Boquerini .
Jueves, 29 de septiembre 2016, 13:37
La lucha del cine contra una televisión recién nacida que le quitaba espectadores provocó que las salas de cine tuviesen cada vez pantallas mayores y que muchas películas apostasen por una visión que no podía ofrecer la televisión. Nacen así inventos como los formatos panorámicos ... en sus diferentes versiones (Cinemascope, Panavisión, Vistavisión), el cinerama y las películas en tres dimensiones, que dan la sensación de relieve y que hay que verlas con unas gafas especiales (polarizadas). Tras la proliferación de las películas en 3D en los 50, el invento cae en desuso hasta que con el siglo XXI vive una nueva edad de oro. Y si entonces directores de prestigio con Alfred Hitchcock se apuntaron al invento, hoy otros no menos prestigiosos cineastas, desde Francis Ford Coppola a Jean-Luc Godard, han hecho sus pinitos en el cine tridimensional.
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La base del cine en tres dimensiones que provoca que las imágenes proyectadas en la pantalla se formen ante nuestros ojos en el espacio que hay entre estos y la pantalla se basa en la estereoscopia, un invento que es anterior al nacimiento del cine, en el siglo XIX con los avances de la fotografía, aunque en el siglo XV Leonardo Da Vinci ya estudiaba la estereoscopia en muchos de sus dibujos. Para la ciencia es una cuestión sencilla: nuestros ojos funcionan como cámaras fotográficas que obtienen imágenes planas, de dos dimensiones. Debido a la separación que existe entre ambos ojos, esta visión binocular consigue dos imágenes que son ligeramente distintas, y esa diferencia varía en función de la distancia a la que se encuentran los diferentes objetos que caen en nuestro campo de visión. Es el cerebro el encargado de interpretar esas imágenes planas de manera que construye la tridimensionalidad a la que estamos acostumbrados y que estas dos imágenes las veamos e interpretemos como una sola. Para muchos animales, sin una visión estereoscópica les resulta imposible calcular las distancias correctamente. También es indispensable para los depredadores, que necesitan calcular la distancia a la presa para cazar con eficiencia. A partir de este principio científico, Charles Wheatstone, un físico experimental inglés, fue el primero en tomar una imagen con efecto relieve apoyándose en el aparato previamente inventado por él en 1833, la cámara estereoscópica.
Cuando se inventó la fotografía en 1839, ya se sabía lo suficiente de la visión tridimensional, pero fue unos diez años después cuando se toman y dan a conocer las primeras imágenes fotográficas tridimensionales. Fue la reina Victoria de Inglaterra, fascinada por el invento, quién popularizo la fotografía estereoscópica.
Los primeros pasos
En el cine, desde sus inicios se habían hecho experimentos en tres dimensiones, pero fue en 1922 cuando se hizo el primer largometraje en 3D. El productor Harry K. Fairall y el operador Robert F. Elder, utilizaron el método de la doble proyección a partir de dos películas de celuloide, separando la imagen virada en los colores rojo y verde; donde cada color era captado sólo por uno de los ojos, mediante unas gafas con cristales rojo y verde respectivamente. La película se llamó 'The Power of Love' y no tuvo ningún éxito, pero fue el verdadero inicio del interés real por la cinematografía en relieve.
Sin embargo, con la aparición del cine sonoro, el desarrollo del cine tridimensional se detuvo y se olvidó durante pocos años. Serían los nazis quienes recuperan el invento para algunas películas de propaganda auspiciadas por Joseph Goebbels. En 1934, la Metro Golden Mayer presentó algunos cortos rodados en 3D y, ahora sí, tuvieron bastante éxito.
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En Europa, Louis Lumière presentó su famosa película 'La llegada del tren a la estación' en un cine 3D. En realidad volvió a rodar la llegada de un tren a la estación de la Ciotat con una cámara estereoscópica. Se rodó con un rudimentario sistema de color, separando las imágenes en rojo y azul, pero los espectadores la veían en blanco y negro. El cine tridimensional ya era un éxito. En un principio las películas en 3D se rodaban con dos cámaras paralelas, como si fueran un par de ojos, como se sigue haciendo ahora, pero se proyectaban con dos proyectores simultáneamente sobre la misma pantalla, por lo que era difícil mantener la sincronización, necesitándose dos operadores en vez de uno y una pantalla especial, metálica para que mantuviera la polarización, que en una pantalla normal se perdería.
Los clásicos de los años 50
En los 50 la industria de Hollywood ve alarmada como la naciente televisión le quita cada vez más espectadores. Se buscan armas con las que la gran pantalla plante cara a la pequeña pantalla. Una de estas será la recuperación del cine tridimensional. 'Bwana, el diablo de la selva' ('Bwana Devil'), de 1952, fue la primera película en tres dimensiones de esta nueva era. Era una cinta de aventuras africanas dirigida por Arch Oboler, en la que los espectadores, debidamente provistos de unas gafas bipolares que separaban los colores rojo y azul, veían aterrados como los leones de la jungla se abalanzaban literalmente sobre ellos. Fue un enorme éxito. Un año después se estrenaron 27 películas en 3D, a la vez que Norman McLaren, en Londres, presentó películas de dibujos animados en relieve.
