Una escena de la película.

'Porco Rosso', cuando el viento habla

Estrenada hace 23 años, se trata de una de las películas más sugerentes y extrañas de la filmografía de Hayao Miyazaki, un maestro zen mal llamado el Walt Disney de la animación japonesa

ÓSCAR B. DE OTALORA

Miércoles, 4 de noviembre 2015, 17:41

Hay quien ha llamado a Hayao Miyazaki el Walt Disney de la animación japonesa. No solo es falso, es casi un insulto. Miyazaki es un poeta, un maestro zen. Ver sus películas es como observar el otoño desde algún templo perdido en un bosque ... en el que acaba dejar de llover y alguien ha dejado caer una flor blanca. En las películas de Disney los buenos siempre ganan. Miyazaki consiguió un Oscar y un Oso de Oro en Berlín por 'El viaje de Chihiro', una obra maestra que se debe ver una y otra vez porque siempre muestra algo nuevo. Pero su magia se había puesto a prueba en 'Porco Rosso', una de las películas mas sugerentes y extrañas de toda su filmografía. Una obra, por ejemplo, sobre la que 23 años después de su estreno se sigue discutiendo a la hora de entender qué sucede realmente en su extraño final.

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'Porco Rosso' es la historia de un cerdo, Marco Pagot. Un cerdo que pilota un hidroavión rojo en el Adriático, en el periodo de entreguerras. Es un cazarrecompensas, tiene un pasado militar y muchos secretos ocultos tras su rostro porcino. Uno de ellos le hizo perder su forma humana hasta convertirse en cerdo... o quizás ese es un destino que eligió el mismo. Los matones de Mussolini andan por allí pero el piloto lo tiene claro: "Prefiero ser un cerdo que un fascista", les dice. En una isla que a veces sobrevuela con su bella aeronave vive Madame Gina, una cantante de la que está enamorada toda Italia pero que, quizás, solo piensa en el hombre-cerdo. Y hay un grupo de piratas aéreos obsesionados en acabar con su enemigo, 'Porco Rosso'. Y un mercenario americano contratado para eliminar a 'Porco' pero que solo sueña con ser actor y presidente de su país. Y una adolescente, fanática de los aviones, que sabe que 'Porco Rosso' no es un cerdo.

Miyazaki, como lo hará en todos sus películas posteriores, hace hablar al viento. Las nubes, las alas de los aviones, el surco que un aeroplano deja al volar cerca del agua, la brisa en los árboles... todo ello cuenta historias. El director japonés, en este sentido, es un enamorado de la aviación y todo lo que implica. No es causal que su empresa se llame 'Studio Ghibli', en homenaje al ghibli, el nombre árabe del siroco, el viento que sopla desde el desierto hacia el Mediterráneo. Otras de sus obsesiones son los cerdos. Pero la simbología de este animal es muy extraña en las películas de este genio japonés y no tienen nada que ver con lo que significan en la cultura europea. Quizás, los cerdos de Miyazaki -se repiten en muchos de sus trabajos tanto en el manga como en el anime- solo sean adultos que han olvidado su infancia, algo imperdonable para Miyazaki. Pero aún así, esa explicación se queda corta ante los matices que Miyazaki introduce en cada una de sus escenas.

'Porco Rosso', además, homenajea al mejor cine clásico de todos los tiempos. Hay momentos en los que entre los colores pastel del anime asoma el Humphrey Bogart de John Huston o los aventureros profesionales de Howard Hawks o las peleas de salones del oeste de John Ford. Hasta que llega un momento en el que el genio japonés le da un giro a toda la historia, consigue superar a sus predecesores en la historia del cine y va más allá de lo que ellos se atrevieron a filmar al dejar que un cerdo explique los secretos de la vida.

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