Una discutible redención

Más que miedo, los espectadores jubilosos pasarán el rato sin la necesidad de encogerse en la butaca. El relato oscuro se sitúa esta vez ocho años después de la carnicería expuesta sin tapujos en el primer filme, decantándose más por la acción y el suspense que por estremecer a la audiencia. El veterano psicópata parece haber aplacado su ira, ha calmado a su monstruo interior. Ha rehecho su vida, ejerciendo de padrastro de una niña que alguien reclama a la fuerza, situación que le saca de sus casillas, con el consiguiente festín sangriento.

El principal problema de 'No respires 2' es que no goza de la capacidad de sorpresa de su antecesora. Hay giros, pero no inesperados, salvo quizás un vuelco inicial que remite a Hitchcock, y ahí se queda. Como mandan los cánones últimamente, para que el villano retratado con virulencia en la anterior propuesta caiga mejor, irrumpe en escena alguien con menos escrúpulos. No son nazis, la baza habitual en al audiovisual actual, pero se dedican al narcotráfico y pretenden secuestrar a la chica con extraños fines. Sus aviesas intenciones despiertan de nuevo a la bestia, un invidente que pasa con demasiada facilidad de Daredevil, el hombre sin miedo, a sujeto indefenso.

Blanquear las atrocidades que el protagonista cometió antaño, incluyendo la violación, pasa inevitablemente por la redención. De hecho, la huérfana que acoge se llama Phoenix. Aceptadas estas discutibles reglas del juego, estamos ante una home invasion que va y viene en varias direcciones, cambiando de localizaciones a diferencia de la cinta original. No hay apenas tensión en los allanamientos y la descripción de los espacios en las distintas moradas es meramente funcional.

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'No respires 2' puede verse de manera independiente, funciona mejor si no hemos visto la anterior entrega porque resulta inevitable compararlas. Si la primera era original en su exposición y contaba con una atmósfera envolvente, su continuación carece de atmósfera y malgasta algunas ideas interesantes -ojo al martillo y el cascabel- resueltas con pereza por el debutante Rodo Sayagues, co-guionista de las dos partes junto al propio Álvarez.

Alguna escena de acción confusa, resuelta con dificultad por una probable falta de planos, enfatiza la sensación de que algo falla en la dirección. Le sientan como una losa las virtudes de su predecesora, destacando el trabajo del actor principal, Stephen Lang, que resuelve algunas escenas donde está vendido. Los amantes del gore cuentan con alguna dosis de hemoglobina y miembros cercenados, con la música de Roque Baños como banda sonora. El compositor español vuelve a firmar la música.