Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ricardo Aldarondo
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 12:00
'La pelota vasca' (2003) fue un punto de inflexión importante en la trayectoria de Julio Medem, pero no en la línea que se podía prever. Sí, podía resultar chocante, un volantazo, el hecho de que un director que se había caracterizado por ... un cine poético, artificioso hasta la obsesión pero en el buen sentido, que conectaba la tierra de 'Vacas' (1992) con el cosmos de 'Tierra' (1996) y llegaba hasta el Ártico en busca de un amor capicúa, se enfrentara a pecho descubierto a una realidad tan cruda como la de un País Vasco que no se terminaba de arreglar ni entender. El Medem de las imágenes sugerentes y las contrucciones narrativas poliédricas plantaba la cámara ante los rostros para que los protagonistas del galimatías se expresaran, sin más, sólo con la esperanza de que pudiéramos llegar a alguna conclusión, de echar una mano en la comprensión mutua.
Pero esa inflexión no fue tanto narrativa o cinematográfica como vital. A nivel de piel, por enlazar con la metáfora que proponía el subtítulo de ese documental, lo de la piel contra la piedra. Medem chocó con un muro de incomprensión, o así lo sintió él al final de aquel Festival de San Sebastián de 2003 en que presentó el documental, tras el fragor de las discusiones entre los de un lado, los del contrario y los equidistantes, más los que le acusaban de meterse donde no le llaman. Quiso llegar al 'conflicto' como embajador de buena voluntad y a su piel le llovieron piedras por doquier.
Después de aquello hubo un período de silencio, Y desde que regresó cuatro años después con 'Caótica Ana' (2007) se tiene la sensación de que Medem está en una etapa más errática o desconcertante. Más libre, si lo vemos de otra manera. En realidad algo se había movido ya antes, con 'Lucía y el sexo' (2001). Los cuatro primeros filmes de Medem son de una gran coherencia estilística y de afianzamiento de un mundo propio cada vez más ambicioso y sofisticado, hasta llegar a la redonda filigrana de 'Los amantes del círculo polar', con ese lirismo contenido entre las piezas desordenadas de un puzzle narrativo que finalmente va tomando una forma perfecta. Ahí Medem alcanzaba una gran calidez emocional con una cerebral puesta en escena. Ordenaba el azar en busca de las esencias del amor. En cambio 'Lucía y el sexo' se volvía más explícita (desde su título) y desatada, más carnal y sensual. También con una nueva estética: Medem se decantaba por las entonces aún incipientes cámaras digitales y la textura de su cine dio un giro.
De lo local a lo global
Cuando llegó 'Caótica Ana' (2007) ese Medem más liberado unió la narrativa ambiciosa de sus comienzos con las posibilidades estéticas de la imagen digital. Y pasó de lo local del conflicto vasco a lo global. Y no sólo en sentido geográfico: alrededor de la no tan caótica Ana iba surgiendo tantos temas, tantos lugares (Ibiza, Madrid, Nueva York, Arizona) y referencias (de la amistad y el amor a la reencarnación, la política internacional y la problemática saharaui), que terminaba por resultar abrumadora, o incluso disparatada. El título era unipersonal, pero la pretensión del filme alcanzaba a la humanidad entera. Una escena escatológica marcaba el clímax final hacia el desconcierto: ¿el Julio Medem poético y exquisito se había vuelto burlón, esperpéntico, provocador? Su voluntad era la de llegar a un amplio público, pero 'Caótica Ana' fue incomprendida.
La salida del callejón en que se había metido fue hacer una película con lo mínimo: dos mujeres, una cama, conversaciones y sexo en 'Habitación en Roma' (2010). Y, en teoría, con material ajeno: se trataba de una versión lejana de la película chilena 'En la cama', de Matías Bize. Sin embargo, Medem, aunque se atara de manos y se encerrara en un pequeño espacio, volvía a desplegar su mundo, entre la sensualidad y la intelectualidad, hablando tanto del amor como de la cultura clásica y desplegando diálogos literarios que pueden tomarse como una premonición de su primera novela, que publicaría dos años después, 'Aspasia, amante de Atenas'.
Ahora en 'Ma ma' parece que Medem puede dar de nuevo lugar a sentimientos encontrados, abordando una enfermedad grave y el abismo emocional en que cae la mujer que la padece, desde el personal mundo de un cineasta que siempre va mucho más allá de lo real y lo coherente, en busca de la sublimación de los sentimientos. Medem nunca se conforma con lo convencional, y eso siempre es positivo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.