Achero Mañas regresa diez años después con una errática road movie

Ernesto Alterio protagoniza una road movie que parte de una experiencia del propio director. Su madre, la actriz Paloma Lorena, le pidió un día que, cuando muera, no la incinere ni entierre, sino que arroje su cuerpo al mar. El director en crisis que encarna Alterio, separado y a cargo de la realización una serie de televisión que considera basura, se ve envuelto el mismo brete. Su madre fallece y el protagonista carga el ataúd en una furgoneta y se va junto a su hija (Gala Amyach, hija de Mañas en la vida real) a cumplir su último deseo.

'Un mundo normal' arranca chispeante en el seno de una familia bohemia e intelectual, parecida –intuimos–a la del propia Mañas, con una madre carismática (Magüi Mira) y un hermano pianista y homosexual (Pau Durá). El tono de comedia sofisticada y ajena al costumbrismo –algo raro en el cine español– aguanta hasta que salimos a la carretera y empezamos a viajar en círculos que no conducen a ninguna parte. Las peripecias del desbordado protagonista le conducen a moteles de mala muerte mientras le persigue sin demasiadas ganas la policía, ya que arrojar un cadáver al mar es, por lo menos, un delito contra la salud pública.

Achero Mañas ha confesado en Málaga que estaba preocupado por el tono de la película, «que en cada secuencia y cada lugar surgiera esa mezcla de risa, de absurdo y de drama». Quizá en ese deseo de saltar de la sonrisa a la lágrima cada poco tiempo radiquen las pegas de una película que llegará a las salas el 11 de septiembre. El director se ha mostrado crítico en el festival con la situación del cine español y con la ley que lo regula. Según el autor de 'El Bola', la actual Ley del Cine «es demencial porque propicia la industrialización de las películas y deja un vacío, con muchos directores que no tienen la capacidad de levantar un proyecto».

Según Mañas ya no existen productores independientes, «prácticamente han desaparecido, porque van a las cadenas de televisión con los contenidos que les obligan a hacer». El auge de las plataformas y las series tampoco ha traído, en su opinión, una bonanza creativa. «Los creadores nunca han estado tan condicionados en los contenidos como lo están ahora los directores de las series. Las series ocupan un espacio que ya no ocupa el cine, es como si este hubiera muerto. En vez de ser una cultura de masas es una cultura de casas. La mirada del autor está ahora mucho más perjudicada».