Joaquín Fuentes, gerente de Proyecfilm, junto a su hijo Alberto y un empleado en el cine de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca). Miriam Chacón

Los cines de los pueblos venderán entradas para canjearlas en la reapertura

Medio centenar de salas de la España vaciada se han unido en una plataforma para «darles visibilidad y recordar la experiencia de ir al cine»

Martes, 28 de abril 2020

Alberto Fuentes tiene 28 años y es la tercera generación de una familia de exhibidores de Salamanca. Su abuelo era operador del cine Palacio de la Prensa, en la Gran Vía de Madrid, y en verano proyectaba películas por los pueblos. Su padre, Joaquín Fuentes, ... nació un caluroso 19 de julio en un cine de verano en Piedralaves (Ávila). «Mi abuela dio a luz en la habitación contigua a la que hacía de cabina de proyección», detalla Alberto. «Esa noche proyectaban 'Los agentes del quinto grupo'. El año pasado conseguimos encontrar el cartel y mi padre lo tiene colgado en su despacho».

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Los Fuentes podían haber protagonizado la versión española de 'Cinema Paradiso', historias con proyectores de 16 milímetros, sábanas en las plazas de los pueblos a modo de pantalla y un ladrillo caliente envuelto en una manta como calefacción. Sin embargo, no se han dejado arrastrar por la nostalgia y en la actualidad gestionan con su empresa Proyecfilm una veintena de salas en localidades de la España rural de entre 5.000 y 7.000 habitantes.

Dos cines en Astorga (León) y Viveiro (Lugo) los tienen arrendados, el resto son salas municipales. «Llegamos a un acuerdo con el Ayuntamiento, propietario de un local al que no da uso. Nosotros los equipamos y explotamos», explica Alberto. Daimiel (Ciudad Real), Mota del Cuervo (Cuenca), Almazán (Soria), Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), Motril (Granada)… De otra manera, sus vecinos tendrían que recorrer cien kilómetros para ver una película de estreno en pantalla grande.

Joaquín Fuentes junto a su padre y su hijo mayor a finales de los años 80 en un cine de Guijuelo (Salamanca). Tomás López

Un cine privado sería inviable en estos pueblos. Las proyecciones son de viernes a lunes y la entrada oscila entre 4 y 6 euros. El pasado 14 de marzo se iba a inaugurar el cine de Navia (Asturias) en el teatro Fantasio cuando se decretó el estado de alarma. Y los Fuentes se quedaron sin dar películas. La incertidumbre sobre la próxima reapertura de salas también afecta a su actividad estacional en infinidad de cines de verano. «No sabemos si ofertarla, porque desconocemos si se va a permitir o no».

Proyecfilm no se ha quedado de brazos cruzados. Primero se adhirió a la plataforma Salavirtualdecine.com, que ofrece películas que iban a estrenarse en salas en estas fechas al mismo precio de la entrada del cine. Ahora están a punto de lanzar una iniciativa a través de la web Niuncinemenos.com: comprar entradas estos días con descuento para poder canjearlas cuando los proyectores arranquen de nuevo.

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«Todo el día se habla de las plataformas pero no de las salas», lamenta el benjamín de los Fuentes. «Con esta iniciativa queremos darles visibilidad y recordar la experiencia de ir al cine. Se trata de ofrecer entradas a precio reducido para disfrutar cuando todo vuelva a ser como antes». Hasta el momento se han adherido medio centenar de cines (las veinte suyas y treinta más) y cuentan con la logística de la plataforma de venta de entradas Kinetike. Saben que el regreso a la normalidad será complicado.

«Queremos que la gente vaya segura, no que sea una Fiesta del Cine masiva», advierte Alberto Fuentes. «Hasta que no se vean claros los plazos no lanzaremos la iniciativa, porque a lo mejor abrimos en diciembre, aunque Disney ha programado 'Mulán' en julio». La incertidumbre reina en el sector. Nathanaël Karmitz, empresario de la distribución y exhibición francesa con intereses en España, ha aventurado que en nuestro país los cines no abrirán hasta octubre o noviembre. La reducción de aforos y las medidas de higiene y desinfección extremas serán condiciones obligatorias.

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Joaquín Fuentes en el cine de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) que gestionan. Miriam Chacón

Hasta que eso ocurra, los exhibidores han recurrido a ERTES, como otras tantas empresas, aunque el pago de los alquileres y los gastos de mantenimiento de los locales les provoquen una sangría económica que hará que muchas pantallas no vuelvan a iluminarse. En las oficinas de Proyecfilm trabajan cinco personas. Cada uno de los cines de los pueblos tiene tres trabajadores que hacen de todo: cortar entradas, acomodar al público, atender el ambigú... «Ya no hace falta un operador: con la proyección digital solo hay que apretar un botón», ilustra el empresario.

La desaparición de las bobinas en 35 milímetros y la llegada del DCP (el cartucho digital que alberga el filme) propició que esta empresa familiar reflotara tras unos años de vacas flacas. «Hubo un momento en que era insostenible. Llegabas y la gente ya se había descargado tu película», recuerdan. Por mucha tele grande que se tenga, nada puede igualar la pantalla gigante de una sala y el Dolby 7.1 en el que exhiben los Fuentes. Las sesiones se anuncian en redes sociales, aunque siguen poniendo carteles por los comercios.

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«Los Ayuntamientos están contentos. Cuando llegamos nos involucramos en la vida del pueblo, colaboramos con asociaciones, convocamos concursos de cortos...», enumera Alberto. Su público está compuesto de gente mayor y niños, porque en la España vaciada no hay jóvenes. «Un domingo a las ocho de la tarde, 150 personas salen de su casa, van al cine y a la salida se toman un café en el bar del pueblo. Creamos comunidad», presumen estos feriantes de películas.

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