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Oskar Belategui
Jueves, 3 de diciembre 2015, 18:52
El tiempo ha demostrado lo injusto del perfil de Steven Spielberg que Peter Biskind trazó en 'Moteros tranquilos, toros salvajes', su ensayo sobre la generación que cambió Hollywood en los años 70. El autor de 'ET' aparece como un ambicioso ... en su profesión y un pusilánime en su vida personal. Nació en 1946, pero pronto se quitó dos años para darle más lustre a su condición de niño prodigio. Fue el único judío de su clase y se salvó de Vietnam gracias al psiquiatra. Mientras sus colegas se entregaban a orgías en la casa de Margot Kidder en Malibú, él leía las recaudaciones en 'Variety'. Veía la tele cuando el resto de la pandilla se ponía ciega con LSD, mescalina y cocaína.
Spielberg, que inventó el 'blockbuster' veraniego con 'Tiburón', sería, según Biskind, el culpable de la infantilización del cine a partir de los 80 junto a su amigo George Lucas. "Walt Disney y David Lean me influyeron más que nadie, mucho más que John Ford o Alfred Hitchcock", reconocía el director a comienzos de los 90. "Y aunque no quiero ser la continuación de Disney ni de nadie, sino yo mismo, creo efectivamente en esa clase de entretenimiento popular, incluso populista. Creo estar veinte grados latitud norte de lo que se llama kitsch. Yo no soy kitsch, soy un 'entertainer' populista".
A punto de cumplir 69 años y con dos Oscar al mejor director en el zurrón, Spielberg estrena hoy 'El puente de los espías', su cuarto largometraje protagonizado por Tom Hanks tras 'Salvar al soldado Ryan', 'Atrápame si puedes' y 'La terminal'. Una impecable lección de cine que nos devuelve a la guerra fría en estos tiempos del terrorismo de ISIS, rodada con sobriedad y elegancia. Clasicismo en estado puro, como también lo eran sus dos anteriores largometrajes, 'Lincoln' y 'War Horse'. De nuevo se nos invita a la memoria cinéfila para reivindicar la inocencia en tiempos de guerra.
No caben, pues, las acusaciones de contribuir a la infantilización de la audiencia. Es más, el director de 'Múnich' casi parece moverse más a gusto en los filmes para un público adulto que en sus últimas aventuras para todos los públicos, como la fallida 'Las aventuras de Tintín' o su regreso al universo Indiana Jones, con vigorosas escenas de acción pero con una historia por debajo de las anteriores. Su último filme parece -y lo es- una peli de espías como las de antes. Una exaltación de valores como la integridad moral y la justicia, que a nuestros ojos sarcásticos puede parecer equivocadamente demodé.
La revisitación de la Historia ha deparado algunos de los mejores momentos del cine de Spielberg: la invasión de la playa de Omaha en 'Salvar al soldado Ryan', los horrores del Holocausto en 'La lista de Schindler'... 'El puente de los espías' está ambientada en 1957, cuando el realizador tenía once años y sufría pesadillas con el miedo a la bomba atómica y a la invasión rusa. Su padre y su abuelo, descendientes de ucranianos, alimentaban con historias la animosidad y desconfianza entre los dos bloques.
El padre de Spielberg, ingeniero eléctrico, visitó la URSS en los años 60 y fue a ver los restos del avión de Francis Gary Powers, el piloto del avión espía U-2 abatido cuando volaba sobre suelo ruso. Unos agentes de la KGB le pidieron el pasaporte mientras hacía cola ante aquella atracción turística. Spielberg nunca se olvidó de Powers, que en 1962 fue canjeado por un agente soviético apresado por Estados Unidos. Ambos cruzaron un puente en sentidos opuestos, como mandan los cánones.
El guion de 'El puente de los espías', escrito nada menos que por los Coen, presenta a un espía ruso detenido en Nueva York, que se niega a traicionar a su país. El Gobierno americano encarga su defensa a un abogado de seguros de Brooklyn, que acepta el impopular encargo y se expone a sí mismo y a su familia al desprecio de sus compatriotas. Un Atticus Finch de la guerra fría al que la CIA enviará a Berlín, donde se está construyendo el tristemente célebre Muro, para negociar el intercambio de un piloto yanqui preso en la URSS con el del espía ruso.
Con James Stewart muerto, nadie mejor que Tom Hanks para encarnar a este hombre de familia de los año 50, tan íntegro y empático que hasta establece un vínculo con su defendido y antepone la humanidad a la política de los bloques. Donde otros ven un enemigo, el abogado descubre a un ser humano que debe ser tratado con la misma dignidad y respeto que un compatriota. El filme se basa en la historia real de James Donovan y Francis Gary Powers, aunque el primero no haya alcanzado ni de lejos la fama del segundo. "Era una época muy peligrosa para estar en la primera plana de los periódicos por defender a un espía", observa Spielberg.
'El tercer hombre', 'El topo', 'El espía que surgió del frío', 'El mensajero del miedo'... El género de espionaje tiene unos códigos férreos en los que el director de 'Parque jurásico' se mueve con comodidad. Regala dos películas por el precio de una: un drama judicial y una intriga de espías. El director de fotografía Janusz Kaminski repite a sus órdenes y logra texturas visuales que nos retrotraen al 'Topaz' de Hitchcock, un filme al que Spielberg homenajea en una escena antológica. El diseño de producción de 'El puente de los espías' es simplemente apabullante, con localizaciones en Estados Unidos y Europa, incluidos el icónico aeropuerto de Tempelhof en Berlín y el puente Glienicke, donde tuvo lugar el verdadero intercambio de Rodolf Abel por Francis Gary Powers. Solo falta a la cita John Williams, reemplazado por Thomas Newman.
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