Peter Breck, en una escena de la película.

'Corredor sin retorno', un viaje al fondo de la locura

La película de Samuel Fuller ofrece una terrible moraleja sobre cómo una ambición y el ansia de saber la verdad pueden llegar a provocar la destrucción del ser humano y la de cuantos le rodean

Boquerini .

Miércoles, 20 de enero 2016, 16:17

He aquí una película de difícil clasificación: ¿Drama? ¿Cine negro? ¿Denuncia social? ¿Película sobre periodismo de investigación? ¿Thriller psicológico? ¿Aproximación a la locura? Sin duda todo eso y bastante más. 'Corredor sin retorno' ('Shock Corridor', 1963), es la película más famosa de Samuel ... Fuller (1912-1997), que también firma el guion y que muestra la perdición del ser humano y denuncia las instituciones psiquiátricas que, en los 60, veían el electroshock como la panacea para curar los desequilibrios mentales más profundos, tocando de soslayo otros temas candentes en la sociedad estadounidense de los primeros 60, como el racismo, las consecuencias de la guerra de Corea o la Guerra Fría y el miedo atómico. Un viaje al fondo de la locura, rodado en blanco y negro, que posee dos únicas secuencias en color para reflejar el pensamiento de un loco. La película posee una terrible moraleja sobre cómo una ambición y el ansia de saber la verdad pueden llegar a provocar la destrucción del ser humano y la de cuantos le rodean.

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Protagonizada por Peter Breck, Constance Towers, Gene Evans, James Best, Hari Rhodes y Larry Tucker (que fue nominado al Globo de Oro), Fuller buscó actores típicos de la serie B en la que él siempre se había movido con soltura, para contar la historia de una ambición ciega, un viaje a la locura al interior de un manicomio. "Dios enloquece a quien desea destruir", se puede leer al inicio del filme, una frase atribuida a Eurípides, que ya adelanta que lo que se va a mostrar no va a ser agradable.

La trama muestra al joven y brillante reportero Johnny Barret (Peter Breck) que sueña con alcanzar en breve el Premio Pulitzer de periodismo. Un caso criminal acapara su atención. En un sanatorio psiquiátrico se ha cometido un crimen a puñaladas, y el caso, sin resolver, se ha archivado. Barret decide realizar una información espectacular y sensacional que le acaree la gloria, haciéndose pasar por un enfermo mental peligroso. Convence a su novia Cathy (Constance Towers), una bailarina de estriptis, para que se haga pasar por su hermana y le acuse de ser un obseso y maníaco sexual. Johnny se disculpa diciendo que no puede vivir pensando que el caso puede repetirse cualquier día y argumenta que alguien deberá correr el riesgo y adentrarse en el corredor de los locos. El director de su periódico es el único que conoce su proyecto, que lo desvelará una vez investigado el crimen. Una vez ingresado Barret logra descubrir que tres pacientes vieron cometer el crimen: Stuart (James Best), un soldado al que le hicieron un lavado de cerebro en Corea, Trent (Hari Rhodes), un estudiante negro, y Boden (Gene Evans), que fue un brillante científico nuclear. Sin embargo Barret no podrá permanecer al margen de los métodos del psiquiátrico. Su mente empieza a jugarle malas pasadas, y aunque cada vez se halla más cerca de la verdad, pagará un alto precio por su ambicioso proyecto siendo sometido al electroshock. A la vez, el director del periódico muere repentinamente sin desvelar la verdad.

La película levantó en su momento todo tipo de controversias. Jean-Luc Godard la calificó como "una obra maestra del cine bárbaro" y, aunque irregular, el paso del tiempo la ha convertido en un clásico y en un filme de culto. Es una de esas películas impactantes que muchos años después de vista, sigue siendo difícil de olvidar. Una historia de ambiente enrarecido, claustrofóbica, con escenas del más genuino terror (la aplicación del electroshock) y con un erotismo insano (al borde de lo que permitía el famoso Código Hays de censura) en los pensamientos del protagonista con su novia-hermana. Como tantas películas difíciles, se pudo estrenar en España gracias a haber ganado la Espiga de Oro de la Semana de Cine de Valladolid.

Para 'Corredor sin retorno', Samuel Fuller tuvo muy presentes 'Nido de víboras', (Anatole Litvak, 1948), por la que Olivia de Havilland ganó un Oscar) y 'La tela de araña' (Vincente Minnelli, 1955) que protagonizaron Richard Widmark y Lauren Bacall, dos historias sobre centros psiquiátricos estadounidenses, consideradas como los precedentes de esta película.

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Samuel Fuller, del que la leyenda cuenta que nunca gritaba "¡acción!" sino que indicaba el inicio del rodaje de cada escena con un disparo de revólver, fue periodista de sucesos en su juventud, el más joven del 'New York Journal'. Director, actor, productor, guionista y novelista, moviéndose siempre por libre y al margen de los grandes estudios, acuñó un estilo personal, al margen de convenciones, bajo el denominador común del realismo y la violencia, y reflejó en sus trabajos aspectos biográficos. Realizó western ('Balas vengadoras' y 'Yuma', donde dirigió a Sara Montiel), películas bélicas ('Casco de acero', 'Invasión en Birmania', 'Uno Rojo: División de choque', cintas en las que trasladó sus vivencias personales en las campañas de África y Europa de la Segunda Guerra Mundial, donde intervino con la Primera División de Infantería) y 'thrillers' ('Manos peligrosas', 'El diablo de las aguas turbias'), siendo considerado durante los años de la Guerra Fría como un ferviente anticomunista. Retirado de la industria cinematográfica norteamericana desde mediados de los años sesenta hasta principios de los ochenta, el cineasta rodó en Alemania una novela propia, 'Muerte de un pichón', y en Francia los policíacos 'Ladrones en la noche' (1984) y 'Calle sin retorno' (1989), infame título español de 'Sans espoi de retour', cinta basada en una novela de David Goodis, que presentó en el Festival de San Sebastián.

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