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Con 'Los crímenes del museo de cera' ('House of Wax'), dirigida por André De Toth en 1953, con Vincent Prince como protagonista, el cine tridimensional alcanza unas notables cotas de calidad. Hasta el punto que Alfred Hitchcock rueda en tres dimensiones 'Crimen perfecto' ('Dial M for Murder') en 1954. La película la protagonizan Grace Kelly y Ray Milland y la escena en que Kelly le clava unas tijeras en la espalda a Milland mientras este intentaba estrangularla, es percibida por los espectadores como si se las clavasen a cada uno de ellos.
Sin embargo, con el final de la década, el cine en tres dimensiones entra en decadencia hasta casi desaparecer. Las películas en 3D eran caras de rodar y proveer a las salas de proyección de los equipos adecuados, muy costoso. La panavisión se imponía como un formato de visión espectacular y barato. Sin embargo el cine tridimensional nunca llegó a desaparecer del todo.
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En 1983 llegaba la primera película española en 3D, 'El tesoro de las cuatro coronas', dirigida por el italiano Ferdinando Baldi, una coproducción entre España, Italia y Estados Unidos que protagonizó Ana Obregón. Y el día de Reyes de 1984, TVE emite antes del mediodía una película en 3-D, 'Fort Ti', una de las viejas películas tridimensionales de los 50, que dirigió William Castle en 1953. La emisión llegó precedida de un enorme despliegue publicitario destinado a que se adquiriesen en diferentes comercios las gafas polarizadas para poder ver la película. Sin embargo la mayoría de los espectadores no notaron ningún efecto de relieve. Además para poder ver la película en 3D era necesario tener un televisor en color y, por entonces, el parque de estos aparatos era aún escaso.
El 3D en el siglo XXI
El cine en 3D renace con fuerza con la llegada del siglo XXI para hacer frente a la piratería, una lacra que volvía a minar la asistencia a los cines. Una película tridimensional no se puede piratear, y el elevado coste se solventa poniendo las entradas más caras. Y además se cobra un plus por las gafas. Hollywood apuesta con fuerza por el sistema, que alcanza su punto máximo con 'Avatar', de James Cameron, de 2009. Antes, el propio Cameron, en 2003 filmó en 3D el documental 'Misterios del Titanic' ('Ghosts of the Abyss'), que supuso el pistoletazo de salida para el actual boom del sistema. En 2003 se había presentado 'Spy Kids 3D - Game Over', de Robert Rodriguez; en 2004 'Polar Express', el filme de animación dirigido por Robert Zemeckis; en 2005 'Chicken Little', primer filme de animación digital en 3D enteramente producido por Disney; o en 2006 'Monster House', una nueva apuesta de Steven Spielberg como productor. A la vez las salas se van adaptando con celeridad para las películas en relieve y se venden televisores de alta gama para ver emisiones en tres dimensiones. En 2009, el mismo año que 'Avatar', se ruedan 'Monsters vs. Aliens', de la factoría Dreamworks, y 'Up', de Pete Docter (2009), producida por Disney y Pixar. Y en 2013 el mexicano Alfonso Cuarón alcanza notables cotas narrativas tridimensionales con 'Gravity'. Surgen también películas convencionales (en dos dimensiones) que rápidamente se reciclan para que se puedan ver en 3D, aunque no es lo mismo.
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En España en 2009 se hace 'Viaje mágico a África', primera película íntegramente española en 3D, y en 2011 Santiago Segura hace su 'Torrente 4' en tres dimensiones. También en los últimos años directores de prestigio mundial se han sumado al cine tridimensional Son los casos de Francis Ford Coppola o Jean-Luc Godard. Coppola, con 'Twixt' (2011), apuesta por el cine fantástico, tanto por el contenido como por las formas, y combina magistralmente blanco y negro y color, y con dos largas escenas en 3D, cosa que el propio director avisa colocando unas gafas que atraviesan la pantalla, indicando al espectador el momento en que se deben poner o quitar las gafas tridimensionales. Godard, con 'Adiós al lenguaje', pone la técnica a favor de la experimentación y la reflexión sobre el lenguaje y las posibilidades del cine. La fragmentación del relato deja entrever la relación entre una mujer casada y un hombre soltero, que se aman y se pelean, mientras que un perro vaga entre el campo y la ciudad.
El futuro está porque el cine en tres dimensiones que se pueda ver sin gafas. El sistema ya está inventado y solo es una cuestión de tiempo y dinero que se lleve a cabo. A la vez, las gafas son cada vez más complejas. Algunas son un casco que se coloca en la cabeza y según la gire a derecha o izquierda, arriba o abajo, puede ver la realidad esférica de una película. El documental sobre 'Altamira', de José Luis López Linares, que permite contemplar las famosas cuevas como si se estuviese en ellas, es una muestra de lo que puede ser el futuro.
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