Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
guillermo balbona
Jueves, 17 de noviembre 2016, 20:16
Es toda coreografía, frescura y atmósfera de libertad. Tratado de mujer en fuga, musical encubierto, mirada de nouvelle vague en femenino singular con la sombra de la muerte al fondo, 'Cleo de 5 a 7' es un dietario de simbolismos en manos de una cámara, ... la verdadera protagonista, que rezuma elegancia y exuda arrebato, fascinación y delicadeza. Agnès Varda realiza un juego entre el tiempo real y el artificio narrativo, un ejercicio de virtuosismo a modo de itinerario urbano y vital.
La protagonista, una mujer joven y hermosa, amenazada por el vaticinio y la sombra de una enfermedad que puede ser terminal, recorre escenarios, se enfrenta y confronta con otros personajes y situaciones durante dos horas de recorrido parisino. La actriz Corinne Marchand, en una auténtica celebración interpretativa, posee la película y es poseída por la cámara en ese paseo cronológico de cinco a siete, con un tiempo fílmico ligeramente inferior al real y copando la escenas, fotogramas y matices.
La cineasta de 'Los espigadores y la espigadora', la llamada abuela de la nouvelle vague, firmó aquí su particular 'À bout de souffle', su 'final de la escapada' nocturno y diurno, un maravilloso trayecto con la enfermedad como pasaje borroso y las sobreimpresiones que van informando y configurando ese paso del tiempo. No hay fronteras ni límites. Su deliciosa apuesta radica en agitar géneros sin adoptar del todo la textura del experimentalismo. Hay cine dentro del cine - como ese cortometraje mudo en el que aparece Jean Luc Godard- y un musical encubierto y, en el fondo una danza itinerante de la protagonista a modo de canto a la vida.
La belleza, la falta de humildad, la máscara para luchar contra el paso del tiempo tratan de abrirse paso encarnadas en un personaje dominante frente a la fealdad que representa la muerte. Salvo las imágenes iniciales del tarot sobre la mesa camilla, el resto es un aluvión esteticista en blanco y negro de estilizada puesta en escena, entre largos travellings y una capa de ensoñación, de sueño y pesadilla callejera, de deambular entre las figuras del destino y los preludios de muerte. La banda sonora de Michel Legrand ahonda en los contrapuntos, empapa al personaje y su entorno con una coreografía vital que rodea su cautiverio personal y su huida hacia adelante. Entre el desasosiego y la indiferencia, siempre entre espejos, cristales, escaparates, ventanasque reflejan su belleza y también el peligro latente de su fugacidad, y la anodina respuesta de los demás, como ese amante encarnado por José Luis de Vilallonga, discurre el tránsito de Cléo, nombre artístico de Florence, eje estético y humano de este paseo por el amor y la muerte.
Varda exprime la imagen de la soledad, la sombra del espanto, el temor, el juego entre artificio y realidad, representación y realismo, búsqueda emocional y vacío. Esta Alicia hermosa y madura que retrata la cineasta francesa, no atraviesa un lado y otro del espejo como metáfora y simbolismo, sino que lo rompe en una significativa escena azarosa, y asume otro punto de vista para enfrentarse a su situación y a la periferia de su situación personal. 'Cléo de 5 a 7' tiene algo de manifiesto visual, de retrato de mujer que busca su lugar en el mundo, de enigma femenino. No hay imágenes sobrantes ni planos gratuitos. Varda, en esa nouvelle vague madrugadora, casi en paralelo a Godard, transmite espíritu casi libertario pese a su estilizada planificación, y una atmósfera de frescura rompedora y sutil donde se produce un juego de atracciones y rechazos, de seducción e indiferencia que confluyen en el rostro de Corinne Marchand.
La magia viva de Varda -quien ha dicho en ocasiones que en su cine «hay siempre lugar para el espectador, para su opinión, para su emoción. No manipulo al espectador. No le digo lo que debe sentir o cómo debe juzgar a los personajes»- reside en su permanente diálogo entre el tiempo y el espacio, entre lo abstracto y lo concreto, todo ello plasmado y representado entre el desdoblamiento de Cléo y Florence, entre la actriz y la persona, y entre la mujer y el entorno social de ese París de inicio de los sesenta. Alegoría, experiencia interior, posición en la sociedad, hábitat existencial todo ello representa el magma cinematográfico y visual de una directora que más de dos décadas después rodó 'Sin techo ni ley': otro itinerario desnudo de mujer, a modo de road movie por las carreteras de Francia. La necesidad de amor, la fama, la intimidad lo social, el espejo interior (del alma) y el reflejo de los demás, la vida y la muerte. Todo habita en este, muchas veces, melancólico y fascinante retrato existencial.
Como reza la canción principal que canta la protagonista: «soy una casa vacía sin ti, sin ti». Carga emocional y fragilidad en constante fluidez para tensar un perfil femenino y feminista, sugestivo y simbólico. Un filme entre la desesperación y el vértigo, con París como personaje, donde el encanto y lo documental se funden en una mirada hermosa, distante, re-presentada, fotografiada, subrayada en la alternancia entre los primeros planos y la distancia de tiempo y espacio. Su Cléo/Florence mueren en vida, viven esas horas la mutación de identidad emocional ante la perspectiva de la muerte y la fugacidad vital. Celebración y temor en un viaje perfumado por la vida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.