Un fotograma de 'Sunset Song'.

Terence Davies o la moderna evocación del pasado

El cineasta, otrora lento y espaciado, presenta casi a la vez 'Sunset Song' y 'A Quiet Passion', dos joyas que muestran un cine aparantemente clásico y absolutamente rompedor

Ricardo Aldarondo

Jueves, 21 de julio 2016, 14:32

Quién lo iba a decir, el otrora lento y espaciado Terence Davies se ha convertido de pronto en un director casi prolífico. Sin renunciar a su exquisitez y a su minuciosidad, afortunadamente. Pero es llamativo que un cineasta que en casi tres décadas sólo ... ha realizado ocho largometrajes, haya mostrado los dos últimos en un espacio de cinco meses: 'Sunset Song' en el pasado festival de San Sebastián, y que ahora se estrena en nuestros cines, y 'A Quiet Passion', que el cineasta británico presentó en el Festival de Berlín.

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Con ambas películas se confirma una etapa de creatividad en Terence Davies que parece casi la respuesta a un reconocimiento que en los últimos años se le ha otorgado por parte de las nuevas generaciones de cinéfilos que probablemente no asistieron a su deslumbrante debut con 'Voces distantes' en 1988 (ganadora de la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid) pero reconocen en él a un pionero en formas cinematográficas propias de este siglo, las que buscan lenguajes más allá de la narración tradicional de una historia, sin renunciar al mismo tiempo a las enseñanzas de los clásicos.

Desde sus comienzos, Terence Davies utilizó elementos que han tenido eco en muchos cineastas de este milenio: un estadio intermedio que ni es ficción al uso ni es documental como acta notarial de la realidad, con algo de ensayo y algo de diario personal. Las propias vivencias, la evocación de un tiempo ya pasado, la utilización de las canciones con huella emocional y de unas relaciones familiares y de comunidad mostradas desde la cotidianiad, hicieron brotar en sus primeras películas un estilo único, un ritmo inédito, una vuelta a los sentimientos de infancia que no tenían el aspecto ni la cadencia de la nostalgia o de la reconstrucción histórica con ínfulas sociales.

Las canciones cantadas en familia, la escalera de la casa, los acontecimientos que marcaban la vida en los años 50 brindaban en 'Voces distantes' (1988) un manejo inédito de los recuerdo personales. La melancolía y los ecos de un tiempo doloroso y feliz al mismo tiempo también inundaban 'El largo día acaba' (1990), con planos cargados de indescriptibles emociones, solo con mostrar al chaval en un palco del cine o en el sobrecogedor final con una canción coral y unos planos del cielo oscureciéndose que daban sentido al título. Lo más de inaprensible de la vida, las razones y mecanismos de las emociones íntimas es lo que lograba atrapar Terence Davies en esos filmes.

Tras una adaptación algo más convencional de la novela de John Kennedy Toole en 'La biblia de neón' (1995), Terence Davies marcó una nueva línea en su obra con 'La casa de la alegría' (2000), una adaptación literaria que conecta directamente con el trabajo de sus dos últimos filmes. Su forma de ver el clásico de Edith Wharton se distancia de las habituales lecturas de la novela del siglo XIX, esas producciones 'de qualité' con suntuoso vestuario y despliegue de decorados. Terence Davies va a al corazón del drama a través de una composición de la imagen de una belleza deslumbrante, encuentra la emoción en la perfecta combinación de los movimientos de cámara, los rostros de los actores y el trabajo en la banda sonora, siempre importantísimo.

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Después de ocho años de silencio dio otro vuelco a su obra, siendo al mismo tiempo absolutamente riguroso con sus plantemientos formales. 'Of Time and the City' (2008) era un documental pero al mismo tiempo utilizaba mecanismos parecidos a los de la ficción de 'Voces distantes', y se erigía en una mezcla de ensayo, poema personal y revisión histórica y sociológica en la que primaba sobre todo la emoción, una vez más. Con imágenes de archivo, recuerdos personales y una colección de canciones maravillosas, desde el 'Tammy' de Debby Reynolds a 'He ain't heavy, he's my brother' de The Hollies, o 'The Folks Who Live On the Hill' de Peggy Lee, que si merecen ser citadas es porque constituyen momentos sublimes de la película, lejos de los conceptos convencionales de videoclip o de la ilustración musical simplemente decorativa.

"Mientras escribo el guión ya sé qué melodías voy a incluir. Me encanta el movimiento de la cámara a su ritmo. Son muy importantes, pero muchas veces lo es más todavía el silencio que dejan cuando se terminan". Así se expresaba Terence Davies el pasado septiembre en el Festival de San Sebastián cuando presentó 'Sunset Song'. Y tenía razón, ese silencio es importante. También el paisaje, la tierra, la reflexión sobre el trabajo expuesta de una forma sutil en 'Sunset Song', como todo en el cine de Terence Davies. Aunque las ideas socialistas de la novela Lewis Grassic Gibbon en que se basa, no están tan presentes en la película. "La clave es la historia en sí misma", explicaba Terence Davies, "en cómo la protagonista cambia y se convierte en parte de la tierra en la que vive. Hablan del momento en que llegue la revolución a Inglaterra, cuando al final nunca llegó. Soy socialista, pero no soy un director político, soy demasiado emocional para ello. También es una película sobre el perdonar todo tipo de cosas, porque eso permite albergar cierta esperanza, aunque el mundo viva momentos trágicos". Y todo eso lo refleja Terence Davies, con su inigualable estilo, aparentemente clásico y absolutamente moderno.

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