Oskar Belategui
Jueves, 23 de marzo 2017, 19:51
En 1991, un Álex de la Iglesia de 26 añós rodó su primer trabajo como director aprovechando los decorados que había construido para otro corto. 'Mirindas asesinas' convertía un bar en la antesala del infierno en blanco y negro. El llorado Álex Angulo pedía ... una Mirinda refresco de inequívoco regusto setentero y pretendía irse sin pagar. «He dicho que me la dé y me la ha dado. ¿Y ahora pretende cobrármela?», desafiaba el orate. Acto seguido, sacaba una metralleta de su gabardina y acababa masacrando a los parroquianos del local. Violencia y humor absurdo, sí. Sobre todo teniendo en cuenta que Angulo llevaba bajo la gabardina un vestido de lagarterana que solo se vislumbra unos segundos. Bienvenidos al universo dadá.
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A los 51 años, el director bilbaíno regresa a otro bar convertido en uno de los cineastas más populares y taquilleros del país. De la Iglesia es 'mainstream'. Sus películas son un acontecimiento y se estrenan con muchas copias de la mano de 'majors'. Pero no ha renunciado a su universo personal. De nuevo elige una tasca como microcosmos de un país sumido en el miedo y la desesperación. Un bareto inequívocamente madrileño, situado frente al madrileño mercado de Mostenses, regentado por Terele Pávez con su habitual mala hostia, como si acabara de dejar la pensión de 'El día de la Bestia'.
El detonante de la trama parece salido de un episodio de 'Alfred Hitchcock presenta'. Dos de los clientes que salen por la puerta son acribillados a balazos por un francotirador. Cunde el pánico. ¿Qué sucede? Lo extraño es que la calle se queda vacía y no aparece la policía. ¿Por qué nadie acude al rescate de El Amparo? (qué sarcasmo en el nombre del bar...). El vodevil macabro se torna misterio de ciencia-ficción cuando la cobertura de los móviles empieza a fallar y la televisión no emite la noticia. ¿Hay un virus que obliga a exterminar a los contagiados? ¿Entras a tomarte un café con porras y acabas como el último habitante del planeta?
De la Iglesia vuelve a las situaciones límite y a los espacios cerrados de los que tanto provechó sacó en 'La comunidad'. Al poco tiempo sabremos que no vamos a salir de las paredes del bar, aunque después descubramos dos nuevos escenarios: el sótano y las cloacas. Confía en un reparto que se luce con personajes arquetípicos. Blanca Suárez (qué bien está siempre con De la Iglesia) es la pija que revelará una inusitada vocación de supervivencia; Mario Casas, el hipster cobarde colgado de internet; Carmen Machi, la solitaria adicta a las máquinas de juego; Jaime Ordóñez, el vagabundo loco que anuncia el fin del mundo. De entre todos los personajes, el único con el que el espectador puede sentir empatía es el camarero encarnado por Secun de la Rosa, un pobre hombre que funciona como mímesis del españolito zarandeado por las circunstancias.
'El bar' recibió malas críticas en la Berlinale. Como en otras películas del director, acusaron, su desenlace se aturulla y el caos se apodera de la pantalla. Ruido y furia que consiguen agotar al espectador. Es como si Álex de la Iglesia no supiera cómo terminar tras un arranque deslumbrante, lo mismo que ocurría, por ejemplo, en 'Balada triste de trompeta' y 'Mi gran noche'. La coralidad tampoco ayuda a apaciguar la mirada. Algo de eso hay en 'El bar', donde sus protagonistas son sometidos a mil perrerías, aunque no alcanza el desvarío final de trabajos anteriores.
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Concedamos que puede ser la misma película que su autor viene contándonos una y otra vez, un recordatorio de cómo bajo presión sacamos lo peor de nosotros mismos. Pero también es un virtuoso ejemplo de cómo encadenar un género tras otro: arranca como una comedia costumbrista, prosigue en clave de 'thriller' de ciencia ficción, pasa a ser 'whodunit' a lo Agatha Christie, deriva en cine de acción y concluye en terror granguiñolesco. Y todo sin salir del bar, aunque el tercer acto en las cloacas parece pertenecer a otra película.
La próxima cinta del director, ya en fase de postproducción, 'Perfectos desconocidos', también encierra a un grupo de personas en un espacio único. El desencadenante del caos no es una amenaza exterior, sino lo que parece en principio un inocente juego con los móviles: leer en alto los mensajes que les llegan durante una cena. Habrá que comprobar cómo se desenvuelve el autor de 'Perdita Durango' en una pieza de cámara. De momento, 'El bar' entretiene y contiene unos cuantos apuntes maliciosos. Lo mejor no es broma, llega con los créditos, donde las inquietantes imágenes de una de las protagonistas (guiño incluido a El día de la Bestia') provocan un desasosiego que no se experimenta con las imágenes anteriores de la película.
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