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Mikel Labastida
Jueves, 12 de mayo 2016, 10:34
¿Importa la cantidad o la calidad? He ahí una cuestión que aplicada a las series se podría plantear de la siguiente manera: ¿importa más la cantidad de espectadores que ven tu serie o el grupo en concreto al que concitas? La cuestión entró con ... fuerza hace ya varias décadas en los despachos de la cadena CBS. Ya se sabe que en todo lo audiovisual los americanos nos llevan una ventaja enorme.
El caso es que en los años 70 esta emisora comenzó a cancelar algunas de sus series más exitosas, algo que a priori resultaba absolutamente incomprensible tanto para los creadores como para el público afectado. ¿Por qué lo hicieron? Porque no le interesaban sus consumidores. Es verdad que eran muchos, pero resultaban poco atractivos para las marcas publicitarias, que al final son a las que se quiere engatusar desde las plataformas comerciales. Fue la primera acción que se acometió en una ficción televisiva para plantear productos dirigidos a públicos distintos. Hasta el momento la mayoría de títulos se cocinaban con ingredientes de todo tipo para cazar a comensales que se alimentasen con dietas bien distintas. Por seguir con el símil nutritivo diríamos que con un mismo plato se intentaba contentar a carnívoros, vegetarianos y omnívoros. Pero llegó el día en que alguien se planteó que se podían obtener más beneficios elaborando menús específicos para cada paladar. Y así las grandes emisoras generalistas americanas emprendieron un sendero nuevo en la ficción, ofreciendo a las productoras la oportunidad de realizar trabajos dirigidos a un público concreto.
El siguiente escalón en esta transformación se produjo con la aparición de los canales por cable y, más tarde, de las plataformas de suscripción que comenzaron a atender a espectadores con sensibilidades variopintas en lugar de fijar el punto de mira en los targets por marcas. Era una nueva clasificación y una manera de apurar más el público al que iba dirigido el producto para elaborarlo siguiendo otros parámetros que no fuesen los comerciales. La especialización y especificación han sido las que han hecho avanzar la ficción catódica norteamericana a un ritmo vertiginoso frente al que han llevado las industrias de otros países.
Curiosamente esta ha sido una dinámica habitual aplicada a otras disciplinas. Es decir, no se producen sólo películas o libros para todos los públicos, sino que existen piezas adaptadas a variados intereses y gustos. Pero en lo que se refiere a ficción para televisión costó más acometer ese paso.
La diferencia es enriquecedora
En España el ritmo ha sido completamente distinto y hemos estado a años luz de este tipo de decisiones, lo que ha provocado que nuestra ficción haya sido menos sorprendente y competitiva que la de otras nacionalidades (no sólo la americana, también están a la carrera la británica y la francesa). Aquí hemos continuado con las series que comenzaban con desayunos abundantes (de nuevo la alimentación dando vueltas) hasta antes de ayer. Teníamos ficciones de policías, de periodistas, de médicos, de profesores. Parecían distintas, pero al final todas se construían con parámetros similares. En todas había niños y abuelos; todas incluían parejas jóvenes con tensión sexual no resuelta, todas se articulaban en torno a un núcleo familiar, en todas aparecía un bar habitual y, sí, en todas los clanes iniciaban el día felices alrededor de un estupendo desayuno.
Los primeros pasos para indagar en otra clase de ficción los dio Canal +, al encargar a David Trueba y Fernando Bovaira (un director de cine y un productor, ambos sin experiencia televisiva y con carreras más vinculados al cine) dos productos diferentes para sus abonados. Entendía el canal de pago que ellos contaban con unos espectadores dispuestos a pagar para consumir obras distintas a las que les servían las ofertas generalistas y que había que trabajar en esa premisa. Así nacieron '¿Qué fue de Jorge Sanz?' y 'Crematorio', dos rara avis en el panorama audiovisual nacional. Sus argumentos, su producción, su montaje, e incluso su duración, se salían de los esquemas convencionales, lo cual permitió abordar proyectos poco frecuentes en nuestras pantallas. Y la diferencia siempre suele ser enriquecedora. Lamentablemente Canal + se dedicó más a la compra de eventos deportivos que a las producciones de ficción y la posible evolución del formato se detuvo. Si a esto sumamos una 'Crisis' (con mayúscula) de por medio apaga y vámonos.
Antena 3, en su ánimo por convertirse en una cadena generalista dirigida a un público con unas inquietudes distintas del que ve Telecinco, dio opción hace unos años a un grupo de productoras para que innovasen en ficción, abriendo la puerta a propuestas con una pátina que resultaba inédita frente a los títulos que triunfaban en la época (o sea 'Los Serrano'). Y así llegaron 'El internado', 'Doctor Mateo' o 'Quart', que tuvieron una buena recepción entre los espectadores. El cambio, sin embargo, nunca ha corrido el riesgo suficiente como para que se pariesen aquí productos con una envergadura como los que ha habido en los países nórdicos o en Gran Bretaña. No se han dado las circunstancias ni las plataformas suficientemente óptimas como para que apareciesen por estos lares títulos como 'Borgen', 'Bron/Broen' o 'Black Mirror'. Es verdad que ha habido intentos, como 'Refugiados', pero no han cumplido las expectativas.
En ese sentido la televisión de pago, por el margen de libertad que tiene, puede aportar unos cuantos granos de arena, sobre todo si permite riesgos y explorar en campos inéditos. Esto está por ver. De momento hay intención. Movistar trabaja con proyectos de Cesc Gay o de Alberto Rodríguez y Netflix ha dado luz verde (de la mano de Bambú) a su primera producción nacional, que se une a otras producciones locales que ha puesto en marcha en países como Francia, Alemania o Japón ('Marseille', 'Atelier', 'Dark'). En ellos se trabajará con presupuestos (no sólo económicos) muy diferentes a los de las teles convencionales y en ese sentido es posible que se abran puertas cerradas hasta el momento y vías que permitan madurar a la ficción nacional. Ahora falta por ver si hay en este país un público suficientemente amplio para consumir estos productos. Si no lo hay mucho me temo que tocará volver a hacer los experimentos sólo con gaseosa.
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