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La actriz Ingrid García-Jonsson.

Atrapada por la secta

Helena Taberna retrata en 'Acantilado' la pesadilla de una joven captada por una de las sectas que proliferan en las islas Canarias

Oskar Belategui

Jueves, 2 de junio 2016, 19:14

«El eje de la Tierra estallará y no quedará ni Europa, ni Múnich ni Mongolia. Será el 8 de enero de 1998, en Tenerife, a las ocho de la tarde. Tenemos que planear juntos los días finales. Yo subiré al planeta Cielo vestida de ... luz». Heide Fittkau-Garthe tenía previsto ascender al Teide con sus 32 fieles y descender sola. La Policía española, conocedora de los escarceos de esta psicóloga alemana con sectas destructivas, la sorprendió en la cena de despedida en Santa Cruz de Tenerife y evitó un suicidio colectivo. La madre Aida, como era adorada, había conseguido recaudar entre sus acólitos más de 300 millones de las antiguas pesetas. Casas, coches, cuentas corrientes y depósitos a plazo fijo. Por si el apocalipsis fallaba.

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A finales de los 90, la Policía canaria tenía contabilizadas más de 70 sectas en las islas, muchas de ellas de corte milenarista, anunciadoras del fin del mundo: La Orden del Templo Solar, las Hermanas Halo Belcebú, Satori, Ordo Illuminatorum, Asociación Mahikari-Luz Verdadera... Las islas poseen el dudoso honor de tener la mayor densidad de sectas de toda Europa, grupos en los que se entremezclan cultos satánicos, budismo, masonería, sexo tántrico, brujería, yoga y movimientos evangélicos. Todos tienen en común un gurú y adeptos que fueron captados porque eran personas vulnerables.

El caso de la madre Aida está sacado de un diario de la época. Lejos de disminuir en el siglo XXI, el índice de actividad de estos grupos vuelve a repuntar como consecuencia de la crisis. Un material apasionante para cualquier escritor, que Lucía Etxebarría aprovechó en su novela 'El contenido del silencio', una intriga narrada como un vigoroso 'thriller' que bebía de la crónica periodística. El libro, editado por Planeta, salta ahora al cine de la mano de Helena Taberna. 'Acantilado' muestra que el infierno puede empezar con el folleto de un curso de meditación.

Programado fuera de concurso en la sección oficial del pasado Festival de Málaga, el tercer largometraje de ficción de Helena Taberna arranca con fuerza en los imponentes acantilados de Agaete, al norte de Gran Canaria. Quince miembros de una secta llamada La Comunidad se lanzan al mar en un suicidio ritual. Entre ellos podría estar la hermana bala perdida de un fiscal bilbaíno (Daniel Grao), que viaja a la isla a tratar de encontrarla. Mientras busca a la torturada Cordelia (Ingrid García Jonsson) a la vez que una policía de las islas (Goya Toledo), el protagonista intimará con una compañera de piso de su hermana (Juana Acosta).

Taberna ha querido contar la trama de la novela en clave de 'thriller' para hacerla más digerible al gran público. «No quise hacer una película explicativa en los diálogos, el acantilado está en muchos aspectos, como en el riesgo, no es solo un accidente geográfico», contó en Málaga la realizadora navarra, que no cierra las diferentes tramas del filme «porque esta no es una película tranquilizadora». Su aplaudida ópera prima, 'Yoyes', también hablaba de alguien que quería salirse de una secta. «Yoyes fue un caso clarísimo de violencia de género, de 'ya no me perteneces'. Ella fue orgullosa para pedir perdón de nuevo. Y esa dignidad la mató. Yo entiendo que si algo es de justicia no tienes que pedir perdón».

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Taberna sigue hablando del precio a pagar por no pertenecer al grupo, aunque desaproveche la ocasión de contar la abyección de grupos que prometen el nirvana y vacían la cuenta corriente. «Quería hablar de la fascinación de los jóvenes por el poder que emana del carisma de sus líderes, de los discursos que éstos suelen elaborar y que están llenos de ambigüedad, con atractivas ofertas espirituales o esotéricas». Una inquietante Ana Gracia encarna a la mefistotélica líder de La Comunidad, un personaje desaprovechado en una cinta que perdón por el juego de palabras se despeña por culpa de una trama gratuita, la ausencia de imágenes perturbadoras y unos actores equivocados: ni Daniel Grao ni Goya Toledo insuflan alma a sus personajes.

Jon Kortajarena, un recuperado Xabier Elorriaga y Josean Bengoetxea completan el reparto de esta cinta que, al menos, saca provecho de los paisajes canarios. «Que Canarias sea el lugar de Europa con más sectas se debe a muchos factores», enumera Helena Taberna. «El paisaje, el clima, ciertos elementos esotéricos que dicen que tienen las islas... Y el anonimato, hay biografías ocultas. En los pueblos pequeños viven muchos extranjeros. En otras comunidades el de fuera es reconocible muy pronto, pero en Canarias ocurre lo contrario. Disfrutan de libertad absoluta».

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Hitchcock defendía que las películas debían empezar con un terremoto y de ahí para arriba. 'Acantilado' arranca con fuerza pero después se pierde en las pesquisas detectivescas del fiscal protagonista, sin hacer mucho caso a la propia historia de su hermana ni al funcionamiento de la secta, de la que no llegamos a saber casi nada. Y eso que Taberna está acostumbrada a bregar con temas escabrosos. Debutó en el largo hace quince años cuando ETA todavía mataba con la valiente 'Yoyes'. Su segunda película, 'La buena nueva' (2008), se interrogaba sobre el papel de la Iglesia católica en la Guerra Civil. Como documentalista, la realizadora ha escarbado en la realidad de las mujeres inmigrantes en Lavapiés ('Extranjeras') y en el crimen de Nagore Laffage, la alumna de enfermería asesinada por otro estudiante en los Sanfermines de 2008 ('Nagore').

Pese a ser una pura ficción, 'Acantilado' no es ajena a la realidad. La directora pasó un tiempo en el departamento de sectas de la comisaría de Las Palmas para escribir el guion. Descubrió que hay infiltrados de la Policía que no se conocen entre sí. «Es la única manera de obtener información, porque estos grupos se mueven entre el secreto y la jerarquía férrea». Para Helena Taberna, el territorio de la secta está claro: «Allí donde el miedo habita, ahí entra la secta a jugar. Eso lo saben muy bien los poderes instituidos».

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