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Josu Eguren
Jueves, 23 de junio 2016, 17:59
Cuando dentro de un tiempo los aficionados más jóvenes echen la vista atrás es probable que se sorprendan al descubrir el abismo insondable que se abre a los pies del palmarés histórico de la prueba por etapas más prestigiosa del calendario ciclista entre los años ... 1999 y 2005. Siete ediciones consecutivas en las que el primer cajón del podio quedó desierto y que sirven como testimonio y lápida aberrante de lo que Travis Tygart -director de la agencia norteamericana antidopaje- definió como "el más sofisticado programa de dopaje profesionalizado en la historia reciente del deporte". En 'The Program'Stephen Frears, relata el episodio central de este período oscuro dominado por la figura imponente e intimidatoria del norteamericano Lance Armstrong, ídolo sufriente, ícaro, ángel caído y protagonista de un relato que revela la parte más sórdida de un personaje que compaginó el lustre de su aura mitológica con el desarrollo de una selectiva campaña difamatoria contra todos aquellos que pusieron en duda sus éxitos deportivos.
Primera secuencia. Una charla informal frente a frente con Armstrong y el periodista británico David Walsh a los mandos de un futbolín. Hay muy poco en juego, pero para el texano es el partido de su vida: el ego y la ambición desmedida son el líquido de contraste que el guionista John Hodge y Stephen Frears utilizan para analizar la carrera de un deportista que puso sobre aviso a los expertos con su portentosa exhibición sobre las rampas del Col de Sestrières, dónde sacó de rueda a un grupo en el que marchaban superclases como Alex Zülle, Pedro Escartín, Ivan Gotti y Richard Virenque para alzarse con la victoria en una etapa antológica que le llevó a inscribir su nombre junto al de Fausto Coppi. En ese punto la película establece una rivalidad que se espeja en la de 'Frost vs. Nixon', con el galés Chris O'Dowd en el papel del escéptico redactor del Sunday Times que advirtió sobre el sospechoso rendimiento de un ciclista que hasta su reaparición en el Tour de 1999 (también conocido como el 'Tour de la Renovación', a raíz del escándalo del 'Caso Festina') había completado en una sola ocasión las 21 etapas de la Grand Boucle.
Pero ¿cómo dudar de la increíble historia de superación de un atleta que venció la batalla contra el cáncer para convertirse en ejemplo y fuente de esperanza para cientos de miles de personas alrededor del mundo?
Frears también explora esa faceta, la del ambicioso deportista que vio truncada su prometedora carrera como especialista en carreras de un día tan solo dos años después de enfundarse el maillot arcoiris que señala al campeón del mundo de ciclismo en ruta. Mis recuerdos de aquel triunfo y su primer podio en la Clásica San Sebastián 1995 son muy vivos, tanto como las noticias sobre la metástasis testicular que devoró la musculatura de un rodador poderoso que en su regreso a las carreteras sorprendió con su victoria en el prólogo del Tour de Luxemburgo (1998). Lo que ocurrió en ese intervalo, el que media entre la diagnosis del cáncer, una orquiectomía, la cirugía que erradicó las ramificaciones tumorales que amenazaban a su cerebro y la rúbrica de su contrato con el modesto US Postal, es el germen de una narración en la que Ben Foster borda el papel del antihéroe despiadado y sin escrúpulos que modificó radicalmente sus rutinas y ciclos de entrenamiento para asomarse a los límites de su fisiología.
El alimento de los dioses
A partir de ese punto comienza a larvarse su estrecha y polémica relación con Michele Ferrari (Guillaume Canet caracterizado), el doctor italiano que puso la ciencia al servicio de un programa de entrenamiento riguroso y científico en el que las dietas, el entrenamiento en altura y los cambios en la frecuencia de pedaleo se vieron ensuciadas por el uso sistemático y continuado de sustancias prohibidas tan tristemente familiares para el aficionado como la hormona del crecimiento, la cortisona, los parches de testosterona y la eritropoyetina (EPO).
Mediante un carrusel de imágenes aceleradas por el montaje, Frears inyecta la narración del frenesí de la cultura del doping (no hay que olvidar que todos los corredores que flanquearon a Armstrong en el podio de los Campos Elíseos se vieron implicados en investigaciones judiciales), con Ferrari y el belga Johan Bruyneel como mentores de un programa en el que no aparecen noticias de la trama española (con el equipo ONCE en su origen) protagonizada por Luis García del Moral, el médico vasco Pedro Celaya y Pepe Martí.
La ineficacia de los controles (muchos de ellos burlados a plena luz del día) y el estricto código de silencio impuesto por Armstrong dentro y fuera de su equipo son la sustancia del tramo central de un largometraje que pone especial énfasis en la relación entre el líder de US Postal y Floyd Landis.
