Dos operarios graban el primer rugido del león de la Metro.

Y el cine tomó la palabra

"Esperen un minuto, aún no han oído nada". Fue la primera frase que se pronunció en una película y la punta de lanza de una industria, la del cine sonoro, que acabó con un gran número de estrellas de Hollywood

Boquerini .

Jueves, 24 de septiembre 2015, 11:51

"Esperen un minuto, aún no han oído nada". Pocas veces una frase dicha en una película ha revolucionado tanto la historia del cine. Claro que en este caso la frase era la primera que salía de los labios de un actor en una película. ... Se trataba de 'El cantor de jazz', considerada como el primer filme sonoro de la historia del cine, y quien la pronunciaba, mirando directamente a cámara, era Al Jolson, un actor bastante mediocre que aquí aparecía con la cara embadurnada de betún negro. La cinta se estrenó el 6 de octubre de 1927 en un reducido grupo de salas de cine norteamericanas que se habían adaptado al nuevo ingenio. Realmente 'El cantor de jazz' era en su mayor parte muda, los diálogos se ponían con rótulos entre las escenas, y solo en una pequeña parte Al Jolson hablaba e, incluso, cantaba. El invento vino de la mano de la Warner, que atravesaba una crisis importante y que experimentaba con todo tipo de novedades que la salvasen de una posible quiebra.

Publicidad

Ya desde sus inicios el cine tuvo vocación sonora. Al principio era un pianista el que acompañaba las proyecciones en las salas de cine intentando que su ritmo se acompasase a la acción de una película. En las salas de más categoría este pianista era sustituido por una pequeña orquesta que tocaba en directo. El propio Thomas Alva Edison, inventor del fonógrafo, había trabajado en música grabada para que sus discos se acoplasen a las películas. El propio Edison había inventado el Kinestoscopio, una caja en la que, previa introducción de unos centavos y a través de un orificio, se podían ver imágenes en movimiento. El afán mercantilista de Edison le impidió pasar a la historia como el inventor del cinematógrafo, honor que se llevaron los hermanos Lumière a partir de la creación de Edison. La idea de discos con música, e incluso diálogos, sincronizados con la imagen se ensayó muchas veces durante los primeros años 20, pero los experimentos no acabaron de funcionar porque disco y proyección casi siempre se desfasaban.

¿Y en España? La primera película sonora fue 'El misterio de la puerta del Sol', que dirigió Francisco Elías en 1929. Sólo habían pasado dos años desde 'El cantor de jazz' pero fue una eternidad pues todas las salas de proyección del planeta se habían adaptado ya al cine sonoro.

Su llegada acabó con un gran número de estrellas de Hollywood. La mayoría habían desembarcado dos décadas antes como emigrantes europeos y nunca habían corregido su acento extranjero, lo que resultaba inaceptable para el espectador de aquellas primeras películas sonoras. El caso más famoso fue el de John Gilbert, máxima estrella del mudo, al que el sonoro acabó enterrando por completo. Como queda reflejado en la excelente 'Cantando bajo la lluvia', ahora se exigía a los actores que además de moverse, supiesen hablar y tuviesen buena voz. Además con el sonoro llegaba un nuevo género, el musical, por lo que también debían saber cantar y bailar. Los productores de Hollywood se lanzaron a los teatros en busca de nuevos actores 'con voz', y arrinconaron a las principales estrellas del mudo. Fred Astaire, Ginger Rogers, los hermanos Marx o Bing Crosby fueron las primeras estrellas surgidas con voz propia. Incluso en aquellos primeros años se rodaba varias veces una misma película, cada vez en un idioma distinto, como sucedió con 'Drácula' en la que los intérpretes de la versión castellana nada tienen que ver con Bela Lugosi y el resto del reparto de la versión en inglés, o con las comedias de Stan Laurel y Oliver Hardy, que hacían las dos versiones, en inglés y, con un acento que aquí les hizo famosos, en castellano. ¡Hasta hubo que grabar el rugido al león de la Metro, hasta entonces inexistente!

No todo fue bueno. El cine sonoro provocó también en sus primeros años un retroceso en la narrativa cinematográfica, que en 1927 había alcanzado sus mayores cotas. Las cámaras con sonido incorporado eran unos armatostes difíciles de mover, los estudios debieron insonorizarse completamente y, para que el espectador pudiera escuchar los diálogos, los intérpretes debían tener un micrófono cerca o con una pértiga sobre sus cabezas un micrófono... Todo ello contribuyó a unas actuaciones más estáticas y con menos movimiento.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad