Un fotograma de 'Como perros salvajes'.

Imposibilidad de escape

'Como perros salvajes' sirve como coartada para que Paul Schrader se reúna con dos de sus actores fetiche, Nicolas Cage y Willem Dafoe

Josu Eguren

Jueves, 26 de enero 2017, 19:47

Hace tiempo que el estreno de una película de Paul Schrader dejó de figurar en las agendas con el tratamiento que merece uno de los guionistas más importantes de lo que se dio en llamar el nuevo Hollywood. Con una filmografía como cineasta en ... descenso perpendicular al abismo desde su debut en 'Blue Collar' (1978), la carrera de Schrader pareció tocar fondo tras el fiasco de 'Caza al terrorista' (2014) -secuestrada, cercenada y remontada por los productores sin el permiso del autor- y las críticas que se cebaron con su asociación a James Deen y Lindsay Lohan en 'The Canyons' (2013) pero, por fortuna, el padre de Travis Bickle está muy lejos de colgar los trastos, tal y como demuestra la enfermiza y politóxica 'Dog Eat Dog', titulada en España 'Como perros salvajes', una adaptación de la novela homónima del criminal y escritor de culto Edward Bunker en la que el director de 'El placer de los extraños' (1991) vomita una galería de obsesiones que le acompañan desde que publicó sus primeros ensayos.

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En 'Dog Eat Dog' Schrader se acopla al texto de Bunker -conocido entre la cinefilia pulp por su interpretación del señor Azul en 'Reservoir Dogs' (Quentin Tarantino, 1992)- para asomarse al infierno de las adicciones que consumía los cuerpos y las almas de los clientes de John Le Tour en 'Posibilidad de escape' (1992). El camino del Calvario que recorren los personajes de Schrader -en afirmación permanente de su teología de la autodestrucción- está jalonado de diálogos digresivos y brotes de violencia extrema escenificada en el delirio de un yonqui enganchado a la pasta base. Entre la psicodelia -la primera escena es un jaque mate a 'Tideland', de Terry Gilliam- y destellos de sensibilidad anacrónica -ojo a la masa de músculos y cerebro superdotado que interpreta Christopher Matthew Cook- 'Dog Eat Dog' se afirma en las señas de identidad instantáneamente reconocibles por todo espectador familiarizado con la obra del director de 'Forever Mine' (1998). Bajo la fachada excesiva de los personajes a los que dan vida Nicolas Cage y, muy especialmente, Willem 'Perro loco' Dafoe, encuentra los rastros de dos seres humanos que piden a gritos encontrar una salida al bucle adictivo que es el mismo en el que estaban atrapados los protagonistas de 'Aflicción' (1997) y 'Desenfocado' (2002).

Sin una brújula estilística definida y siempre al borde de lo random, Schrader aleja la tentación de recrearse en el formalismo de lo digital para improvisar un collage de imágenes sensoriales de textura ecléctica que cristalizan en un desenlace hipnótico donde Cage puede madurar una pobre imitación de Humphrey Bogart. La historia es simple: tres ex convictos aceptan el encargo de secuestrar al hijo de un narco para acabar enfangados de mierda hasta las cejas, pero sirve como coartada para que Schrader se reúna con dos de sus actores fetiche en una celebración de glorias pasadas donde ejerce como anfitrión.

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