El culto a la imagen y el extraordinario poder mediático del americano (que proyectó la fama del Tour de Francia abriendo el grifo a un chorro de contratos multimillonarios) sirven de motores a una trama desafinada en la que se sugiere la connivencia de la UCI y Hein Verbruggen (el informe Vrijman se resume en un post it) con las prácticas delictivas de las estrellas del circo rodante. Frears pasa de puntillas sobre la relación de Armstrong con el 'stardom' hollywoodiense y la élites políticas y económicas norteamericanas, dejando que el peso caiga sobre los hombros de David Walsh, Floyd Landis y Betsy Andreu (la mujer de Frankie Andreu, un excompañero del americano que sirvió como testigo del primer juicio en el que se enfrentó a acusaciones por doping).
La cámara apenas se entretiene en las estrategias de carrera (frivolizando con la dureza de un deporte de dureza extrema que queda resuelto con un vibrante mix scorsesiano que conjuga ficción e imágenes de archivo) para centrarse en la despedida de Armstrong en la cima de sus éxitos, con siete triunfos a sus espaldas y el respeto del pelotón, que aplaudió episodios tan bochornosos como la humillación pública al ciclista italiano Filippo Simeoni (Armstrong saltó varias veces a su rueda para abortar la escapada intrascendente de un corredor que en el pasado había testificado en contra de Michele Ferrari).
El regreso
Es la antesala del regreso, tras un paréntesis de cuatro años en los que su fama soportó las acusaciones de periodistas (el diario francés L'Équipe le dedicó una de las portadas más demoledoras de su historia: "Le Mensonge Armstrong", publicada el 23 de agosto de 2005), excorredores (Stephen Swart, Frankie Andreu), masajistas (Emma OReilly) y leyendas vivas como Greg Lemond, a las que respondió con querellas, difamaciones e insultos públicos, haciendo valer su influencia en los medios y el prestigio ganado a través de fundación LiveStrong y un largo historial de actividades benéficas (su fundación logró recaudar más de 300 millones de dólares en aportaciones privadas para la lucha contra la enfermedad).
En este último acto 'The Program' converge con 'The Armstrong Lie' (2013), de Alex Gibney, un documental en el que el cineasta americano analiza los motivos de su regreso, replanteando lo que en principio iba a ser una inocente bitácora del retorno del héroe (interrumpió el montaje cuando saltó el escándalo por positivo en 2010) para profundizar en el origen y las derivadas de una gran mentira que culminó con la confesión pública ante las cámaras en una entrevista exclusiva con Oprah Winfrey.
El porqué del regreso Frears lo encuentra en la dramatización cómica de la vida monótona e insatisfactoria a la que se vio abocado un hombre acostumbrado a la gloria, el poder y el sufrimiento físicos que vio la oportunidad de reivindicarse con un triunfo que taparía para siempre las bocas de todos sus críticos. Rivalizando con Alberto Contador por el liderato del equipo Astaná, y con el rencor de antiguos compañeros de armas caídos en desgracia (Frears es cruel en la descripción de Landis, que queda retratado como un Judas menonita), Armstrong se lanzó a la carretera para recuperar un trono que finalmente terminó en poder de Contador, que un año más tarde fue desposeído de su título como vencedor del Tour 2010 por un positivo con clembuterol y rastros de una transfusión sanguínea. El Tour 2011, en el que acabó lejos de la cabecera corriendo en las filas del Team RadioShack dirigido por Johan Bruyneel, significó el adiós definitivo a la prueba francesa, y el inicio de un calvario que explotó con una acusación formal de la USADA respaldada por decenas de testimonios (Landis, Andreu, Hamilton, Hincapie) y evidencias científicas.
Frears no pone el acento en la vida privada de una superestrella del deporte (se crío en el seno de un hogar abandonado por su padre cuando aún era un niño) con galones de héroe nacional y línea directa con las personas más influyentes de los Estados Unidos, prefiere abundar en el retrato de un personaje mezquino que pisoteó cruelmente a todos sus rivales para preservar intacta una torre de marfil construida alrededor de una gran mentira, devolviéndole la razón a David Walsh, el periodista que hizo saltar las primeras alarmas y al que se cita como inspiración de una película que toma como referencia su novela de investigación 'Seven Deadly Sins: My Pursuit of Lance Armstrong' (2013).
La historia de ascenso, gloria y caída de un cabrón antipático que vendió su alma al diablo a cambio de la gloria deportiva, pero también una oportunidad perdida de airear la fosa séptica del evento deportivo extraordinario del mundo.
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