Guillermo Balbona
Jueves, 16 de febrero 2017, 16:45
Guillermo Cabrera Infante, o sea 'Caín' el crítico, como firmaba, dijo de ella que era una «obra maestra». Lo cierto es que nunca una oreja extraviada ha dado tanto de sí. Con 'Twin Peaks' aún en el horizonte, David Lynch empezaba a cuajar como ... un cineasta de culto que contentaba tanto a los ávidos de fantasía surreales como a los que perseguían territorios experimentales a resguardo del peso de la industria. Hoy, que ya casi todo es mainstream, conviene recordar este enigma que resuena como un cuento extraño y extrañado, que parece indicar al espectador el camino hacia un viaje no señalizado, bajo una luz de neón intermitente que repite con insistencia la necesidad de 'saber mirar'.
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En 'Terciopelo azul' todo se desborda y crece entre lo mágico y lo desconocido en busca de un lugar en el mundo habitado por lo perverso y lo fascinante. El cineasta de 'Corazón salvaje' se mueve sinuoso y escabroso entre el thriller fantástico, cierto sentido del terror y un acercamiento al suspense donde el lenguaje visual es una continua invitación a la fascinación. Inquietante y oscura, propone un viaje incierto por lo inevitable que logra hacer un continuo elogio de lo raro. Aun hoy es capaz de transparentar esa gasa delicada de realidad y ficción que envuelve cualquier fragmento de narración. David Lynch, como siguió haciéndolo en su madurez, se dedica a agitar la mezcla de los sueños y las pesadillas, jugando con las dimensiones y los límites.
'Blue Velvet' es un universo que empieza y termina en la propia película pese a cruzar escenarios, tiempos, crónicas, épocas. Misterio iniciático, un lugar imaginario en el mundo onírico indescifrable y decenas de habitantes fantasmales, criaturas perdidas, o en actitud de búsqueda permanente. El delirio tiene imágenes basadas en el contraste de emociones y de sensaciones, de cosas calientes y frías, de cuerpos y fragmentos de cuerpos, de sonoridades extrañas. El mestizaje, la miscelánea de géneros, el thriller negro y material fantástico se aúnan en una arriesgada y ambiciosa apuesta. El universo de Raymond Carver, ese arañazo bajo la superficie de lo aparente, lo inquietante, morboso, extraño... alimenta este filme. Un trayecto que bucea tras la normalidad para mostrar ese lado enfermizo, turbador y no menos fascinante de lo cotidiano como se revela desde las imágenes iniciales (una cerca blanca, unas rosas rojas, un sol luminoso....hasta que un coche de bomberos...y una oreja humana cercenada...).
Lo canta Roy Orbison en 'In Dreams': «Entonces me duermo y sueños tus sueños / En sueños camino contigo, en sueños hablo contigo / en sueños eres mía para siempre». El feísmo, la fealdad, la anormalidad se suceden en el mundo de Lynch como ya aconteciera en 'Cabeza borradora' y cómo se plasmaría después en esa prótesis inteligente y serial que es 'Twin Peaks', ahora resucitada. 'Blue Velvet' es un filme ejemplar, en este sentido, por cuanto bajo la capa de lo rutinario, lo superficial, lo aparente, lo convencional, surgen corrientes de lo anómalo, lo sensual y demoníaco, las pasiones más oscuras despojadas de toda moral convencional. Ese mundo seductor de lo sensual, sexual e ilusorio forma parte del itinerario, del viaje subterráneo por el que discurren los personajes de esta propuesta onírica con guión del propio Lynch, música de Angelo Baladamenti, fotografía de Frederick Elmes y, por supuesto, la presencia de su, por entonces, musa y compañera, Isabella Rossellini, más el otrora 'enfant terrible' Dennis Hopper, más Laura Dern, que luego repetiría en 'Corazón salvaje', o Dean Stockell, entre otros.
Una de esas grandes citas visuales de los ochenta, en la que lo surreal, onírico, a veces tenebroso, configuran un viaje por las entrañas del mal donde la melodía de terciopelo los temas de Bernie Wayne y Lee Morris y Orbison envuelven la intensidad y la violencia de un filme en el que reside una simbiosis de lo humano y terrorífico para alcanzar territorios turbadores y lúcidos. A modo de trilogía, 'Cabeza borradora', 'El hombre elefante' y 'Dune' permitieron mostrar la personalidad visual de un cineasta que solapa atmósferas, apuesta por la fascinación y capacidad para invitar a un itinerario por los pliegues de mundos que subyacen bajo lo oficial y visible. En este caso una mirón iniciático que descubre lo que discurre bajo una sociedad idílica y unos escenarios bucólicos y encantadores. La buñuelesca oreja con hormigas, la pesadilla, lo morboso, los contrastes de luz y oscuridad de la fotografía, lo luminoso y lo tétrico...todo constituye una indagación para crear un universo de rarezas e inquietantes estancias.
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El bien y el mal, la pureza, la perversión, la pose y las apariencias y la transgresión de lo convencional juegan y conviven con una extraña naturalidad. Kafka es uno de los escritores preferidos de Lynch y esa huella es palpable en la metamorfosis y en los simbolismos de 'Blue Velvet'. Un cineasta que se recrea en lo que transcurre bajo la superficie. El subconsciente y lo extraño son los parámetros geográficos de Lumberton, la ciudad donde transcurre 'Terciopelo azul'. Y el sonido y la banda sonora sirven de factores instrumentales para crear emociones y transiciones entre sensaciones. Atemporalidad, decorado, surrealismo, la música de los cincuenta y el lado oscuro conforman el hábitat de una historia que el propio cineasta, que ha explorado y experimentado con nuevos formatos televisivos y lenguajes, definió como un encuentro entre Norman Rockwell y El Bosco. El absurdo de la vida, el caos, el concepto del mal, el formato de cuento perverso, el horror escondido, el amor y el misterio entrelazados, la heterodoxia narrativa, el humor soterrado configuran este espejo convexo de la América más ortodoxa. Disturbio y zozobra. El laberinto donde se funden normalidad y anormalidad. Ya saben: «Ahora llevo dentro tu enfermedad».
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