto de cuernos. Sin embargo, un encuentro con su hija -resulta sorprendente el papel de Ingrid García-Jonsson en la cinta-, le lleva a replantearse su caótica forma de vida en una cuya trama principal parece tomar ideas de 'The Office'.

Con un arranque realmente divertido, queda claro que Sevilla ha aprovechado que también coescribe el guion, junto a sus inseparables Joaquín Reyes y Miguel Esteban, para plasmar buena parte de sus obsesiones y de su humor, experimentar con la cámara -hay secuencias con mucha planificación detrás-, crear un universo estético realmente rico y homenajear a algunas de sus películas favoritas, desde 'Casino' hasta 'El club de la lucha'. Concursos, cameos, fados, borracheras y hasta bucles temporales forman parte de un guion alocado y lleno de gags que, a excepción de alguna escena hilarante y de la gran revelación final, va perdiendo fuerza con el discurrir de la película. En definitiva, un entretenido debut de alguien que aún lo tiene todo por contar.

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