Un fotograma de 'The Other Side Of Hope', de Aki Kaurismäki.

Dos maestros infalibles en la Berlinale

Aki Kaurismäki y James Gray se perfilaban a priori como lo mejor del festival y no defraudaron

Ricardo Aldarondo

Jueves, 23 de febrero 2017, 18:31

Cuando los grandes festivales publican sus listas de películas seleccionadas, cotizan al alza los nombres de directores bien consagrados. Lógico, es lo que da pedigrí al festival (sí, incluso a Cannes, que suele tener un 95% de primerísimas figuras en su competición oficial) y lo ... que excita la memoria histórica del espectador, deseoso de que el cineasta que le cautivó con sus anteriores películas vuelva a darle nuevas raciones de gozo. Así se crean las expectativas y los 'qué buena pinta tiene' ante una nueva edición en la que en realidad todo son incógnitas y supuestos. Cualquier cinéfilo festivalero debe guardar buena parte de su corazoncito expectante también para la sorpresa, lo inesperado, el placer de asistir a la primera proyección mundial de un objeto no identificado y descubrir nuevo talento.

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En la recién terminada Berlinale ha ocurrido de nuevo todo ese ritual. Aún intentando no dejarnos llevar por la predisposición o la devoción irracional, lo que más nos convenció fue lo que más garantías nos ofrecía a priori, por las trayectorias de sus directores, tan distintos como Aki Kaurismäki y James Gray. Ambos parecen infalibles. También habría que añadir al italiano Luca Guadagnino que con su 'Call Me By Your Name' va a verse definitivamente catapultado como director importante, después de la también notable 'Cegados por el sol'.

El finlandés competía por el Oso de Oro con 'El otro lado de la esperanza (The Other Side of Hope)', aunque finalmente se quedó solo con el premio al mejor director. Una pena, porque Kaurismäki consigue con su nuevo filme ser absolutamente fiel a su estilo y su peculiar mundo, y al mismo tiempo hace que todo aparecezca igual de fresco y real y cercano como es habitual en él; todas sus constantes están ahí pero no aparece el fantasma de la repetición o la sensación de lo ya visto. Además, mientras mantiene su apego por todo lo 'vintage', en ropas, coches o decoraciones, se cuida mucho de mantener una vigencia contemporánea en lo que cuenta, y cómo lo cuenta.

Uno de los dos personajes que conducen las dos historias independientes que acaban confluyendo a mitad de película es un refugiado sirio. Pero no hay rasgos de oportunismo en esa elección: el personaje se integra perfectamente en el mundo melancólico, callado y risueño de Kaurismaki, que aprovecha para dar unas cuantas andanadas, en formato irónico, a su país y a una Europa por la que Khaled vaga como un fantasma, en busca de su hermana. La declaración en que cuenta su historia, sin ninguna afectación, es ejemplo perfecto de la sencillez y emoción con que Kaurismäki puede abordar de un modo absolutamente propio un tema tan general.

'El otro lado de la esperanza' es otra nueva delicia del director de 'Un hombre sin pasado' (2006) y 'Le Havre' (2011), culminación (una vez más) de una trayectoria que ya tenía un camino propio en sus primeras películas, como 'La chica de la fábrica de cerillas' (1990) y que con el tiempo ha ido ganando en profundidad humana y un amor por los personajes a los que aún en su desgracia se les concede el don de arroparse entre ellos y sobrevivir aunque sea en su honestidad y su particular forma de resistir.

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El caso de James Gray es distinto. Con una carrera más breve, y aún menos prolífico que Kaurismäki, él sí ha dado un giro a su carrera en los últimos tiempo. En la Berlinale presentaba 'La ciudad perdida de Z' fuera de competición en una de las sesiones de gala especiales, por haber estado ya en el Festival de Nueva York. El director estadounidense que se veía a punto de encasillarse en la renovación del género policíaco con películas como 'La otra cara del crimen' (2000) o 'La noche es nuestra' (2007), dotadas de un fuerte poso de melodrama familiar, abandonaba el presente para ir un siglo atrás en 'El sueño de Ellis' (2013) y centrarse en el melodrama. Y ahora en 'La ciudad perdida de Z' se acerca a la aventura, pero siempre con un mismo sustrato de melodrama interior, aunque buena parte de la acción transcurra en la selva amazónica. Más cerca del Werner Herzog de 'Aguirre, la cólera de Dios' o de 'El corazón de las tinieblas' de Joseph Conrad, que de las aventuras de acción y espectacularidad del cine estadounidense actual, Gray elabora un majestuoso, dolorido y hermoso retrato de un hombre que aspira a descubrir los restos de una civilización mítica, escondida en el corazón de la selva, por pura ansia de conocimiento. Desde los inicios como militar a comienzos del siglo XX, a sus diversas incursiones en la selva boliviana, o los intensos lazos familiares con su esposa y sus hijos a pesar de la distancia y las largas épocas de ausencia, este retrato carece de épica o grandes escenas de gesta y conquista: Gray mantiene el formato intimista porque es la aventura de unos pocos hombres obcecados y sacrificados avanzando por territorios fantasmagóricos. Con una fotografía naturalista y por lo tanto oscura, a lo 'Barry Lyndon', Grey consigue imágenes de gran impacto emocional, huyendo del preciosismo o del impresión visual. Y abre nuevas vías a una carrera que se sigue vislumbrando como apasionante. A ver si se da un poco más de prisa en la creación, que seis películas en 22 años no es mucho. Todas excelentes, eso sí.

Como viene siendo habitual, el impacto que las películas producen en los festivales no garantizan su rápido estreno. 'La ciudad perdida de Z' llegará el 7 de julio. Y 'El otro lado de la esperanza' no tiene aun fecha de estreno, pero lo más probable es que no llegue hasta el otoño.

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