César Coca
Miércoles, 24 de febrero 2016, 13:16
Miklós Rózsa compuso para Alfred Hitchock una de las más fascinantes y complejas bandas sonoras de la historia del cine: la de 'Recuerda' ('Spellbound', 1945). El filme contó también con la colaboración de Salvador Dalí como diseñador de la famosa escena ... de los sueños del protagonista, durante la cual suena una melodía interpretada por un theremin, en una de las primeras apariciones en el cine de ese instrumento. La película en su conjunto, la escena y la música están inscritas en letras de oro en la cinematografía mundial, pero a Hitchcock no le gustó la banda sonora y no solo no volvió a contar con Rózsa sino que ni siquiera tuvieron relación alguna a partir de entonces. Nunca una obra maestra tuvo un resultado peor en lo personal.
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Rózsa nació en Budapest el 18 de abril de 1907. Fue un niño prodigio típico: estudió violín a partir de los cinco años, luego siguió con la viola y el piano y, al parecer, con solo ocho se disfrazó de Mozart -algo que no extrañará a quien haya hecho turismo por Centroeuropa: esa escena es casi tan popular como los bocadillos de bratwurst- y dirigió una orquesta infantil. Pronto conoció el folclore de su país y algunos biógrafos aseguran también que tocó el violín con grupos callejeros en más de una ocasión.
Su formación musical continuó en Leipzig y siendo aún muy joven trabó amistad con Arthur Honegger, quien estaba deslumbrado por el nuevo mundo creativo que se abría gracias al cine. Él fue quien le aconsejó trasladarse a Londres, donde conoció a Alexander Korda. Fue uno de esos encuentros que cambian una vida. En 1937, Korda le encargó la banda sonora de 'La condesa Alexandra', interpretada por Marlene Dietrich. Fue el arranque de una trayectoria que se tradujo en un centenar de partituras para la gran pantalla, 16 candidaturas y tres premios Oscar.
Durante unos años, pareció especializarse en películas de aventuras en escenarios exóticos: 'Las cuatro plumas' (Zoltan Korda, 1939), 'El ladrón de Bagdad' (Powell y Berger, 1940), 'Cuando muere el día' (Hathaway, 1941), 'El libro de la selva' (Korda, 1942) y 'Tumbas al Cairo' (Wilder, 1943). Al comenzar la guerra, Rózsa se había trasladado a EE UU y, como puede verse, no hizo ascos al cine de propaganda bélica que Hollywood produjo en esos años. Aún antes de acabar la guerra tenía ya tres candidaturas al Oscar. Y entonces comenzó a trabajar con Billy Wilder. Eso le permitió salir de ese encasillamiento al que parecía conducido. Con el gran director de origen austriaco hizo 'Perdición' (1944) y 'Días sin huella' (1945). Ambas cuentan con partituras más complejas, que le supusieron nuevas candidaturas al premio de la Academia a la mejor banda sonora de filme dramático.
Sin embargo, consiguió su primer Oscar con una película de ese mismo año 1945: la citada 'Recuerda' de Hitchcock, para la que escribió una banda sonora por momentos alucinada -debía reflejar el sueño del protagonista- que combina un piano de gran virtuosismo junto al teremín y una orquesta de buena dimensión.
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Fue el primero de los tres galardones que la Academia le concedió. Los otros dos fueron por 'Doble vida' (Cukor, 1947) y 'Ben-Hur' (Wyler, 1959). Esta última corresponde ya a su época de la Metro, donde entró a trabajar en 1948. Desde ese momento, fue requerido sobre todo para grandes superproducciones de carácter histórico: ahí están 'Quo Vadis' (LeRoy, 1951), 'Ivanhoe' (Thorpe, 1952), 'Julio César' (Mankiewicz, 1953), 'Los caballeros del rey Arturo' (Thorpe, 1953), 'El Cid' (Mann, 1961), 'Rey de Reyes' (Ray, 1961) y unas cuantas más.
A diferencia de otros compositores, Rózsa nunca trabajó en exclusiva para Hollywood. De forma paralela, fue creando un catálogo 'clásico' que, si se escucha con atención, se comprueba que es el universo del que luego extrae temas para sus películas. Ahí están la intensidad melódica, el desarrollo de 'leitmotiv' que caracterizan a los personajes, incluso ciertos experimentos con el sonido que le distancian de algunos de sus colegas, mucho más conservadores. De hecho, a poco de llegar a Hollywood marcó su terreno al asegurar que las bandas sonoras que se estaban escribiendo eran demasiado "tradicionales". Tampoco renunció nunca a la investigación: cuando debía poner fondo a un filme ambientado en lugares exóticos indagaba en el folclore local para dar al menos un toque del mismo en la partitura. En el caso de 'El Cid', viajó a España y consultó con varios expertos para hacerse una idea de cómo era la música en la época en la que transcurre la acción.
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Algunos de los temas de su catálogo clásico hicieron aparición en la gran pantalla. Por ejemplo, una de las melodías que en 'La vida privada de Sherlock Holmes' interpreta con su violín el protagonista corresponde al 'Concierto' que había publicado tiempo antes. En sentido contrario, la banda sonora para 'Recuerda' fue el punto de partida para el 'Spellbound Concert', una especie de suite de la misma, de unos diez minutos de duración, que de vez en cuando se interpreta en alguna sala de conciertos.
Junto a los dramas históricos, Rózsa había puesto también la música a grandes filmes de temas muy distintos, lo que da una idea de su versatilidad, aunque siempre aparezca un sello propio. Con Minnelli colaboró en 'Madame Bovary' (1949), sobre la novela de Flaubert, y 'El loco del pelo rojo' (1956), la todavía hoy imprescindible película sobre Van Gogh. En este caso, la música tiene un carácter muy diferente al de las superproducciones históricas. Lo mismo sucede en el clásico del cine negro 'La jungla de asfalto' (Huston) y la maravillosa comedia 'La costilla de Adán' (Cukor), ambas de 1950.
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La última etapa de su carrera está jalonada por filmes menos relevantes. Apenas destacan dos trabajos para Wilder (la citada 'La vida privada de Sherlock Holmes' y 'Fedora', de 1978) y una colaboración con Alain Resnais ('Providence', 1977) que es una rareza en su filmografía. Murió en Los Ángeles el 27 de julio de 1995, pero llevaba virtualmente retirado desde 1982, a consecuencia de un derrame.
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